Ensayo

Del harén de Oviedo al de Enriqueta

“Sin el negro, Cuba no sería Cuba”.
Fernando Ortiz

Marta Rojas Rodríguez (Santiago de Cuba, 1931) es autora de varias novelas de tema histórico. Entre ellas resalta El harén de Oviedo (2003), con características que permiten insertarla en la denominada “novela histórica cubana actual”.

Varios elementos nos permiten afirmar esto y en el presente artículo pretendemos demostrarlo.

INTRAHISTORIA

La autora no escoge un momento relevante de nuestra Historia, ni un personaje cesáreo. A pesar que tanto el lugar (un auténtico serrallo tropical) como los protagonistas (Oviedo, Enriqueta) son singulares, la novela se enfoca en mostrarnos la cotidianeidad de los personajes, que pertenecen a la categoría de las llamadas “gentes sin Historia”1. Como dice María Elena Bermúdez: “presenta la realidad desde otra perspectiva y nos lleva a la historia no por la puerta principal —como puntualiza la historia oficial— sino por la puerta de atrás”.

Como trasfondo de la novela se suceden acontecimientos de suma importancia, desde la Represión de la Escalera hasta la abolición de la esclavitud, pasando por la Guerra de los Diez Años. También desfilan personajes históricos de la talla de Plácido, Martí y Amalia Simoni. Pero todo eso es solo2 un “decorado”, un escenario donde se desenvuelve nuestra heroína.

La autora rescata historias olvidadas y nos las muestra con los ojos y desde la perspectiva del Otro.

Apenas comienza la novela nos enteramos por boca del abogado de Enriqueta y sus hermanos de lo común que resultaban las relaciones sexuales de los blancos con negras y mulatas: “El contacto del señor del fundo con las mujeres de color que excitaban extremadamente su apetito sensual, lejos de parecer raro, es, por desgracia, frecuente en esta sociedad”.

La obra nos da a conocer que negros y mulatos en ocasiones3 acudían a los tribunales en busca de justicia. Así sabemos del litigio entablado por Francisco Mandinga y “su madre (…) la leguleya María Antonia Mandinga (…) ladina sagaz y persistente a más no poder”.

Vemos el creciente papel del capital norteamericano en la economía cubana, que explica que Cuba tuviese ferrocarril antes que España. Oviedo “no tuvo ninguna duda sobre la efectividad de la empresa del camino de hierro, desde ese feliz momento en que conversó de tú a tú con míster William Rufus King, cerca de una de sus propiedades por el río Canímar, durante la toma de posesión del míster King como Vicepresidente de la gran República Federal de Norteamérica, justamente en momentos en que el pobre americano recuperaba la salud”.

Nos muestra cómo era la vida doméstica en una plantación esclavista, con su tumbadero, sus fiestas, sus comidas, los castigos corporales, las condiciones inhumanas en las que vivían los esclavos, los abusos en contra de la mujer negra, la desintegración de la familia, y la marginalización social.

Junto a Enriqueta tenemos “la dicha de conocer a Martí en un meeting en Steck Hall, y de aplaudirlo con frenesí desde los últimos asientos, donde había (…) un número estimable de negros y mulatos”.

Según Laidi Fernández de Juan a través de la lectura de la parte tercera de la novela, “es posible asistir al nacimiento de la Medicina Moderna en Cuba: El primer estetoscopio, traído del Norte y llamado biauricular, es el aparato que utiliza el doctor Le Blanch y su consultante en cardiología, ambos franceses, para el diagnóstico de lo que hoy se conoce como Edema Agudo del Pulmón (…) El método de elevar al enfermo con correas suspendidas, utilizado según Le Blanch por Honorato de Balzac se aplica aquí por primera vez (…) La aplicación de torniquetes, el uso de sanguijuelas, las sangrías salvadoras, y el precursor de la nitroglicerina actual”. Cierto que con un nivel de detalle que me parece excesivo.

Nos muestra los avances en la atención estomatológica. Oviedo “se pasó la lengua por la dentadura, ahí estaban incorruptibles sus piezas blancas montadas en oro y platino, las más caras, y hasta había hecho que el afamado mulato dentista de la isla de Providencia orificara y emplomara las caries de una de sus concubinas y le enderezara y nivelara dos incisivos a Gabriel”.

