Poesía

El tedio de la isla

Poesía
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PATRIA I

Ya gobierno la isla Barataria.
No me detengan corceles del ocaso
enemigos ilusorios
que morir por la patria es vivir.

PATRIA 1

(frente a un cartel muy rojo en Santa Clara)

Patria —compañero— no es ese letrero rojo en la pared. No es solamente el odio invencible a quien la oprime, el rencor eterno a quien la ataca. Patria no es, además, la dicha de escuchar en Madrid, Moscú, Madagascar nuestro argot y abrazar eufóricos a un desconocido. Patria no es el legado de un rincón oscuro de este mundo de límites humanos. No puede ser la posesión patética y egoísta de un trozo de universo (esa excusa a la maledicencia). Patria es humanidad, o acaso una invención.

FRAGMENTO QUE YA NO SOY

II

A mi hijo Marcos Antonio

Por las mañanas mi pequeñuelo
me despertaba con un gran beso.
José Martí

La soledad no tiene heraldos celadores. No tiene himnos, medallas, epitafios. La soledad es profusa como nuestras miserias. Se multiplica como los panes y los peces, como las sombras que invocamos sobre el fuego. Salió de las cavernas y nos halló esperándola, encendió un cigarrillo y brindó a nuestra suerte.

La soledad es única y diversa. Nos tiende encrucijadas. Se ríe de nuestra soberbia mientras, irónica, reza un padre nuestro (porque, como se sabe, ella duda de dios).

La soledad te muerde los talones, te escupe, te besa como Judas, te zumba al oído cuando duermes, te aborda en una esquina, te desarma. La soledad ya no se oculta, no es taimada: se exhibe en las vidrieras, se deja sobornar, se postula, escribe poemas de suicidas, locos, pervertidos; nos publica.

La soledad es una puta que se acuesta en nuestras ganas, pero nunca nos deja poseerla. La soledad viaja en limosina o se arrastra. Nunca se entrega.

La soledad es un perro taciturno.
La soledad es un mendigo sediento en nuestra sangre.
La soledad nos convierte en solitarios.
La soledad se nutre de tu ausencia.
La soledad, querido hijo,
no nos entiende todavía.

EL TEDIO DE LA ISLA

Nada fue suficiente para el tedio. Le pusimos zanahorias y garrotes, ciegas revoluciones y consignas, pero nada fue comparable al tedio de la isla. Tuvimos la conquista y la promesa, la india sometida, la colonia, el guarapo y su verde satinado; pero nada, nada bastó, aún ladran los perros bajo la neblina y la gota gotea en la gotera: thic, thic, thic, goteando sobre el piso de la isla. Pero el tedio es marfilado, marmoleado, el tedio de la isla es la más dura sustancia. Para olvidar bebemos, pero persiste allí, en la resaca. Para olvidar hacemos el amor, pero el amor de la isla tiene matices tediopúrpura. Para escapar de sus centenarias redes destejemos sus hilos, pero la araña espera agazapada en el eterno corazón del país.

FROM: ULISES

Quién se va a morir de amor en estos tiempos en que el transporte está falseado en la estadística estatal. Quién regala no me olvides si las memorias de ocho gigas están inalcanzables. Yo quise a una muchacha de ojos tristes y callados, pero lanzaron una bomba en Kandahār y nunca tuve espacio para amarla, y después, para colmo vino lo del ciclón (aún no se sabe la cifra exacta de cadáveres) y el celular que no funciona a esta hora y el satélite que pasa como espantando a Dios (Dios que, por cierto, nunca supo de amor) entonces, cómo amar a la muchacha si ya nadie nos llama homo sapiens, sino señor o compañero o Míster y soy a veces un código numérico. Pero ella tiene su email y su beeper y me espera. [email protected], se llama Penélope, creo, debe llamarse así, tal vez mañana trate de contactarla, si tengo tiempo, bueno, si el servidor funciona, o se resuelve el problema del transporte.

