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Nuevas revistas para la isla que se descongela

Portada de la revista El oficio

El Oficio pertenece a su grupo creativo y a nadie más”. Así declaran en el editorial del número 00 de la revista, sacado en abril de 2016. Ese “nadie más” alude, obviamente, al nutrido aparato de la institucionalidad cultural de la isla, cuyas políticas editoriales, de gestión y funcionamiento administrativo, las fuentes de financiación y también sus órbitas de legitimidad y control son implementadas desde el Estado cubano y sus intereses de hegemonía. Luego, el manifiesto editorial de El Oficio es una “Declaración de Independencia.

¿Excesivamente arriesgados? A pesar de la juventud de su equipo editorial, o quizás justamente por eso, ellos han lanzado un conjuro: “El Oficio es toda esta isla que se descongela”, que es apelación a los vientos de cambio que soplan en Cuba para encontrar amparo o tolerancia a su existencia. Conscientes o no, hacen uso del añejo truco conocido como “Autocumplimiento de la profecía”. Esto es: “si repites mil veces que algo va a ocurrir, terminará ocurriendo”. Estratagema a la cual, por cierto, muchos se aferran hoy en la isla para forzar que el actual “deshielo” no se revierta a la postre, como otras veces ha ocurrido ya.

De hecho, este fenómeno de las revistas nuevas, gestadas desde proyectos personales y con ínfulas de autonomía, no es del todo inédito, aunque pueda parecerlo porque con las de hoy se esté armando más ruido que nunca. Cabría, en verdad, enmarcar a las actuales dentro de “una tercera ola”, pues desde la apertura del milenio otras se anticiparon en dar la clarinada.

LOS PRIMEROS, QUE NO LLEGARÁN A LO ÚLTIMO

Vale recordar la Cacharro(s) de Jorge Alberto Aguiar, inspiradora de otras que vinieron detrás, como 33 y 1/3, iniciativa del colectivo literario Polaroid y encabezada por el escritor Raúl Flores. Y también The Revolution Evening Post, proyecto del trío integrado por Orlando Luis Pardo Lazo, Jorge Enrique Lage y Ahmel Echevarría.

Ambas publicaciones, que pudieron ser la plataforma ideal de lanzamiento para la conocida como “Generación Año 0”, y una puesta en circulación de sus presupuestos estéticos y además de su “posición intelectual” ante el contexto social, naufragaron, sin embargo, a la orilla del Artículo 53 de la Constitución vigente, la cual dice reconocer a los ciudadanos libertad de palabra y prensa si esta es “conforme a los fines de la sociedad socialista” y advierte que los medios de difusión masiva “son de propiedad estatal o social y no pueden ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada”.

La 33… hecha modestamente en Word y The Revolution…, con empaque PDF, que circulaban por listas de correo electrónico, sucumbieron ante una ofensiva respaldada por ese acápite legal que presupone que todo con el más mínimo parecido a un medio de comunicación que se imprima, nade, vuele, camine, o se difunda cibernéticamente por la isla, queda prohibido sin una autorización y padrinazgo institucional-estatal.

SEGUNDOS QUE CORREN BIEN

No obstante, en junio de 2011 aparece Isliada en el ciberespacio, la autodenominada “web de literatura cubana contemporánea” que crearon desde La Habana, subvencionada por su cuenta y riesgo y con línea editorial propia, un par de escritores-periodistas aliados a un programador web. Como manera de vencer al “Auto-Bloqueo” (¿o Auto-Embargo?), a la sazón parecía imponerse la fórmula de colgarse en páginas web con hosting contratado en servidores extranjeros, o la apertura de blogs gratis en alguna de las tantas plataformas internacionales.

Hacia finales de 2012 se produce un inusual acontecimiento, cuando los días 16 y 17 noviembre dan cabida a un encuentro en la sede de la Unión de Escritores y Artistas (UNEAC) y con auspicio además de la AHS (la Asociación de los jóvenes creadores), donde Isliada, como principal organizador, procuraría la asistencia de Claustrofobias (página web germinada en Santiago de Cuba) y de algunos escritores-blogueros y talleres literarios que hacían boletines y revistas en formato digital, representantes de varios puntos de la isla, a la sombra agorera de un intitulado Taller “Promoción de Literatura en Internet: Experiencia de Proyectos de Autor”. Un año más tarde ocurre otro evento insólito: Isliada, medio independiente, recibe el galardón al Mejor Portal de Cultura 2013, otorgado por Cubarte (organización del Ministerio de Cultura que promueve el empleo de las nuevas tecnologías).

De esta segunda oleada han sobrevivido sus proyectos insignes, Isliada y Claustrofobias; lo cual se explicaría, probablemente, por su neta actitud pragmática. Manifestada tanto en aquella coyuntural aceptación del eufemismo “Proyecto de Autor” en lugar de aferrarse al “Independiente” (que tanta urticaria produce a las instancias de poder), como en la precaución de esquivar manipulaciones políticas (de cualquier bando) y de presentarse exclusivamente en una función de “promotor literario” (o “activista cultural”, al decir de Yunier Riquenes); además de enrolarse en una relación de convivencia-complementaridad y no de absoluta negación y competencia contra el andamiaje oficial de la cultura.