Conocemos del ascenso económico y social de los mulatos y negros libres, su vestimenta, joyas, caballos. Asistimos al nacimiento de una pujante, y casi desconocida, pequeña y mediana burguesía “de color”. Encontramos afamados dentistas, dueños de herrerías, maestros de música, ebanistas, oficiales de las milicias. Sabemos que tienen negocios tan florecientes que “en su arrojo y osadía Dodge y otros de su casta se anunciaban hasta en los periódicos de La Habana”.

Muestra que los negros y mulatos libres también tenían o contrataban esclavos. En determinada situación José White tira el sombrero al suelo y “un esclavito que había alquilado para que cargara los portafolios de música corrió a recogérselo”. Sin embargo, y a pesar del ascenso económico, esos negros y mulatos libres se sienten discriminados. El mismo White “se percató (…) de que entre él y ese esclavito las diferencias eran pocas” y se dice: “Somos una misma cosa”; él que “se creía tan libre como pudiera serlo el mismo señor Santa Cruz de Oviedo”.

Más adelante se verá que esas pujantes burguesía e intelectualidad “de color” fueron prácticamente eliminadas durante el proceso de la Escalera, asesinadas, obligadas a escapar al exilio o silenciadas por el miedo4. Esto llegó al extremo que cuando a Brindis de Salas padre, negro y director del más afamado conjunto musical de la época, le permitieron regresar del exilio “no podría recomponer la orquesta porque a la mayoría de sus músicos pardos, al igual que a los morenos, los habían matado”.

La caña de azúcar, base del desarrollo económico y cultural cubano5, no podía estar ausente, y recibimos una lección de cómo era mejor sembrarla: “Había mandado hacer los hoyos como es debido, a la profundidad correcta de una cuarta y a dieciocho pulgadas de largo, quedando los tres trozos de semilla separados y sus pepitas mirando a los costados y no una debajo de la otra”.

De pasada nos enteramos de muchísimas cosas. White en Brasil “renovaba los lujos musicales” y el “Emperador Pedro I le otorgó la más alta condecoración de la Nación”. Martí “tradujo del francés una biografía de Joseíto White”. Amalia Simoni, viuda de Agramonte, era “una cantante de primera fuerza”, que daba conciertos en el Garmo’s Hall para recaudar fondos destinados a la guerra. “La primera farmacia francesa de la Isla (…) la del señor Ernesto Triolet, con seiscientos frascos de porcelana de Sevres”.

Encontramos una divertida escena explicativa, en el tono de la mejor “jodedera”6 cubana7, de la fusión entre la música sacra española y la aportada por los negros: “Hombres, damas, y damitas de variados colores y condición hicieron caso omiso a la reprimenda del sacerdote, complaciéndose con el ritmo de la sandunga que resultó del injerto musical de Pepe Caracoles”.

En esa misma escena vemos una magnifica y sumamente intrahistórica descripción del nacimiento de lo criollo: “las negras nodrizas, cada una con un bebé blanco colgado de un seno y el hijo natural del otro, se contoneaban (…) los chiquillos estaban recibiendo el alimento (…) abonando el criollismo; entrándoles también por los oídos el ritmo alborotador”.

Carlos Uxó señala: “cobra una relevancia extraordinaria tanto la mención del origen étnico de varias de las concubinas (Agripina la mandinga, Natalia la lucumí, Polonia la gangá) como la ausencia de mención en el caso de Ángeles, madre de Enriqueta y considerada por los hijos de don Esteban como una suerte de madre de todos ellos”. Y añade “la ausencia del marcador étnico de Ángeles (y por ende de Enriqueta) marca el inicio del futuro, el olvido de África y la creación de la nueva Cuba, mulata, nacionalista y anticolonial (de ahí la importancia de las menciones al himno de Bayamo, p.396; Gómez y Maceo, p.399; y José Martí, p. 429)”. Para concluir, “De tal manera, el ingenio de Santa Cruz en que habita el harén funciona en la novela como una metonimia de la Cuba en proceso de construcción”.

INTERTEXTUALIDAD

La autora recurre a prácticamente todas las tipologías de lo intertextual. Utiliza recursos como cartas, informes judiciales, canciones, crónicas periodísticas, el Libro Copiador de Cartas del marqués y hasta un cuaderno de notas de Enriqueta conservado por madame La Berdesque, para crear el ambiente de ficción histórica, presentándolas como un relato testimonial.

