Poesía

Helada

Ella y sus flores (Acrílico sobre lienzo), de Alfredo Rosales.

HELADA

Nubes de porcelana dibujadas en el agua
rayos de sol que ciegan la mirada,
reflejos, deformación de una realidad diferente
inflexión
Los puntos cardinales están tomando vacaciones
ventanas cerradas al norte, empañadas por la niebla,
cuartos oscuros, sin rostro, ese es el sur,
en el centro el eje de la soledad que se parte en dos.
Aislados, naufragio inconcluso, carnada de peces,
como un plañir tanteando la superficie
comienza lenta la natación hacia las playas,
marejada eterna anuncia la sal en sus ojos,
en las olas el ritmo se ha roto
Ya los detalles complicados del vestirse y desvestirse han terminado,
desnuda busca las marcas imprecisas de su muerte, de su verdugo.
Fuera una luna líquida se desplaza cortada por el tiempo
entre las ramas largas, ya sin hojas del almendro del frente
Dentro las lluvias de otoño arrecian
una noche mojada deparaba el estado del tiempo
Así que fraguó sus brotes ante la ya inminente ventisca
durmió a los árboles sabios y guardó sus raíces del frío invierno…

TREGUA POR UNA NOCHE

Hoy has vuelto a mirarme
con esos ojos tuyos tan profundos
Hoy has vuelto a tocarme la mejilla,
por tu mano suave me he estremecido
como al principio.

Hoy la noche es una tregua de pasos fronterizos,
germina sutilmente, quiere ser estrella,
porque la ausencia de tu cobardía ha matado a la muerte,
me lleva a la vida por este instante.

Y puede ser tan grande mi frío en esas noches
que con una chispa calienta hasta los huesos,
abre mis ojos cuando el ave oscura de tu sombra es más densa,
aclara la tiniebla, da luz,
resucita en mí lo que no ha sido

Se vivir con poco, lo confieso,

Amar puede ser una cólera secreta,
el dolor, inesperado, aún más frío…
Pero están esas noches de tregua perpetua
donde no eres estatua que despierta inmóvil,
fría, en la alcoba de un mundo donde todo ha muerto,
que no te vuelves gris en cada huella,
donde tus nombres del pasado se borran en la arena

Están esas noches de tregua perpetua
donde solo quedo yo.

HAY UNA VOZ

Hay una voz en mí que quiere crecer, que quiere nacer
rosa perfecta que va vistiéndose de muerte.
Hay una voz en mis entrañas que se retuerce y grita por querer salir,
que escucha, que siente, que late.
Mi voz se tiene que hacer de piedra, carne de yugo,
ha nacido la voz de la sepultura.
Las lágrimas no importan ya
Hoy la sangre tiene dedos y abre fosas
en la tierra, surcos en el alma.
Hay una voz en mí, pero la voz se apagó,
no nació, no creció, no vivió.
Había una vez una voz…

Adriana Rodríguez Vives. La Habana, 1989

Como fotógrafa cuenta con varias exposiciones colectivas y premios en concursos de fotorreoporterismo. Escribe poesía y mantiene el blog Revelar-t (disponible desde adrivives.wordpress.com).