TERCEROS EN NOMBRE DEL OFICIO

Ideada por Pedro E. Rodríguez, Play off es una revista de deportes sin enfoque triunfalista; y Vistar no siente pudor a la hora de asumir aires de farándula. Cachivache se interesa en las tecnologías y formas actuales de comunicación, aunque en materia virtual la isla viva un decenio atrás. Incluso la “alternativa” Escuela de Fotografía Creativa de La Habana ya produce su Revista Negra.

Una graduada de la Facultad de Periodismo, Elaine Díaz, creó Periodismo de barrio; y Carlos M. Álvarez, formado académicamente en el mismo lugar, fundó El Estornudo; enfocando ambos espacios hacia un repaso franco de la realidad nacional, que desoye a los censores y exorciza autocensuras. Hypermedia es un magazine de arte y literatura con ínfulas de francotirador y no edulcoraciones de promotor. Árbol Invertido, liderada por los escritores avileños Francis Sánchez e Ileana Álvarez, es repulsa contra el “habanocentrismo” y por ello su slogan es “Revista Cultural de Tierra Adentro”.

Las hay que se preparan en formato PDF, y las que se conciben para existir en el código binario del mundo web. Las segundas puede que anuncien sus contenidos mediante boletines por email; y las primeras aprovechen al misterioso Paquete Semanal para colocarse en circulación. En el río revuelto de los autorizados negocios por cuenta propia, lanzan la malla y pescan alguna publicidad para financiar esos proyectos.

Los huecos negros de las leyes vigentes para lidiar con esta “Cuba nueva” van sirviendo de cobertura; y también un ambiente de cierta tolerancia o permisividad (aunque sus límites suelan ser contradictorios y movidos a conveniencia desde el estrato de poder), o hasta la ambigua posición adónde ha ido a parar el país “enemigo de siempre” desde aquel sorpresivo 17/D. La oleada tercera ha llegado envuelta en una matriz de oportunidades y obstáculos sui generis respecto a los momentos precedentes.

Cada cual con sus particularidades, pero estos nuevos medios tienen mucho en común. Empezando porque a nadie han pedido permiso para existir. Luego, cabe advertir en ellas la juvenilia, la irrupción de una generación caracterizada por la iconoclasia y la falta de sintonía con la noción de compromiso típica de sus antecesores. A la cual descubren no sólo envejecida, demodé, sino tristemente derrotada por los quehaceres de la historia. Y no es que no estén comprometidos con nada; es que más bien no quieren resignarse a aceptar, o sólo quejarse y pedir, sino actuar ellos mismos en la que consideran necesaria redefinición de aspectos tales como nación, identidad, revolución, independencia, libertad…

Entretanto, parecen comportarse en un “para sí”, enarbolando “sus verdades”, y adaptados a un presente al que buscan arrancarle promesas de futuridad en vez de rendirle genuflexiones al pasado. Una actuación, por supuesto, que levanta recelo, provoca escozor, entre tantos adalides del inmovilismo que proliferan en la isla. Y lo más nefasto es que algunos de esos chicos irreverentes anden “cobrando” represalias por hacer el “trabajito extra” de sus revisticas personales, cuando en los medios de comunicación e instituciones oficiales que los emplean, les fuerzan a recibir un salario (magro) por hacer apenas nada.

Una disección anatómica de El Oficio, la joven revista mencionada al comienzo, sirve para clarificar más aún el panorama. Según cuenta Dayron Martínez García, graduado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, y quien aparece en los créditos como Director General, “la idea surgió en las tertulias entre un grupo de amigos, que compartíamos libros, intercambiábamos los cuentos y poemas que escribíamos”. Entre ellos se fraguó el proyecto y se conformó una plantilla editorial, a la cual pertenecen muchachos como Karla G. Castro y Jorge Peré, que son todavía estudiantes en la carrera de Historia del Arte;, Mónica Sera, ya graduada de Filología, investigadora y editora, junto a varios colaboradores más.

En El Oficio se privilegia el ensayo y el artículo, además de tener las consabidas secciones dedicadas a la poesía y el cuento. Si bien por su espectro temático no difiere a primera vista de otras revistas culturales del patio, donde hay espacios para literatura, artes visuales y diseño, cine, teatro, etc, cuando miramos al detalle sus contenidos salta la especificidad.