No se abstiene de acudir a la intratextualidad al hacer alusión a Santa lujuria, su novela precedente: “la señora Zoila L. Becali, la dama amiga del curador de aquella antiquísima relación de Francisco Filomeno, para quienes conozcan esa historia, anterior a la presente”. Una clara incitación a leer esa novela a quien no lo haya hecho.

Una crónica periodística, “encontrada” por la señora Becali y firmada por El Satírico Horacio, intitulada Artistas de valía en Vista Hermosa, al tiempo que nos muestra la música de moda en la época, nos permite asistir al nacimiento de la “Bella cubana” de White, inspirada por obra y gracias de la autora en Enriqueta.

Por un fragmento tomado del periódico yucateco El Fénix tenemos noticia de que el gobierno de esa región mexicana “ha decretado que todo indio bárbaro hecho prisionero con las armas en la mano, pueda ser expulsado del territorio de Yucatán a la isla de Cuba”.

Encontramos poesías de Plácido, Louise Label, Nicolás Guillén: “Cuando no te tenía, te tenía;/ cuando quise tenerte, te perdí”, y hasta de Jorge Luis Borges: “Pintados talismanes de cartón/ nos hacen olvidar nuestros destinos”. Esta última actúa como una especie de umbral a un pasaje fantástico y metafísico, donde una Antonia Eiriz, “zíngara de ojos verdes y Maga del Tarot”, le anuncia a Enriqueta nada más y nada menos que “en el año 1959 la Revolución Cubana rubricaba la Ley de Reforma Agraria, y las tierras de los Santa Cruz de Oviedo pasarían a manos ‘de sus verdaderos dueños’”.

Una crónica del integrista El Moro Muza da cuenta de los sucesos del Teatro Tacón a raíz del concierto de White y Cervantes: “su emoción parecía devastadora cuando acometió la composición musical La bayamesa y fue tan fuerte que generó la incontenible necesidad en el heterogéneo público de romper en aplausos hasta que un atronador ¡Viva Cuba Libre!, precipitó el fin del concierto. Los españoles nos rebelamos”.

Leemos una carta dirigida a la reina recomendando nombrar a Oviedo Caballero de la Orden de Isabel la Católica por “los primeros avisos de la conspiración” de la Escalera.

Encontramos una digresión (tal vez excesiva) que nos muestra la lección de violín que da Musiú Carlo a su hijo José White.

Juega con los anacronismos: “el Procurador pudo haber hecho suyo un testimonio inescrito en aquella fecha” para introducir una valoración (auténtica, pero escrita mucho después que el momento narrado) de Vidal Morales y Morales sobre el marqués de carne y hueso.

Recurre a lo que Cesare Segre denomina “interdiscursividad”, al insertar referencias a otras artes (pintura, música, canciones, poemas, decimas). Incluso por una inscripción nos enteramos dónde eran fabricados algunos carruajes: “parece leer lo que está grabado en la gastada placa de bronce que marca la carrocería del estropeado vehículo, ‘Fabrica de Calesas de Andrés Dodge, La Habana’”.

Para terminar no falta una sesión de danzón, jazz y sexo, amenizada por el embrujo anacrónico de El Greco.

Como dijo Mirta Yañez “Marta Rojas sabe amueblar sus novelas. De manera natural conocemos las bebidas, las canciones, los ropajes, las comidas, con un verismo que no desdeña sensualidad e imaginación”.

SUBALTERNIDAD

Como adelantábamos al inicio, si bien los personajes protagónicos son excepcionales en cuanto a personalidad y comportamiento, no son heroicos o relevantes.

La autora cuestiona el estereotipo presentado históricamente de la mujer, los esclavos, los negros y mestizos sufrientes y pasivos, y nos muestra su rebeldía y accionar. Los presenta no tanto como víctimas sino como participantes activos en los procesos políticos, económicos y sociales.

No obstante ocupan un lugar subalterno, al punto que una de las hijas de Oviedo ve los maltratos físicos a los esclavos como algo natural y le dice a Enriqueta: “nada tendría que ver que Tomás hiciera algo malo o no hiciera nada malo, eso no importa, Tomás es un esclavo, lo castigaron porque él tiene que hacer lo que le mandan”.

Los hijos de Oviedo en su condición de mestizos e hijos naturales son excluidos de la herencia; y marginados al fin, tienen que bregar largos años por el reconocimiento de su derecho.

