Ciencia Ficción

Decisión deportiva

Una señal luminosa en la pantalla frontal indicó que la reunión extraordinaria del consejo de sabios de la Ciudad Estelar, capital del séptimo planeta terrícola perteneciente a la Federación Universal de Planetas Habitados, había comenzado.

Tenía la palabra el representante del Comité Olímpico Universal (COU), quien se puso de pie como prescribía el protocolo (bueno lo de ponerse de pie es una forma de decir, pues él no tenía pies), paseo sus ojos, (en sentido figurado, ya que era ciego) y comenzó a hablar (entre comillas).

La comunicación oral tradicional no se usaba en reuniones universales porque muchos de los participantes no contaban con los órganos adecuados. Todos los presentes usaban implantes que los intercomunicaban a través de la computadora central que establecía y regulaba la comunicación de cerebro a cerebro, lo cual la hacía más eficiente y, sobre todo, infinitamente más rápida.

El distinguido personaje ajustó su voz al tono de bajo que él creía iba acorde a su dignidad y expresó:

—Queridos colegas, todos sabemos que el motivo principal de esta reunión es tomar un acuerdo acerca del proyectado y muy esperado partido de Spaceball entre el equipo de este planeta y la Selección Universal que nos visita.

Hizo una pausa y paseó sus ojos (bueno ustedes me entienden) por los “rostros” de los demás miembros del consejo y continuó:

—El partido debe celebrarse el tercer día de la próxima semana universal a las treinta y seis, hora local; pero como todos sabemos, está anunciado que ese día lloverá entre las treinta y cinco y las treinta y siete horas. Como la naturaleza eminentemente electromagnética del más universal de los deportes exige condiciones de humedad mínima en el terreno, la opinión más generalizada, por lo que creo, es la suspensión, pero debemos debatir la solución final y anunciarla de inmediato después de adoptada.

Los presentes fijaron su mirada (ya ustedes saben) en la masa gelatinosa que, rodeada por una escafandra esférica al vacío, flotaba sobre la mesa de conferencias hasta que él, ilustre vertiano, descendió y ancló la escafandra a su posición para cederle la palabra a otro miembro del consejo.

Una lucecita se encendió, señalando que el representante de la junta administrativa, un vesperiano, el miembro más joven del consejo, pedía la palabra.

El ilustrísimo se paró, propiamente hablando, pues en su anatomía disponía de una protuberancia en forma de pedestal que le permitía hacerlo; ajustó su voz a un tono juvenil y tímido, que era el apropiado para su corta edad, y dijo:

—Esta es una oportunidad única que quizás tarde muchos años universales en volver a repetirse. Pienso que debía negociarse, en vez de una suspensión, por lo que esta implicaría para millones de ciudadanos, un aplazamiento del partido para la próxima semana.

El representante del COU desactivó el anclaje de su escafandra, se elevo de nuevo y tomando un colorcito azulado, lo que en su especie equivale a una amable sonrisa, respondió:

—Querido, eso es imposible por la presencia en el equipo de diez jugadores kartianos. Cedo la palabra al representante de la división de comunicaciones, quien es también kartiano, para que le explique con exactitud la situación.

Hubo un chisporroteo eléctrico y el ilustre aludido posó cuatro tentáculos sobre el piso y ajustó su estatura corporal hasta que la cabeza (ya saben) se encontró a la altura reglamentaria; luego, con la voz potente, que corresponde a quien proviene de una raza de guerreros milenarios, exclamó:

—Mis saludos, ilustres colegas, y mis más fervientes votos de que todos encuentren una pronta y dolorosa muerte en combate.

Hubo entre la audiencia, chasquidos, zumbidos, chisporroteos, apagados relinchos, cambios de color y la risa amable de dos terrícolas, ante este saludo pasado de moda.

