Nuevo Cuento Policial Cubano

Abecedario del crimen

Rafael Grillo

Quiere el que inventa esta historia que la primera letra identifique desde ya al personaje del Asesino. Pero, como existe una regla en el género policial de la cual este relato no será excepción, hasta el final no va a saberse nada de él. Además, no se le puede echar encima a nadie un muerto que ni ha aparecido todavía.

Summertime

Ariel Fonseca Rivero

El empapelado simula el verano: montículos de arena iluminados por el sol, los castillitos, los niños en bañador correteando por la orilla. Una casa en la costa; el mar a lo lejos amenaza con acercar las olas.

El antojo de Amador Almeida

Leopoldo Luis

Es mentira que el dinero cambia a la gente: Amador Almeida era ya un imbécil antes de convertirse en maceta. En todo caso aumentaría su idiotez en la misma proporción que su fortuna.

Una llamada telefónica

Lázaro Alfonso Díaz Cala

El cóctel está aceptable. Se le nota el alcohol. Quizás por eso aquel trigueñito barbudo con aspecto de quien hace un par de días no visita la ducha, tiene los ojos colorados y la mirada despistada. Debe estar aquí hace una hora al menos y haber asaltado cuánta bandeja de cócteles desfila junto a él.

La encerrona

Raydel Francisco Pérez

«Agustín Puente es maricón.» La nota no daba más explicaciones. Solo eso. Y como todo buen anónimo venía escrito en letra de molde, con caligrafía deliberadamente irregular, alternando letras grandes con chicas.

La oportunidad

Marlen López Mora

Era necesario fijarse en aquel sujeto. Su presencia destacaba en medio de la multitud de curiosos que crecía detrás de las cintas de seguridad. Ojos vidriosos, piel cetrina y vestía un largo abrigo negro...
El grito, por Edvard Munch

El ocaso de los asesinos (Fragmento)

Agustín García Marrero

El número 467 de Independence Avenue, en nada se diferenciaba del resto de los edificios de esta concurrida calle de San Francisco. Estamos ante un edificio de construcción clásica, de paredes tapizadas en piedra gris, con una altura de cinco pisos y saturado de apartamentos.

Mala sangre

Rebeca Murga

Las ratas. Odio las ratas. Hurgan en los espacios como si fueran cachorros y devoran la comida con la rapidez de los conejos. Eso debieran ser: perros o conejos; pero prefieren ser ratas merodeando en la cocina.

Lastre, para qué

Michel Encinosa Fú

Daniela se mató. Se quemó el cerebro, a eso me refiero. En el baño del teatro, dijeron. Cuando se fue la luz. Rompió un tomacorriente, sacó los cables, los peló con un cortaúñas. Después se clavó unas tijeras en el cráneo, dos veces, y por ahí coló los cables.

Su nombre en un cartel

Lorenzo Lunar Cardedo

Fue un puntazo frío. Con música de fondo. En un callejón oscuro de la ciudad. Los fuegos artificiales a lo lejos, como el ritmo de la orquesta. El corito: "Menea, menea, menea tus caderas, María..."

Cortes y puntadas

Ahmel Echevarría

Un apartamento ordenado, limpio y bien iluminado—¿Tacos con chile? No jodas, buey —dijo El Mexicano luego de bajar el volumen del televisor de la sala de aquel pequeño apartamento...

La muerte de Lucas

Lázaro Alfonso Díaz Cala

Oficial, no crea todo lo que dicen por ahí, la gente siempre habla hasta lo que no sabe. Lucas era un negrito bueno. Dicen que ninguno lo es, pero él sí, yo se lo garantizo.

Mister Not Guilty

Rodolfo Pérez Valero

El guardia pelirrojo esperó a que la doctora que certificaría la defunción llegara hasta la camilla con las correas. Luego cerró la puerta del cubículo y extrajo las llaves de su bolsillo. Ante él, el reo pareció desvanecerse y el guardia calvo a sus espaldas tuvo que sostenerlo.

Los puercos no vuelan

Nguyen Peña Puig

Finalmente solo puedes ir y sentarte atontado, totalmente noqueado, y esperar; como si estuvieses en una parada de autobús aguardando la muerte.

Graffitis en la ciudad

Luis Alfredo Vaillant Rebollar

Esta ciudad puede estar llena de asesinos. Cualquiera puede ser la víctima esperando en un rincón oscuro. Ella dijo tenemos que matarlo, y dijo tenemos, como si uno dependiera del otro, como si yo estuviera dentro de su cabeza, como si mi cuerpo, mi olor y mi pene formaran parte de su psiquis, haciéndome cómplice.

Un hurkle en la basura

Claudio del Castillo

Fred lo pinchó con un palo, sin embargo, no se movió. Tenía los cafmores mustios; los kums, rígidos como sus seis patas; y la tonalidad de su piel, normalmente de un bello azul intenso, era la que tendría un cielo encapotado.

Evidencias

Santos Armando Borrell Curbelo

—Vieja… Acaba de traerme el café —le grito a Josefa después de calzarme las chinelas, estiro los músculos y abro la ventana. Penetran los primeros rayos de sol. —¿Me habré quedado dormido? —pienso mientras miro hacia el reloj que está sobre la cómoda. ¡Coñó…! Las siete de la mañana...

Esos negros me la van a pagar

Luis Adrián Betancourt

Las manos de Cachita eran como un torbellino espumoso dentro del fregadero mientras limpiaba la losa de aquel almuerzo que, después de una sobremesa importunada, transitaba lento por el camino de la digestión.

Básica

Orlando Andrade

El psiquiatra preguntó: ¿Por qué tanta crueldad? —me le quedé mirando. Sus ojos querían esperar unos segundos, pero su boca habló enseguida: ¿Quién es la mujer de la foto? —mi madre.

Beretta

María del Carmen Muzio

No me agradan los velorios pero era ineludible que fuera. Quería verlo por última vez. Parecía dormido, como la mayoría de los cadáveres, ya limpios y bien vestidos, dentro de una de esas cajas horribles donde semejamos un sueño reparador gracias a la eficiencia de los empleados necrológicos.