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Cubalibro 2015: otra fiesta innombrable

La gran fiesta del libro cubano será un hecho. El evento, diseñado a partir de la experiencia acumulada por los organizadores del Cubadisco, pretende superar esquemas del pasado y acercar el proceso editorial a su natural destinatario: el público lector, a quien está dirigido —al menos en teoría— cuanto producen las diversas casas con sede en el país o fuera del mismo, cuyos catálogos se nutren, en lo esencial, con obras de autores cubanos de todas las épocas y radicados en cualquier latitud.

En esta edición inaugural, el programa del Cubalibro —a desarrollarse entre los días 5 y 15 de febrero— incluye una extensa gama de actividades relacionadas con la promoción, divulgación y comercialización del libro cubano, con la participación de más de una veintena de editoriales del patio y otras tantas asentadas en diversas regiones del planeta, que encuentran en la literatura facturada por nuestros compatriotas su común denominador.

Cubalibro 2015 tendrá lugar únicamente en la capital de la Isla, ciudad que también acogerá por esos días la XXIV Feria Internacional del Libro (que luego, como es tradición, recorrerá todas y cada una de las seis provincias del país). Uno y otro acontecimiento, sin embargo, difieren en alcance y contenido, dado que el Cubalibro reviste un perfil competitivo y se restringe al libro y la literatura cubanos, tal y como sucede anualmente con su similar Cubadisco.

Durante diez días La Habana se convertirá, además de “capital de todos los cubanos”, en “capital de todos los libros cubanos”, con la presencia, junto a las nacionales UNIÓN y Letras Cubanas, de las territoriales Capiro, Luminaria, Hermanos Loynaz, Ácana y Ediciones Holguín, así como de las denominadas “editoriales independientes”, entre las que vale la pena mencionar sellos como Ediciones ConCierto Cubano, Isliada Editores, Editorial Silueta y La Pereza Ediciones, que tendrán la oportunidad de mostrar el trabajo desplegado durante el último año, incluyendo las presentaciones de libros, la exhibición de tráileres promocionales, las lecturas y conversatorios con algunos de los escritores que integran sus respectivos catálogos y, por supuesto, la venta.

En Cubalibro 2015 podrá competirse —con una o varias obras—, en cada una de las siguientes categorías: Novela, Cuento, Literatura Policial, Ciencia Ficción y Fantasía, Ensayo, Poesía y No Ficción (que incluye géneros como la Crónica, el Testimonio y el Periodismo Narrativo). Los libros deberán ser enviados antes del viernes 26 de diciembre de 2014 a las 5:00 p.m. (hora de Cuba). Los nominados se darán a conocer en un plazo no mayor de quince días hábiles posteriores a la fecha de envío y recibirán la divulgación necesaria a través de los medios de comunicación. Toda la información adicional, así como las bases del concurso, se encuentran a disposición de los interesados en el sitio oficial del evento (www.cubalibro.cu)

Con carácter experimental, durante la gala de premiaciones prevista para la jornada de clausura —el domingo 15 de febrero— en el habanero teatro Mella, se otorgará un Premio de la Popularidad con base en un proceso de votación que se efectuará de tres maneras: mediante boleta impresa, por vía telefónica o a través de los servicios de mensajería móvil SMS. Al respecto se precisarán los detalles oportunamente.

Cubalibro 2015 constituye, sin lugar a dudas, un paso firme y bien calculado en el proceso de recuperación de nuestro venido a menos mercado del libro, en aras de la inaplazable estructuración de un sistema editorial abierto, sostenible y participativo.

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Ladislao Adalberto Díaz Llanes dobló el periódico Granma (edición única) del sábado 21 de junio de 2014 y sonrió incrédulo. Su última aventura literaria había culminado en fracaso. Un chasco integral e imperdonable. Su antología de cuentos sobre balseros, a cargo nada menos que de una editorial turca, no le había rendido el esperado fruto. El efectivo destinado a su retribución no le llegó jamás y, gracias a la información suministrada por un colega cubano residente en Chipre, supo que los activos de la empresa que financiaba a sus editores terminaron “congelados” en una institución bancaria de la pequeña isla, anclada en su mediterránea crisis. Así no había quien hiciera “caminar” la literatura, cubana o de cualquier otra parte.

Sin embargo, Ladislao conservaba incólume su prestigio entre los escritores isleños, más que nada entre los escritores isleños que vivían en la Isla (no de Chipre sino de Cuba, anclada en su caribeña crisis). Con los escritores isleños que ya no vivían en la Isla era más difícil. Los había, incluso, viviendo durante años en naciones sin costa, en porciones de tierra gigantescas. La “insularidad” no podía preservarse en tales condiciones, Ladislao estaba seguro y alardeaba con frecuencia mientras tarareaba la añeja tonada de Pablito Milanés: “no me hablen de continentes, que ya se han abarrotado…”. ¿Turquía no era parte del continente asiático?

Como decía, Ladislao conservaba incólume su prestigio entre los escritores isleños. Prestigio que le proporcionó el Premio David de 2004, 2005 o 2006…, por aquel, su cuaderno de 58 páginas, El clarinete y otros cuentos, más una lista inabarcable de antologías sobre temáticas diversas: cuentos de ciencia-ficción con mambises, cuentos policíacos sin policías, cuentos sobre los escritores de provincia, cuentos sobre vampiros en los campos de Cuba… En fin, tendría que aprovechar esto. Sacar su lasca, ahora que todo presagiaba una “apertura” en el hermético sistema editorial cubano.