Sin inmutarse, el bravo guerrero, que jamás había estado en un campo de batalla, continúo:

—Los kartianos somos una casta de guerreros desde épocas inmemoriales. Nuestra tradición exige que todos los Caballeros de la Sagrada Espada se presenten para el Gran Conteo, a uno de los Templos de la Sangre la noche del eclipse total del Sol Blanco, cuando el Sol Amarillo esté en apogeo. Aquel que no lo haga pierde la condición de Caballero de la Sagrada Espada, su clan es borrado de la lista de soldados del Imperio y él sufrirá una deshonra personal que solo puede limpiarse cometiendo suicidio ritual. Esta tradición data de la fundación del Gran Imperio Kartiano, cuando se hacía necesario el conteo de los guerreros del imperio antes de iniciarse, con el apogeo del Sol Rojo, la nueva campaña bélica, el Ciclo Mortal. Como ven, mis compatriotas tienen que regresar inmediatamente, el juego no puede ser pospuesto, yo voto por una suspensión.

Hizo una pausa teatral y, luego de pasear sus sensores por el grupo, añadió:

—Existe un precedente histórico. Cuando hace solo trescientos años universales se produjo el primer contacto del Imperio Vertiano con la Federación Terrícola de Planetas, algo que nuestro joven e ilustre colega no puede recordar, pues ocurrió en su temprana infancia, todos esperábamos una terrible guerra; pero sucedió que el Gran Conteo se aproximaba y Su Violentísima, el emperador, ordenó que todas las naves regresaran. Como ven, si el Universo tiene hoy la forma y estructura que tanto nos complace, se debe en gran medida a esa tradición.

Hubo entre la audiencia una nueva ola de chasquidos, zumbidos, chisporroteos, cambios de color, relinchos y aplausos.

La palabra fue tomada nuevamente por el joven vesperiano:

—Con el mayor respeto, sigo sin ver la razón de la suspensión ya que los ilustres caballeros kartianos son solo diez y el equipo de spaceball está integrado por doscientos cincuenta jugadores, que se mueven en las seis dimensiones del stereokilómetro cúbico del terreno. Además, el ritual es para soldados, si es que esa palabra aun existe, y ellos son deportistas, civiles. Discúlpenme pero no entiendo.

El kartiano no respondió, incluso fingió que estaba durmiendo, porque, por ley, un guerrero kartiano no puede repetir lo mismo dos veces, y tiene la obligación de matar a todo el que discrepe con él, cosa que por supuesto ya ninguno de ellos hace, pero aun están obligados a guardar las apariencias.

Uno de los terrícolas se puso de pie, como Dios manda, y dijo:

—En mi calidad de experto en Protocolo Universal y Relaciones Interespaciales, voy a aclarar el punto: los jugadores kartianos de nivel universal, al igual que cualquier otro kartiano ilustre, han sido proclamados por su supremo Consejo de Guerra, Caballeros de la Sagrada Espada, pues este es el máximo honor dentro de su cultura. Respecto al número de competidores, la cosa no es tan simple, pero ese aspecto yo no voy a tocarlo y pido al representante de la oficina de Seguridad Universal que aborde el tema, ya que él, en su calidad de konote, puede dar una explicación más completa.

El konote se puso de pie tratando de disimular, sin éxito, su gran estatura y corpulencia; las escamas brillaban feroces debido a equinos estremecimientos musculares involuntarios. Sus cuatro poderosas extremidades inferiores estaban plantadas en el suelo mientras que las dos superiores se apoyaban en la mesa en un vano esfuerzo por mantenerse estático.

—Ilustres señores —comentó en una voz ajustada a un tono cortés y muy educado, que pese a grandes esfuerzos no ocultaba la fuerza pujante de su naturaleza—, los konotes procedemos del mismo planeta original que los kartianos. Somos las dos únicas especies inteligentes de ese ecosistema y tenemos, desde el origen de nuestras civilizaciones, una unión simbiótica. Los kartianos, debido a su naturaleza electromagnética, poseen reflejos muy rápidos. Nosotros, por otra parte, somos físicamente mucho más resistentes, inmunes a las variaciones del campo electromagnético que crea el equipo contrario como parte de la estrategia defensiva de juego y, por encima de todo, tenemos la tradición de salir a dejar las escamas en el terreno, si fuera preciso, en aras de obtener la victoria. Estas cualidades se suman al vínculo telepático simbiótico que nos une, lo que nos hace la combinación perfecta para el spaceball. Los diez kartianos y los cuarenta konotes del equipo forman la escuadra dimensional encargada de abrir el terreno para que los vertianos, los seres más rápidos y escurridizos del Universo —al decir esto dirigió su cromatómetro en dirección a la bola gelatinosa, que dentro de su escafandra, se tornó rosada como señal de intenso placer—, puedan llevar un electrobalón hacia cada una de las seis estereometas, auxiliados, por supuesto, por el trabajo mancomunado de las otras tres escuadras, que como ustedes saben conforman el equipo. Me temo que la única solución es la suspensión.

