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Edgar London en Cuba:

El lobo todavía muerde

Todo comenzó hace veinte años, cuando el joven Edgar escribió un relato y lo puso a concursar bajo seudónimo. Durante su adolescencia había devorado, íntegra, la narrativa de Jack London y, tras resultar ganador en el concurso de marras, le entregaron un cheque que los Bancos rehusaron aceptar: había sido expedido a nombre de un sujeto inexistente…, un tal Edgar London. Pero el cuento salió publicado en El Caimán Barbudo.

Tiempo después, al regreso de un evento literario —probablemente a bordo de uno de aquellos ómnibus Girón con asientos ortopédicos— Amir Valle le preguntó:

—Ven acá, socio, ¿y cuál es tu verdadero nombre?

—Edgar Sánchez Hernández.

—No puedes escribir con esos apellidos. Quédate con el London…

En lo adelante, primero en La Habana, donde nació en 1975; luego en Saltillo, capital del estado de Coahuila, México, donde reside desde 2006, Edgar London ha publicado, como narrador y periodista, innumerables artículos y ensayos, así como los libros de cuentos El nieto del lobo (Ediciones Ávila, 2000); Pen(últimas) palabras (Editorial Extramuros, 2002) y A escondidas de la memoria (Editorial Oriente, 2008).

Ahora, a finales de 2012 —a escasos días del fallido apocalipsis—, Edgar está de nuevo en su Habana; no de visita, pues regresa puntualmente cada año (en esta ocasión acompañado por su esposa y dos hijos pequeños), mientras yo me quejo en voz alta de la suciedad en el Paseo del Prado, donde no hay un trozo de mármol sobre el que asentar nuestras posaderas sin peligro de mancharlas.

—Ni te preocupes —me tranquiliza Edgar—, soy del patio.

Es 28 de diciembre y son las 11 y 21 minutos de una mañana soleada, como corresponde a nuestro invierno insular. Con los restos de un Granma limpiamos la superficie del banco. Un jinetero se acerca: mulato treintón con saco beige y maneras afectadas. Ha creído divisar en nuestro grupo los rasgos aztecas de la mujer de Edgar.

 ***

 —Soy Licenciado en Ciencias de la Computación por la Universidad de La Habana… Antes de mí curso se llamaba Cibernética, ¿recuerdan? Cuando se desmembró la Unión Soviética toda aquella nomenclatura cambió. Mis libros han salido los tres en Cuba: El nieto del lobo (el primero) se publicó en ocasión del centenario de El hijo del lobo de Jack London y me pareció que era el título apropiado… Una especie de homenaje.

—¿Cómo se las arregla un escritor cubano en México?

—Soy columnista del periódico 10 Minutos y doy clases en la Universidad. He trabajado en varias, casi todas públicas, que pagan mejor. He impartido desde Lenguaje y Semiótica hasta Preceptiva del Arte o Programación PHP… Si la asignatura tiene que ver con la Informática se asombran: ¿No eras periodista? Si tiene que ver con la Literatura se asombran igual: ¿No eras informático? A veces ha ocurrido que enseño dos materias diferentes, una de Humanidades y otra de Ciencias, al mismo tiempo y en la misma institución docente…

—¿En cuál trabajas últimamente?

—En la Universidad Autónoma del Noreste (UANE).

—¿Y la literatura?

—Nunca he dejado de escribir. Lo que ocurre es que ahora soy mucho más conocido en México que en Cuba. Te cuento una anécdota: Hace unos días estuve en la UNEAC y la persona que me recibió apenas dijo: ¿en qué puedo ayudarle? Ni idea de quién era yo. Recuerdo que entraba en aquel lugar y me saludaba todo el mundo…

—¿El precio de la distancia?

—Tal vez… Pero yo siento que mi público natural es el cubano y es en Cuba donde más me interesa que lean mis libros. Que de alguna manera sientan que el lobo todavía muerde.

—Oye, ¿me prestas esa frase para la crónica que voy a escribir?