Claro que podría volver a escribir, quizá valdría la pena intentarlo. El principal obstáculo que debía vencer todo escritor era precisamente el requisito sine qua non para intitularse escritor: publicar un libro (en opinión de Ladislao). Si no se publica un libro, ¿cómo pregonar por ahí que se es escritor y se participa en los Encuentros Debates Provinciales de Talleres Literarios (donde Ladislao llegó a fungir como jurado en más de una ocasión y hasta cobró su cheque a cuenta de la Dirección Municipal de Cultura de Plaza?).

Claro que podría volver a escribir. El clarinete y otros cuentos no había recibido malas críticas a raíz de su publicación por Ediciones UNIÓN en 2000 algo. Es verdad que tampoco había recibido buenas críticas. Para ser exactos: no había recibido ninguna crítica. Pero el hecho no era nuevo en la historia de la literatura cubana. Abundaban ejemplos de excelentes novelas, de magníficos poemarios que jamás concitaron la atención de los especialistas (oh, nadie vaya a preocuparse, no voy a mencionar títulos). Pero los hay. De que los hay, los hay. Ladislao podía enumerarlos casi hasta el infinito.

Hubo un momento, no se sabe con precisión cuál, en que los escritores isleños (los escritores isleños que vivían en la Isla) entendieron que la publicación de sus libros no dependía exclusivamente de la premiación en un concurso o de su azarosa inclusión en el plan anual de una casa editorial cualquiera. Algunos escritores isleños se enteraron, no se sabe con precisión cómo, de que existían plataformas para la publicación “independiente” en Internet (recordar que no es una mala palabra) y establecieron sus contactos con otros escritores isleños que ahora vivían en países con gigantescas extensiones de tierra, abarrotados de gente (aunque sin costas, en determinados casos) y colocaron sus libros en la dichosa “plataforma” y aunque por lo general no vendieron un solo ejemplar, por lo menos se dieron, digamos, el gusto de comprar sus propios libros online (siempre con el concurso de sus familiares o amigos emigrados) y obsequiarlos a otros escritores isleños que vivían en la Isla, y en alguna medida hacer valer su condición de escritores que pueden, cuando menos, demostrar que han publicado un libro. Sobre todo ello reflexionaba Ladislao Adalberto tras doblar en silencio su periódico Granma.

También reflexionaba yo (sobre otro asunto) cuando me topé con el legendario antologador en la parada del P-5 (la que está en Prado, frente al Capitolio Nacional, junto a los amplios portales del antiguo Diario de la Marina).

 ***

 —¿Qué onda, Leo? —Ladislao tenía un dejo entre argentino y uruguayo en la voz.

—¿Qué onda?

—Leyendo la convocatoria del Cubalibro —dijo mostrándome el Granma.

—Ah.

—¿Cómo que ah? —replicó molesto— ¿No te das cuenta de por dónde van los tiros?

—¿Qué tiros, Ladislao?

—Los tiros, bro, los tiros… Está empezando el tiroteo gordo, ¿te das cuenta?

—¿El tiroteo gordo?

—¿Qué onda, Leo? Te haces el nuevo…

—No me hago, hombre, ¿de qué tiroteo hablas?

—Tienes que leer más seguido el Granma, Leo —sentenció Ladislao y asumí que me conocía bastante—. Tienes que leer la convocatoria del Cubalibro. Van a participar no solo las editoriales cubanas… Es decir, todas las editoriales que van a participar son cubanas…

—Por fin, Ladislao —le interrumpí—. ¿Las editoriales son cubanas o no?

—Cubanas, te digo que cubanas. Pero algunas son más cubanas que otras…

—¿Cómo es eso?

—No es exactamente así —rectificó Ladislao—. Algunas son cubanas de Cuba y otras son cubanas de otros países…

—Cada vez te entiendo menos…

—No jodas, bro. Algunas están en Cuba y otras no. Algunas son del Estado y otra no, ¿me explico?

—Más o menos… ¿Y qué tienen que ver contigo? ¿Vas a publicar un libro con una editorial cubana de Cuba o con una editorial cubana de otro país?

—Ni lo uno ni lo otro.

—Me doy cuenta, ¿vas a preparar una antología para una editorial cubana del Estado o para una editorial cubana independiente?

—Tampoco.

—Ya sé —hice el último intento—. Vas a trabajar como scout para una editorial cubana que está en Cuba o para una editorial cubana que no está en Cuba.

—Menos que menos….

—¿Entonces qué?

—Voy a participar en ese Cubalibro, Leo. Que no te quepan dudas…

—¿…?

—Voy a fundar mi editorial por cuenta propia, ¿qué crees? —afirmó rotundo—. Hay que aprovechar el momento… Ediciones Ladilla. Es más, puedo empezar contigo: ¿tienes algo que pueda publicarse? Sacamos el librito y lo mandamos al concurso… Hay un Premio de la Popularidad, ¿qué te parece?

Leopoldo Luis. La Habana, 1961.

Periodista, fotógrafo y narrador. Licenciado en Derecho por la Universidad Central de Las Villas y Diplomado en Periodismo por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Ha publicado los libros de cuentos Adiós, Habana (Ediciones Holguín, 2009), con el que obtuvo el Premio de la Ciudad un año antes, y Extraño bajo un paraguas (Editorial Capiro, 2013). Poemas suyos aparecen en el volumen El ojo de la luz. Antología de poetas y artistas cubanos (Diana Edizioni, Italia, 2009). Sus relatos han sido incluidos en las antologías El martillo y la hoz y otros cuentos (Reina del Mar Editores, 2013) e Isla en negro. Cuentos de crimen y enigma (Casa Editora Abril, 2014). Fue editor y administrador del sitio web de la revista cultural El Caimán Barbudo. Actualmente trabaja como periodista de la televisión hispana en Estados Unidos.