LAS SOMBRAS

Siempre me sobrecogió ese modo fugaz de ser feliz, y de saber que existe el tiempo, aunque digan que es solo un ejercicio, pero siempre fueme algo inverosímil por su modo fugaz de sorprenderme, como mi simple imagen y el espejo que no sabe de mí, no me conoce, y no entiende mi forma y no cuestiona, pero copia mi cuerpo en su inconsciencia y así creí a veces que ese yo era yo, ya me entienden, sin rebordes, como la pieza exacta de algún molde que supuso Platón. Perfecto. Puro. Pero no soy el espejo, ni su imagen, esa fina película de nada, no soy, y no he de ser, por eso temo, que el espejo solo exista en mi conciencia.

NATURALEZA MUERTA O CASI

La vida se basa en simples cambios, como decir, aquella fruta madura en el recuerdo no he de comerla hoy, acaso sea mejor que se pudra en la memoria. Entonces vamos dejando que la simple flor, la abeja y la nostalgia cumplan su ciclo bajo el cielo plomizo que siempre retorna y persiste porque es necesaria la porción de calor y la porción de frío y la porción de luz y de tinieblas, todo equilibrio. Pero el fruto solo madura una vez, y la flor cae y es ya el fruto, y la abeja sabe el tiempo de la flor y de su polen y después regresa a su colmena y nosotros, qué será de nosotros.

ANTROPÓFAGOS

En los sitios que desvives hay otros seres. Criaturas de dientes implacables. Simples criaturas mordedoras. Son los hombres.
Bípedos y torpes, alimentan sus cuerpos de carroñas.
Los hay ministros (o ministras), zapateros, otorrinolaringólogos, sicópatas, taxistas, verdaderos ineptos.
Todos saben morder desenfadadamente, es un oficio antiguo y venerable.
Pueden morder la base del encéfalo, ir devorando axones y dendritas. Beber de un solo sorbo el líquido encefálico, hasta dejar al prójimo apopléjico.
Ah, qué sutil y experto el antropófago, que roe al semejante hasta los huesos. Que lo deja vivir a pura dentellada. Que lo deja morir de puro sufrimiento.

EL CIELO PROTECTOR

Qué tanto cachivache y miedo bajo la noche, bajo el día; qué tanto. Hoy he descubierto a Escobar —el ángel— y he bebido unos tragos, otros, tantos tragos bajo el cielo protector, que no protege pero alienta mientras grito carajo a un funcionario, que no grito pero incita; y mi hermano se rompe, se diluye de esa imagen que forjó mi madre. Pero yo siempre fui el otro, yo nunca tuve imagen. Y mi madre calla, calla mi padre y mi hermano, callamos todos. Pasó un ciclón, pasó. Otro. Bah, otro. Mañana algo dirán, algo emotivo, alguien llorará. Bah, alguien. A quién le importa. A mí. A quién. A qué. A cuándo. Bah. El cielo protector. Bah.

YO ODISEO CONFIESO MI SINO CON LAS MANOS MANCHADAS POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS

A Mildrey Betancourt.
Por el retorno y su presunta eternidad.

Nadie espera por nosotros. Penélope nunca me conoció, no teje apenas. Los barcos se han deshecho. Yo, Odiseo, me entrego a Circe, a la visitación de los demonios. Somos las criaturas de un mundo apenas discernible. Qué de jaurías contra los ciervos del placer. Henos aquí, hijos de Dios, huérfanos y hambrientos, con una mano en el pecho (no en su invocación, sino abrazados a sus arterias) y otra en la médula, censando los instintos.

¡Silencio! Repiten los cánticos de Sodoma.
¿oicneliS? Me responde la conciencia, mi sospechosa conciencia que se empeña en desandar los argumentos. Y qué si partieron los Aquiles, ya cansados de morir de nimiedades, si son apenas criaturas del olvido, muertos que viven en otros muertos.

Somos la misma especie de hace siglos. La que murió sin fuego bajo las garras del tigre. La de Hiroshima. La que algún día llegará a las estrellas, si sobrevive a los tigres que la acechan todavía. Aún necesitamos amuletos e invocamos a los dioses y al olvido.

Esta Odisea muere en el simple acto de pensarse, en una esencia diferente. www.odisea… y estamos otra vez frente al ordenador, frente al cielo de Babilonia o la cámara de Auschwitz y me convenzo una vez más que somos las criaturas de siempre, nosotros, los Homo sapiens sapiens.