—Claro, úsala como quieras…

 ***

 Hace cuatro años Edgar London inauguró su sitio web. Él mismo se encarga de la programación, los contenidos y la administración. Está convencido de que su posicionamiento depende en buena medida de la frecuencia con que actualiza. Por eso ha dejado “en lista de espera” varios artículos que el software se encargará de publicar en las fechas programadas. Así, mientras permanece en la Isla no se interrumpe el trabajo.

Tiene, además, un proyecto en ciernes: la edición de una revista impresa. Se llamará Dominios y estará en la calle de un momento a otro.

—No será una revista cubana en México —aclara—. Será una revista temática. Cada número estará dedicado a un tema concreto: la cultura, la religión, el erotismo, la emigración…

—¿Qué lugar ocupará la literatura?

—Hay un punto fijo que es el enfoque cultural, no solo literario. Aunque habrá literatura.

De manera habitual, Edgar London escribe también para OtroLunes, Revista Hispanoamericana de Cultura, y en cada número deja caer sus “Londonianas”. Luego de este encuentro fundacional bajo la fronda del Prado habanero, ambos asumimos como un hecho su futura colaboración con Isliada. O de nosotros con la naciente Dominios. O lo que se nos ocurra. Sobre la vieja premisa de que en la unión está la fuerza y de que si un palo solo no hace monte, tampoco un escritor solo hace literatura.

 ***

 —Rafael de Águila reseñó mi libro —recuerda Edgar—. Hace algunos años, claro… Entonces me comuniqué con él, agradecí sus palabras y comenzamos a intercambiar correos electrónicos. Fue surgiendo la amistad sin conocernos personalmente.

—Llegó el momento de la presentación de un nuevo libro mío —continúa—, y, por supuesto, le avisé a Rafael. En cuanto entró a la sala me dice mi esposa: Eh, ¿y tú invitaste al vecino? ¡El tipo vivía en mi barrio!

Todas las distancias se acortan.

Fue precisamente Rafael de Águila quien le recomendó a Edgar que navegara Isliada. Es un buen sitio, asegura que le comentó, pero no le prestó demasiada atención al comentario. Por suerte se decidió a googlearnos…

Bajo el brazo trae un sobre amarillo conteniendo ejemplares de un número de 10 Minutos para el que escribió una nota sobre nuestro proyecto. En el sobre viene también la esperada Gatopardo, donde Juan Pablo Villalobos publica su reportaje “La isla en texto. Un viaje literario a La Habana”. Nos deleitamos un rato, Rafa y yo, manoseando la revista, admirando los elocuentes retratos de José Luis Cuevas…

Nos despedimos, como debe ser, con la promesa del reencuentro. En la virtualidad del ciberespacio o junto a los mármoles rociados de hojas secas, cagados por las aves… Edgar London, junto a los suyos, vuelve a México. Rafa y yo, junto a los nuestros, nos quedamos en La Habana.

Pero el lobo sobrevive.

Y los perros despiertan de su modorra cuando escuchan el llamado de la selva.

Leopoldo Luis. La Habana, 1961.

Periodista, fotógrafo y narrador. Licenciado en Derecho por la Universidad Central de Las Villas y Diplomado en Periodismo por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Ha publicado los libros de cuentos Adiós, Habana (Ediciones Holguín, 2009), con el que obtuvo el Premio de la Ciudad un año antes, y Extraño bajo un paraguas (Editorial Capiro, 2013). Poemas suyos aparecen en el volumen El ojo de la luz. Antología de poetas y artistas cubanos (Diana Edizioni, Italia, 2009). Sus relatos han sido incluidos en las antologías El martillo y la hoz y otros cuentos (Reina del Mar Editores, 2013) e Isla en negro. Cuentos de crimen y enigma (Casa Editora Abril, 2014). Fue editor y administrador del sitio web de la revista cultural El Caimán Barbudo. Actualmente trabaja como periodista de la televisión hispana en Estados Unidos.