SAKI

Por E.O. Hoppé

Hector Hugh Munro. (1870-1916) nació en Birmania, hijo del Inspector General de la policía británica; su madre murió al poco de nacer él, por lo que fue expedido a Inglaterra al cuidado de dos viejas tías solteras, empeñadas en una infatigable guerra doméstica, que le amargaron la niñez. En esta infancia desdichada, apuntó Graham Greene, está la clave de la crueldad atildada que constituye la nervadura de casi todos sus cuentos: nadie como él maneja ese humor tétrico que otorga carta de trivialidad a lo horrible. Esperamos que con la lectura de esta primera entrega de cuentos se cumpla, en el lector, el pronóstico de Tom Sharpe, eminente sakiano: «Si empiezas un relato de Saki, lo terminarás. Cuando lo hayas terminado querrás empezar otro, y cuando los hayas leídos todos nunca los olvidarás. Se convertirán en una adicción porque son mucho más que divertidos».

Graham Greene, para quien Héctor Hugh Munro, alias Saki, es nada menos que el mayor humorista en lengua inglesa de este siglo, cuenta que en la madrugada del 13 de noviembre de 1916, en un cráter de obús cerca de Beaumont-Hamel, se oyó gritar al sargento Munro: «Apagad este maldito cigarrillo». Éstas fueron sus últimas palabras: inmediatamente después, una bala le atravesó el cráneo. No podría resumirse mejor la extraordinaria economía de medios que caracteriza los relatos de uno de los genios más ultrajantes de su tiempo.

Otro gran cuentista, Roald Dahl, ha escrito recientemente: «Sus mejores historias son siempre más bellas que cualquier obra maestra de cualquier otro escritor».