Quizá fui yo quien lanzó la primera piedra. Permítanme recogerla ahora que nadie me ve, hoy que la soberbia está dormida. Carguemos de una vez con nuestras piedras, aquellas que lanzamos también contra la conciencia. Antes que un muro nos aleje de Ítaca para siempre.

LA INTERNOS ZONAL

Arriba los pobres del mundo*

Arriba.
Arriba de qué,
de toda la falacia del planeta,
del santuario enorme sobre el polvo,
de la mierda y demagogia de los emperadores,
de la ausencia de panes y de peces.

De pie los esclavos sin pan*

De pie o tendidos sobre el miedo;
qué más da.
Desde el horizonte los ñúes de la miseria
macerando la flor en estampidas.
Desde el horizonte
sigue espejeando la libertad.

Gritemos ya todos unidos*

Al carajo (puntos suspensivos)
Arriba o abajo.
Abajo quién.
Arriba o abajo.
El polvo siempre sería el polvo,
la piedra preterida.
Arriba.
De pie.
Gritemos.
Que solo nos queda este silencio.

* Estos fragmentos de la internacional son para decir cantados dentro del poema.

ESCRIBIR DESNUDO

Escribir desnudo es un acto
intrascendente; pudiera pensar usted.
Escribir desnudo no es hacer el amor a una muchacha que no le gustan las palabras indecentes.
Es un acto carente de segundas
intenciones.
—algo insólito en estos tiempos.

Escribir cagando es más comprometedor y difícil.
Puedes hacer un haikai, por ejemplo.
Pero mientras te esfuerzas y las venas del cuello se demarcan es difícil atrapar ciertas palabras.

Vomitar y escribir es otra cosa.
Cuando vomitas puedes escribir un minicuento con palabras como desamparo o trasegar.
Vomitar o escupir son buenos momentos para la literatura.

De la bebida no le explico; en la ebriedad se puede hacer el reino de este mundo.
Orinar es muy suave, muy suave, casi amanerado.
Cuando orinas, por ejemplo, puedes hacer un poema de amor como Buesa o cuando más, como Carilda.
Hacer un poema de amor, que no es lo mismo que hacer el amor.
Cuando hago el amor no escribo.

Prefiero escribir desnudo.
Acostado en la cama, hacia el lado
derecho, o el izquierdo,
eso es intrascendente.
Con el pene colgando sobre un muslo.
Escribir desnudo no es imprescindible.
Ya le dije, no es como hacer el amor a una muchacha que tiene los senos semicaídos y pequeños, unos senos tristes y marchitos.
Es más bien un acto de fe, o cualquier cosa.

Isbel González González. Guayos, 1976. Poeta, narrador y ensayista

Ingeniero Industrial, trabaja como diseñador en Ediciones Luminaria, Sancti Spíritus. Es miembro de la Asociación Hermanos Saiz (AHS), de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Ha obtenido, entre otros, los siguientes reconocimientos: Mención y Premio de Poesía en el Concurso Casatintas 2005 y 2006 respectivamente; Mención de Poesía en el Concurso Ada Elba Pérez, Jarahueca, 2005; Premio de la Ciudad de Sancti Spíritus 2006, en Literatura Infantil; Premio de Cuento en el Concurso Semana Negra 2006 de Gijón, España; Segundo, Tercero y Primer Premio en el Cuba Soneto 2006, 2007 y 2008 respectivamente; Mención en el Concurso Nacional Raúl Ferrer 2006; Premio Pinos Nuevos 2008 de Poesía Infantil; Premio del ICAIC en el Concurso de Minicuentos El Dinosaurio 2008; Premio de Cuento El Mar y la Montaña, Guantánamo, 2009; Premio de Poesía en el Concurso Mangle Rojo, Isla de la Juventud y Mención del Premio Nosside Caribe de Poesía, Italia, 2010. Textos suyos han aparecido en antologías y publicaciones periódicas de Cuba y el extranjero. Ha publicado los libros: La insoportable liviandad del ser o manual para cazar un homo sapiens (Ediciones Luminaria, 2008) y Los güijes del arco iris (Editorial Gente Nueva, 2008).