La representante de la Oficina Universal de Educación y Bellas Artes, una antariana, se puso de pie sobre sus tres hermosas, largas y bien torneadas piernas azules. Caminó contoneándose hacia la pantalla principal, casi dando la espalda al auditorio, lo cual no está prescrito por el protocolo. Con un provocativo movimiento de cabeza hizo que su exuberante cabellera roja barriera la espalda de un hombro a otro para, finalmente, despeñarse en una cascada de fuego sobre… (bueno, ya saben). Como parte del mismo movimiento, se volvió lenta hacia la mesa y la recorrió con sus tres grandes y almendrados ojos tricolores, guarnecidos por enormes pestañas. La fina cadena de trinio que pendía de su cuello osciló de un lado a otro hasta detenerse en el centro de su pecho sobre uno de sus tres fabulosos…¡Ujum! Una ola de silencio envolvió la habitación.

Las antarianas o amazonas triples —como también se les llama—, son famosas por su belleza, sensualidad, por ser muy musicales (tienes tres sistemas independientes de audición) y excelentes cantantes (disponen de tres juegos de cuerdas vocales).

Ajustando su voz a un melodioso tono de contralto expresó:

—Comprendo muy bien que en una ciudad habitada por multitud de seres de sensible naturaleza electromagnética la idea de la suspensión, con la cantidad de cambios que los ciudadanos harían en sus planes de vida y trabajo, preocupe mucho a honestos servidores públicos (ola de chasquidos, zumbidos, chisporroteos, relinchos, coceos, cambios de color y aplausos), pero este debate no puede seguir extendiéndose. Llevamos un minuto discutiendo y pienso que ya todos tienen su opinión, expresémosla y decidamos el punto.

Una luz en el panel central indicó que la computadora había encontrado consenso entre los miembros del consejo acerca de la suspensión y, de manera automática, en la pantalla principal apareció línea a línea el texto de la resolución, escrito en los caracteres puntiformes del idioma universal.

Varios “Por cuanto” enumeraban las razones para la suspensión, las cuales habían sido expresadas por los miembros del consejo a lo largo de la extensa reunión.

En el primer “Resuelvo” se establecía la suspensión. En el segundo se ordenaba la divulgación inmediata de la resolución a través de los órganos de prensa escrita, radial, televisiva, holográfica, telepática, infrarroja, ultrasónica, etc. En el tercero se ordenaba la publicación inmediata de un titular holográfico atmosférico que informara a la población, de manera que todo el mundo pudiera buscar en su medio de prensa preferido los detalles.

Rápidamente, la pantalla principal se apagó y se deslizó hacia un lado. Los presentes fijaron sus ojos, antenas, sensores, radares y demás, en un disco negro que de pronto desapareció y permitió observar una vista panorámica de la Ciudad Estelar desde la altura de trescientos cuarenta y cinco pisos.

En el cielo, en gigantescos caracteres holográficos tridimensionales, brillantes, llamativos, chisporroteantes de colores, podía leerse el siguiente titular:

¡SUSPENDIDA LLUVIA POR JUEGO DE SPACEBALL!

Roberto Luis Sotero Estrada. Guanabacoa, La Habana. Narrador

Graduado de Profesor de Física de Secundaria Básica en 1972; de Profesor de Física de Secundaria Superior en 1999 y Máster en Informática Educativa en 2005, con treinta y seis años de experiencia docente en Cuba, Nicaragua, Bostwana y Jamaica. En 2006 obtuvo el Segundo Premio en el Concurso de Cuentos de Ciencia Ficción de la revista Juventud Técnica.