El personaje central es Enriqueta, hija del marqués de Oviedo con la esclava Ángeles, su preferida en el harén. Es la hija consentida y descuella por su belleza (nos referiremos a esto más adelante), sensibilidad y carácter. No por ello deja de ser un personaje triplemente subalterno, en su condición de mujer, mestiza e hija natural. Por tanto estamos ante una novela de la subalternidad, la otredad, los marginados.

La joven rompe las reglas sociales imperantes. Desafía a los parientes blancos de su padre en la lucha por el reconocimiento de la paternidad y el derecho a la herencia. Desafía el sistema judicial, que en reiteradas ocasiones desconoce sus derechos y ella, y aquí está otra de sus rupturas, asume la jefatura de la familia (la descendencia del marqués), donde abundaban los varones, incluidos algunos con buena formación.

En su desafío a las autoridades españolas, cuyas leyes le niegan a ella y sus hermanos la herencia paterna llega a decir: “no reconozco otro gobierno que no sea el que ejerzo en mi casa”. Su preeminencia es tal que su hermano Vasco le dice a otro hermano: “Gabriel, quien ha merecido tenerlo ejerce el poder”.

En cierto momento le dice a su hija Ruth: “la vida no tiene nada de refinada y no se coge con guantes, aprende, para que puedas andar con ella (…) Tienes que ser valiente”.

Enriqueta practica una libertad sexual muy poco usual en una mujer de su época. Elige sus amantes con total libertad y no quiere ser atada por intereses económicos ni busca un hombre que “la represente”.

Retomando el tema de la belleza de Enriqueta, la autora lamentablemente no escapa al tópico de la mulata sensual y seductora vigente desde la Dorotea de Anselmo Suárez y Romero, la Camila de Antonio Zambrana y la emblemática Cecilia de Cirilo Villaverde. Todo varón que ve a la muchacha cae rendidamente a sus pies, cual femme fatale tropical.

Como resultado de la combinación del desenfado sexual y los irresistibles encantos de Enriqueta se llega a algo muy curioso, y que aún más curiosamente parece no haber sido notado por la crítica: el hecho es que la joven, nacida y criada en el harén paterno, llega a tener el suyo propio y muy sui géneris, poblado —si bien no tan nutrido como el natal— por hombres de toda condición y color.

Si, concordando con Elba Birmingham-Pokorny, “aceptamos la paradoja que plantea que la Humanidad es una diversidad infinita” entonces El harén de Oviedo y el binomio Enriqueta-Cuba son excelentes expresiones metafóricas.

CONCLUSIONES

Los elementos analizados (intrahistoria, intertextualidad y subalternidad) nos permiten afirmar que sin duda El harén de Oviedo se inserta en la denominada “nueva novela histórica cubana actual”.

La importancia y vigencia de esta obra está dada por su militante defensa de la mujer, forjadora de su propio destino, muy a tono con los actuales debates de género; la reivindicación del negro, de creciente importancia a raíz de la persistencia y/o resurgimiento de la discriminación racial; y el mestizaje como esencia de la nacionalidad cubana. Estamos ante un diálogo entre el pasado y el presente, una búsqueda de las raíces, que responde a un proyecto de identidad nacional.

Dos elementos con intenso sabor de actualidad me gustaría resaltar. Uno es la emigración, la diáspora de los hijos de Oviedo unidos por el amor fraternal y visible en el pensamiento de Enriqueta: “tengo una familia (…) aunque regada por el mundo, familia”. El otro, muy vinculado a esa misma emigración, está simbolizado por el mar, que no divide y aísla, sino que une e integra, como pidió el Papa: Cuba abierta al mundo y el mundo abierto a Cuba.

Por último, un aspecto importante es la reflexión que hace la protagonista en dos momentos de su vida, primero en plena adolescencia y luego ya en la madurez: ¿Quién soy? ¿Quiénes somos? Reflexión esta de carácter universal y atemporal, pero que en la coyuntura cubana actual parece invitarnos a preguntarnos como Nación y proyecto de País: ¿Quiénes somos y adónde vamos?

BIBLIOGRAFÍA

1. Adams, Clementina. Crítica Sociopolítica y Conciencia Nacional en la obra Histórico-Romántica “El harén de Oviedo” de la cubana Marta Rojas.

2. Barcia Zequeira, María del Carmen. Negras y mulatas en sus espacios de poder. Presencia negra en la cultura cubana. Parte 2. Curso Universidad para todos. 2013.

