Realismo

El cacique

José Luis González

Don Rafa era un tipo repugnante: bajito, ventrudo y cabezón. Sobre las mejillas siempre mal afeitadas se entreabrían apenas los ojitos aviesos y sanguíneos; entre la nariz aplastada y roja y la boca sensual, de gruesos labios manchados por el tabaco, se alborotaba la pelambre del bigote cimarrón...

Historia de macacos

Francisco Ayala

Si yo, en vista de que para nada mejor sirvo, me decidiera por fin a pechar con tan inútil carga, y emprendiera la tarea de cantar los fastos de nuestra colonia —revistiéndolos acaso con el purpúreo ropaje de un poema heroico-grotesco en octavas reales, según lo he pensado alguna vez en horas de humor negro—...

El Chiflón del Diablo

Baldomero Lillo

En una sala baja y estrecha, el capataz de turno sentado en su mesa de trabajo y teniendo delante de sí un gran registro abierto, vigilaba la bajada de los obreros en aquella fría mañana de invierno...

Elizabide el Vagabundo

Pío Baroja

Muchas veces, mientras trabajaba en aquel abandonado jardín, Elizabide el Vagabundo se decía al ver pasar a Maintoni, que volvía de la iglesia...

La navidad es triste para los pobres

John Cheever

La Navidad es una época triste. La frase acudió a la mente de Charlie un instante después de que el despertador hubo sonado, y le trajo otra vez la depresión amorfa que lo había perseguido toda la tarde anterior...

A la orilla de las estatuas maduras

Rogelio Sinán

Allí en el río era donde mejor estaba. Ni los sollozos de la tía Josefina que andaba siempre de un lado para otro quejándose del reuma, ni los gritos delgados de su madrina José María que no hacía más que darle con el chicote siempre que cometía alguna diablura...

Un cuento de reyes

Ignacio Aldecoa

El ojo del negro es el objetivo de una máquina fotográfica. El hambre del negro es un escorpioncito negro con los pedipalpos mutilados. El negro Omicrón Rodríguez silba por la calle, hace el visaje de retratar a una pareja, siente un pinchazo doloroso en el estómago...

Compañeros

Máximo Gorki

El ardiente sol de julio brillaba sobre Smólkina, derramando sobre sus viejas isbas un copioso torrente de rayos cegadores. Donde más relumbraba era en la isba del alcalde, recientemente retechada con tablones nuevos, suavemente cepillados, amarillos y aromáticos...

Accidente

Emilia Pardo Bazán

Bajo el sol -que ya empieza a hacer de las suyas, porque estamos en junio-, los tres operarios trabajan, sin volver la cara a la derecha ni a la izquierda. Con movimiento isócrono, exhalando a cada piquetazo el mismo ¡a hum!...

Un par de medias de seda

Kate Chopin

La pequeña señora Sommers se encontró inesperadamente un día con que era la feliz poseedora de quince dólares. Para ella esa era una gran suma de dinero y la manera en que abultaba su viejo y gastado porte-monnaie la hacía sentirse importante como no se había sentido en años...

La mortaja

Miguel Delibes

El valle, en rigor, no era tal valle sino una polvorienta cuenca delimitada por unos tesos blancos e inhóspitos. El valle, en rigor no daba sino dos estaciones: invierno y verano y ambas eran extremosas, agrias, casi despiadadas...

La casa del orgullo

Jack London

La obra "La casa del orgullo" de Jack London transporta a los lectores a las exuberantes islas de Hawái, donde la naturaleza misma parece respirar alternativamente entre la tierra y el mar. En este paradisiaco escenario, London explora los impactos colaterales de la llegada del hombre blanco, quien, además de difundir la "palabra de Dios" y el "Ron", introduce un sistema económico opresivo y una segregación racial implacable. El autor pinta un retrato vívido de la transformación de este paraíso tropical en un lugar donde las secuelas del colonialismo dejan cicatrices profundas. Jack London, conocido por su destreza en explorar temas sociales y culturales a través de sus obras, despliega una narrativa hábil en "La casa del orgullo". Su estilo literario cautiva al lector, llevándolo a través de la riqueza visual y emocional de las islas Hawái. La habilidad de London para tejer una historia que va más allá de la superficie, revelando capas de significado y crítica social, resalta su maestría como escritor. En este conjunto de cuentos, London…

La mañana después del incendio

Maeve Brennan

Desde mis cinco años hasta casi los dieciocho, vivimos en una casa pequeña en un barrio de Dublín llamado Ranelagh. En nuestra calle, todas las casas eran de ladrillo rojo y tenían pequeños jardines detrás, parte de cemento y parte de hierba, separados unos de otros por muros de piedra bajos...

Diez indios

Ernest Hemingway

Después de un 4 de julio, Nick, que volvía a casa ya tarde en la gran carreta de Joe Garner tras haber estado en el pueblo, vio a nueve indios borrachos junto a la carretera...

2 de la tarde

Inés Arredondo

Esperaba el camión en la esquina de siempre. Mirando los edificios mugrientos, la gente desesperada que se golpea y se insulta, el acoso de los autos, se vio solo y el hambre que sentía se transformó en rabia...

El lujo

Vicente Blasco Ibáñez

La tenía sobre mis rodillas dijo el amigo Martínez, y comenzaba a fatigarme la tibia pesadez de su cuerpo de buena moza...

