Ensayo

Kafka y Piñera: la arquitectura de la imagen

Uno

2012 fue el año del centenario del nacimiento del poeta, cuentista y dramaturgo cubano Virgilio Piñera (1912-1979), y se conmemoró también en él un siglo de la publicación de La metamorfosis de Franz Kafka. En el año de la “eclosión kafkiana”, según lo bautiza  el periodista Ricardo Menéndez Salmón, nació en Cárdenas, el 4 de agosto, en pleno verano tropical, nuestro Virgilio, el Kafka caribeño.

Si bien molesta a veces leer las constantes comparaciones que la crítica francesa del siglo XX hacía de Piñera con Ionesco o Beckett, es innegable que «el absurdo» con todas sus implicaciones y las más variadas características de ese movimiento tuvieron un cultivo paralelo, y en algunos casos anterior a los autores citados, en la obra del escritor cubano. Por otra parte, Piñera dio continuidad a la obra zequeriana de finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX, al “disparate” en nuestra lírica, al choteo y otros conceptos que tanto en la poesía, la narrativa y la ensayística de la isla tienen una presencia evidente durante siglos.

Estas características de la creación artística cubana e internacional encontraron en Piñera un cultivador difícil de superar, heredero de la tradición colonial, y testimoniante directo de la República y el período revolucionario de 1959. Basten Electra Garrigó (1942), La isla en peso (1943) y Cuentos fríos (1956) para que Piñera sea el hispanohablante contemporáneo a Beckett y a Ionesco que, incluso antes que ellos, reflejase en su obra el absurdo existencial que hoy nadie discute como característica consustancial al siglo XX.

Electra Garrigó, como ya se ha señalado, es de 1942, y La isla en peso de 1943; mientras que La cantante calva de Ionesco es de 1952 y de este mismo año es Esperando a Godot de Beckett. Por lo que el desarrollo del sin sentido, del absurdo, de lo inconexo, de la burla amarga, del humor negro, de la carcajada de horror, del existencialismo, de la nacionalidad y la vida como azares en la obra de Piñera es, como mínimo, contemporáneo al movimiento europeo.

Piñera, más que heredero del teatro del absurdo, es un cultivador coetáneo (desde los años 40 y durante el resto de su vida) a los autores europeos y norteamericanos que la crítica literaria engloba en este rubro.

Dos

Uno de los antecedentes que tanto los autores como la crítica del movimiento literario del absurdo reconocen es Franz Kafka. Precisamente sobre Kafka escribió un artículo1 Virgilio Piñera en el año 1945, publicado en la revista Orígenes, año II, número 8, que me gustaría destacar.

Piñera no descarta ni desacredita la importancia que tiene el entorno social y el diálogo que toda obra mantiene con su tiempo, las conexiones entre literatura y realidad, aunque se queda con lo primero, pero no quiere decir ello que se incline el cubano por, como él mismo dice, “esa ofensiva teoría del ‘arte por el arte’”.

A lo que se refiere Piñera es que, si bien el diálogo con el entorno social condiciona una obra, al pasar el tiempo todos estos referentes extraliterarios dejan de tener sentido, se potencian otros, y entonces lo que queda son “medios puramente literarios”, “mediante enormes arquitecturas de imágenes”. Kafka persigue el “lúcido olvido del individuo”, y Piñera mantiene como secundarias todas las interpretaciones subjetivas que dan a ello, porque para el cubano lo que persigue Kafka es “la razón literaria, la invención literaria”, “la sorpresa literaria”, “la sorpresa por invención”, el “deus ex machina”, ese monstruo ficcional que queda, la arquitectura del terror que sobrevive y se alza sobre toda referencia extrartística, circunstancial y efímera. A estas referencias Piñera las llama “peso muerto”, “obra muerta” que ha de padecer el lector posterior.

Para Piñera, Gregorio Samsa es más trascendente si nos quedamos con su metamorfosis en enorme cucarachón, sin ir más allá. La lectura de los críticos que ven en esa conversión una alegoría de la juventud alemana de la Primera Guerra Mundial es una interpretación más; lo fascinante, lo sorprendente es la cucaracha como juguete metafórico. Eso es lo que trasciende de la obra, y lo que será reinterpretado por los lectores del futuro a la luz de nuevos tiempos.

Piñera propone que nos quedemos con el juego ficcional, sin buscar interpretaciones, sin que leamos entre líneas. Para él, en este sentido, la recepción del lector medio, del que no ha estudiado el contexto histórico, es la ideal.

Tres

La argumentación de Piñera sobre que Kafka (y el artista en general) crea “personas despersonalizadas”; la ausencia de una ética, una teología o una filosofía fija en la obra kafkiana; la importancia de lo literario y ficcional por encima de todo lo demás, tienen reflejo en la propia obra del autor de Electra Garrigó.

El objetivo que Piñera atribuye a Kafka, la búsqueda y la creación de una maquinaria ficcional que va más allá de los elementos referenciales extraliterarios, es el verdadero objetivo de gran parte de la creación del propio Virgilio. El dramaturgo cubano (como dice de Dante) persigue “una invención estrictamente literaria”, lo cual es “producto de una enfermedad llamada literatura”; su constancia y disciplina en la creación artística así lo testimonia, pues para Piñera lo único sagrado que existió fue la poiesis, y por ello trabajó incansablemente.

Pretendió para sí y para su arte la arquitectura del tigre, la gravitación como carcajada, la inversión de los altares, la negación como fundamento, una especie de andamiaje en la sombra, de edificio que paradójicamente se fortalece con la deconstrucción de sus personajes deshumanizados, con la segmentación y desmembración de sus entes ficcionales, en la genuflexión de Rosa2, en los grandes pies de Flora3.

Como Kafka, quería ser “un creador de imágenes, de juguetes de imaginación”. En Piñera también “ficción e invención adquieren proporciones infinitas”. Su Gregorio Samsa se expande en un andamiaje invisible, sin aristas, sin esquinas; son los grandes pies de Flora que “ocupan todo el espacio” con “la imponderable amargura de un zapato”; es Electra convertida en puerta, Electra-sonido, Electra-espejo, Electra como un fluido que abarca todo lo existente, el monstruo que con su complexión destruye el vacío y ocupa entero el escenario.

TEXTOS CITADOS:

1. Virgilio Piñera. «El secreto de Kafka». En: Orígenes, año II, no. 8, La Habana, 1945, pp. 42-45.

2. __________. «Solicitud de canonización de Rosa Cagí». En: La isla en peso. Ed. UNIÓN, La Habana, 1998, pp. 111 y 112.

3. __________. «Vida de Flora». En: Ibídem, pp. 45 y 46.

Yoandy Cabrera. Pinar del Río, 1982. Poeta y ensayista.

Licenciado en Letras, con perfil en Letras Clásicas, por la Universidad de La Habana. Máster en Filología Hispánica por el CSIC-UNED y en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid. Ha publicado crítica y poesía en diversos medios. Obtuvo el Premio Dador de Investigación 2009. Ha sido profesor de Lenguas y Literaturas Clásicas en la Universidad de La Habana y en el Colegio de San Gerónimo. Investiga la pervivencia de los motivos grecolatinos en la poesía y las artes escénicas. Actualmente realiza estudios de doctorado en Filología Griega. Reside en Madrid.