3. Bermúdez, María Elena. Tesis de doctorado Marta Rojas y la literatura femenina de combate: discurso antiesclavista, mestizo y poscolonial en la (re)construcción de la historia y la cubanidad. Georgia State University, 2007.

4. Birmingham-Pokorny, Elba. Re-escribriendo la Historia y la identidad cubana, la legitimación del amor, y el Otro, la novela “El columpio, de Rey Spencer”, de Marta Rojashttp://www.afrocubaweb.com/martarojas/columpio.htm

5. Fernández de Juan, Laidi. “El harén de Oviedo”, de Marta Rojas. Viaje a nuestro origenhttp://www.lajiribilla.co.cu/2011/n515_03/515_19.html

6. Rojas, Marta. El columpio, de Rey Spencer. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 1996.

7. ______. El harén de Oviedo. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2004.

8. ______. Inglesa por un año. La Habana: Edición Letras Cubanas, 2006.

9. ______. Santa lujuria o papeles de blanco. La Habana: Edición Letras Cubanas, 1998.

10. Uxó, Carlos. Negras y mulatas en el siglo XXI: una visión racializada del género en novelas cubanas. Revista Brasileira do Caribe, Vol. XII, nº23. Jul-Dic 2011.

http://www.redalyc.org/pdf/1591/159121725006.pdf

11. Yáñez, Mirta. Una fugaz mirada a los «noventa» y un comentario sobre «El harén de Oviedo».

http://www.cubaliteraria.cu/revista/laletradelescriba/n31/articulo-9.html

NOTAS

1. Aunque se aparta del objetivo de este trabajo y no soy experto en temas sociológicos, me gustaría señalar que si bien casi siempre los protagonistas de las novelas históricas de la autora son personajes subalternos, marginales, “gente sin Historia”, son siempre excepcionales, “gente de éxito”. Son subalternos y marginales, pero nunca son los más subalternos y marginales. Una posible explicación sería la pretensión de “defender” la “valía” de la mujer, el negro, el mestizo. La mujer, el negro, el mestizo no necesitan una defensa tan ingenua. Sería bueno ver novelas de “la gente sin Historia y sin éxito”, entre otras cosas porque ser exitoso no es blasón de mayor dignidad o merito, como mismo no ser exitoso no es motivo de indignidad o demerito, séase mujer, negro, mestizo… o rubio de ojos azules.

2. Realmente no son “solo” eso. Mucha veces los referentes históricos sirven a la autora para hacer reflexiones supratemporales.

3. María del Carmen Barcia ha encontrado que, al parecer, no era algo muy infrecuente. Un caso novelesco involucró a Úrsula Lambert, la famosa amante morena del alemán Cornelio Souchay, dueño el cafetal Angerona.

4. El caso de Francisco Manzano.

5. Se llegó a decir, sin azúcar no hay país.

6. “Relajo” dice, púdica, la autora.

7. Contaminación mal dirían algunos, cuando debieran hablar de mutuo enriquecimiento. De paso, notemos que la llamada “fusión”, que otros ven como fenómeno muy moderno (hasta posmoderno) y experimental, es tan antigua como los encuentros, choques o interdescubrimientos culturales.

Pudiera pensarse que la autora usa este tópico con un matiz irónico, si no fuera porque recurre reiteradamente a él en sus obras. Ver El columpio, de Rey Spencer y Santa lujuria.

María Elena Bermúdez en su tesis plantea: “A pesar de existir toda una narrativa dedicada a la esclavitud y al personaje del negro, la mayoría de la literatura no fue creada por los mismos negros. Salvo algunas excepciones —como el caso de Manzano— los personajes negros fueron descritos por autores blancos y fueron malinterpretados por el uso de estereotipos. Muchos de éstos han tenido permanencia hasta nuestros días”. Y más adelante dice: “La ausencia de una voz central femenina ha causado aún más una estereotipación del personaje negro femenino”. Por eso llama tanto la atención que la novela analizada sea obra de una mujer, mulata por demás. Esto da idea de lo profundamente arraigado que se encuentra el estereotipo de la mulata sensual.

Frank Campos. Frank Campos (La Habana, 1965). Narrador y ensayista.

Licenciado en Historia. Miembro fundador del Grupo de Creación Literaria Punto de Giro. Profesor del curso “Las herramientas del escritor” en la Casa de Cultura Mirtha Aguirre de Playa. Instructor de literatura en el Cerro.