“Aliados” y “alemanes”

Lino Novás Calvo

Chirriquitín como yo era, ya era “aliado”. Mi padre me llamó entonces el “Tomeguín”. Pero yo no creía que aquel fuera mi padre. Era un hombre que había pasado un día por la colonia, en Georgina, y se fuera...

El marido de Tom

Sarah Orne Jewett

No voy a detenerme en las circunstancias que llevaron a que mi héroe y mi heroína se casaran. A pesar de que su noviazgo casi alcanzaba la perfección, tal y como ellos lo veían, la mayor parte de sus características lo convertían en común a ojos de otras personas...

Don Pietro

Cesare Pavese

En vez de eso encontré la casa iluminada y la mesa puesta en la sala, y mamá y don Pietro hablando de mí. Hacía quince años que no venía por casa y de momento no lo reconocí, pero él enseguida me habló de una tal Ninina, de quien parece que yo estaba enamorado en sus tiempos...

Cuento blanco

Manuel Díaz Rodríguez

La abuela estaba muy pálida y triste. Una fiebre sorda minaba su vida y hacía brillar extrañamente sus ojos bajo los cabellos albos. Reclinada en el cómodo sillón de respaldo muelle, veía hacia el patio lleno de luz, por donde se desparramaba en risas, charlas y juegos locos la fresca alegría de los nietos. Algunos […]

El alma de la máquina

Baldomero Lillo

"De pronto un silbido ensordecedor llena el espacio. Los tumbadores sueltan las carretillas y se yerguen briosos. La tarea del día ha terminado. De las distintas secciones anexas a la mina salen los obreros en confuso tropel. En su prisa por abandonar los talleres se chocan y se estrujan, más no se levanta una voz de queja o de protesta: los rostros están radiantes..."

Seguir de pobres

Ignacio Aldecoa

"Cinco hombres solos. Cinco que forman un puño de trabajo. Dos del noroeste: Zito Moraña y Amadeo, el buen Amadeo, al que le salen las barbas en el dorso de las manos, que se afeita con una hoz. Dos de la Castilla verde: San Juan y Conejo..."

Atiguibas

Julio Ramón Ribeyro

"Un detalle para completar el ambiente de las tribunas populares de entonces: la de “segunda”, a la que íbamos mi hermano y yo, era de cemento hasta las diez primeras gradas y de madera hasta la parte más alta. No había en ellas baños ni retretes..."

Lilas

Kate Chopin

"Unas cabezas de cofias blancas aparecieron de repente en las ventanas; ella les hizo un saludo con el quitasol y el ramo de lilas. Sor Marceline y Sor Marie Anne aparecieron, revueltas y expectantes en la entrada..."

Nueve noches con Amada Luna

Leonardo Padura

"Nueve noches con Amada Luna" se destaca como una colección de tres cautivadores cuentos tejidos por la pluma del renombrado escritor cubano Leonardo Padura. Este compendio, profundamente arraigado en el alma y la idiosincrasia cubana, trasciende los límites geográficos para explorar emociones y realidades humanas universales. El primer relato, "Nueve noches con Amada Luna", nos introduce en el vibrante escenario de La Habana, donde un joven estudiante se ve cautivado por los encantos de Amada Luna, una cantante de boleros. A lo largo de nueve noches llenas de magia, este encuentro efímero se convierte en un inolvidable remanso de amor y pasión. El estudiante, impulsado por la seducción de la voz, la belleza y la personalidad de Amada Luna, experimenta un profundo vínculo emocional. Sin embargo, la naturaleza fugaz de este romance inunda el relato de una nostalgia palpable, delineando las complejidades de los sentimientos y las inevitables despedidas. El segundo cuento, "Nada", despliega un duelo verbal entre dos ancianos que se cruzan en un banco del parque. A través…

Reloj sin dueño

José López Portillo y Rojas

"Tan pronto como Zendejas se vio en la alcoba, cerró la puerta y la ventana para evitar que la luz y el ruido le molestasen; despojose del jaquet y del chaleco, puso el reloj sobre la mesa de noche para consultarle de tiempo en tiempo y no dormir demasiado..."

Convalecencia

Juan Carlos Onetti

"Los colores de las mallas de las tres muchachas aparecían, en el sol enfurecido, fríos y extraños. Azul oscuro las de los dos extremos, pantalones azules y camisilla blanca vestía la más alta, que iba a largos pasos entre las amigas, desprendiéndose un trecho, alcanzada en seguida..."

La despedida

Ignacio Aldecoa

"Cuando fue disminuyendo la velocidad del tren, la joven sentada junto a la ventanilla, en el sentido de la marcha, se levantó y alisó su falda y ajustó su faja con un rápido movimiento de las manos, balanceándose, y después se atusó el pelo de recién despertada, alborotado, mate y espartoso."

Calixto Garmendia

Ciro Alegría

"Sucedió que vino una epidemia de tifo, y el panteón se llenó con los muertos del propio pueblo y los que traían del campo. Entonces las autoridades echaron mano de nuestro terrenito para panteón. Mi padre protestó diciendo que tomaran tierra de los ricos, cuyas haciendas llegaban hasta la propia salida del pueblo..."

El asistente

Pedro Antonio de Alarcón

"Todos cuentan algo: hasta el más taciturno y desconfiado descubre el fondo de su alma. Los criados o mozos (según que sea en casa o en fonda) han abandonado el comedor. Ya no se habla de música, de política, de literatura, de religiones…"