Abre el número 00 con un elogio de “la pornocrítica” ejercida por Gilberto Padilla en su sección de la web OnCuba, cuyo carácter revulsivo y polémico está en las antípodas de la inocuidad imperante en las tantas revistas institucionales. Hay un comentario sobre K-51, muestra del despliegue de los Open Studios, alternativa individual de los artistas ante la estolidez de la «capilla institucional» de las artes visuales. Rescatan una obra de Joel Leyva censurada en el Festival de Jóvenes Aficionados de la Universidad de La Habana. Se escruta a fondo la «Plástica Cubana Contemporánea» (irónicamente representada bajo el cartel del PCC) y su entorno institucional, mediante un cuestionario a artistas y críticos. Dedican un publirreportaje al mesón-paladar Sancho Panza abierto por una creadora de la Asociación de Artesanos de Cuba.

En las páginas literarias se autopublican los gestores del proyecto. Nada raro, así ha sido, diríase, desde que el mundo es mundo, cuando los proyectos nacen espontáneamente, como un ejercicio de autoexpresión y dispositivo de revelación grupal. Ellos reconocen que es “un evidente ejercicio de poder”; y esta honestidad los sublima, al apartarlos de unos medios tradicionales cuyo supuesto del “interés general” o el “ecumenismo” es generalmente falso o sólo pretendido, pues sus consejos editoriales humanos son; y por ende, aplican ciertas lógicas de exclusión, en función ya sea de gustos personales o de las líneas editoriales predeterminadas. De todos modos, visto su número 02, denota que El Oficio está abierto hacia afuera del núcleo fundacional, por la inclusión de poesías de Yanier Palao, Jamila Medina, Eylin Lombard, la narrativa de Abel Fernández Larrea; y que señalan una dirección electrónica para recibir colaboraciones.

En su afán de acceder a los lectores potenciales, El Oficio ha probado distribuirse vía Paquete Semanal y apelado al envío adjunto por email; así como alcanzaron a lanzar su primera entrega en un espacio público: el Instituto Juan Marinello. Movida inteligente fue la de “resolverse” una página web, que les “administra un amigo desde Canadá”, donde se puede descargar el PDF de las distintas ediciones.

Tal vez nada mejor que una frase perteneciente al manifiesto editorial de la joven revista para clarificar lo que ella y sus homólogas quieren representar en la trama sociocultural de esta etapa que vive la isla. Ellos dicen: “Dentro de El Oficio todo; en contra de El Oficio todo lo demás”.

Tras esta paráfrasis de aquella “Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada”, pronunciada en las Palabras a los Intelectuales y devenida sentencia sacrosanta que hace décadas rige la política cultural en Cuba, no se advierte tan sólo un chillido para epatar, ni una reivindicación ingenua del “arte por el arte” o un intento de desapego hacia lo social.

Al contrario, resuena como un mar de fondo. Es un oleaje que intenta propagarse para hundir esos galeones oportunistas escudados a perpetuidad en una presunta Raison d’ Etat. Es navegar por sobre la maldita circunstancia de la política por todas partes, y ampliar las rutas del viaje en lugar de restringirlas con los chantajes de la identidad.

Leída en profundidad, la expresión alega al oficio de hacer revistas (y el de escribir, producir obra artística, ejercer la opinión, fungir en rol de intelectuales) en lo que tiene de práctica de empoderamiento. Como una forja a la vez de autonomía y de comunidad. Y hasta con algo de sorna y de sabor a viejos lemas, cabría atribuirle una exhortación a “aprender a tirar, y tirar bien”, a lanzar esos dardos de la crítica que, acaso, sean el modo más auténtico de hacer revolución.

Rafael Grillo. (La Habana, 1970). Escritor y periodista.

Rafael Grillo (La Habana, 1970): Escritor y periodista. Jefe de Redacción de la revista El Caimán Barbudo y fundador de la web literaria Isliada. Licenciado en Psicología y Diplomado en Periodismo. Imparte cursos de técnicas narrativas en la Universidad de La Habana y otras instituciones. Ha publicado las novelas Historias del Abecedario y Asesinos ilustrados (Premio Luis Rogelio Nogueras 2009), los libros de ensayo Ecos en el laberinto y La revancha de Sísifo y el volumen de crónicas Las armas y el oficio (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008). Incluido en numerosas antologías; las más recientes: El silencio de los cristales. Cuentos sobre la emigración cubana; Tres toques mágicos. Antología de la minificción cubana y Island in the Ligth / Isla en la luz (bilingüe, publicado por The Jorge Pérez Foundation, Miami). Como antologador participó en L@s nuev@s caníbales. Antología del microcuento del Caribe Hispano (2015) y es el responsable de la “Trilogía de las Islas” conformada por Isla en negro. Historias de crimen y enigma (2014); Isla en rojo. Historias cubanas de vampiros y otras criaturas letales (2016); Isla en rosa. Historias cubanas del amor y sus desdichas (2016). En 2018 recibió con Isla en rojo el Premio del Lector, que se entrega a los libros más leídos del año. En 2020 participó en la novela colectiva Mirar, sufrir, gozar… La Habana y vio la luz su volumen de relatos Revolicuento.com.