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La lectura «empaquetada» y un debate sobre consumo cultural en Cuba

“Infografía sobre la cadena de distribución y gestión del Paquete Semanal”. Proporcionado por: José Raúl Concepción Llanes

Un fantasma recorre Cuba: el fantasma del “Paquete Semanal”. La gente pasa de largo ante librerías y galerías de arte, no pone atención a las carteleras de cine, teatro y música en vivo, vuela para encerrarse en casa, prende la tele y mira de reojo, con hastío, la programación de los canales estatales, y se queda a la espera de aquel que vendrá a salvarla del aburrimiento.

A la puerta llama el “paquetero”, un distribuidor que por 1 o 2 CUC (25 o 50 pesos cubanos; el precio cambia según el día de la semana) pone a disposición del cliente un disco externo con 1 Terabyte entero de productos culturales elaborados en el extranjero. Películas, telenovelas, series norteamericanas, espectáculos deportivos, programas de participación, videoclips, revistas, comics, aplicaciones y software, anuncios comerciales y clasificados, que se renuevan cada semana.

Una fuente (o fuentes) misteriosa realiza esa gigantesca compilación periódica, la pone a circular por las venas de la isla y llega a todas sus provincias y los pueblos más remotos. Le han puesto el calificativo de “la Internet del pueblo” y sus contenidos no quedan sólo entre aquellos que pagan el servicio del “Paquete Semanal” sino que, además, se socializan en envíos de email y memorias portables, o a través de redes particulares con las que muchos cubanos se han ido interconectando por cuenta propia. Es una versión del streaming pero a lo cubano; dada la baja conectividad nacional: ha nacido un paradójico “Netflix offline”.

El Paquete Semanal ha puesto de cabeza a las instituciones culturales oficiales, que han visto cómo de manera insidiosa los del servicio underground les han robado el show del consumo cultural y la trasmisión de valores e ideología. Desde entonces, debates van y reuniones vienen.

Aunque se eluda hablar de “prohibir” o “censurar” para no despertar viejos demonios, hay quienes se proclaman los puros adalides de una Cultura Verdadera e instan a levantar estandarte y dar guerra contra los intrusos. Otros van al extremo opuesto y elogian este “giro cultural” al que agradecen su soplo de “libertad de consumo”. No todo es bazofia, en el paquete de la semana pasada venía la última Palma de Oro de Cannes, dicen estos para rebajar los humos de los intransigentes. Los del bando intermedio quieren “convivir”, “complementarse”, crear “alternativas desde la institución”, “aprender un poco de ese modelo del paquete”.

La pasada semana se vivió el acto más reciente de esta historia de enredos. Ahora que, a la contra de ciertos optimismos proclamados tras la última Feria del Libro, parece irrefutable que los libros pasaron de moda, en el Centro de Promoción Literaria Dulce María Loynaz se convocó dentro de “Ciclos en movimiento. Espacio sobre temas de la cultura cubana contemporánea” a un panel bajo el título “Literatura… ¿en Paquete o Mochila?”.*

A sala llena e invitado entre los expositores, el joven José Raúl Concepción, recién licenciado en Periodismo con una tesis de grado titulada “La Cultura Empaquetada”, desarmó hasta a los más recalcitrantes de la esperanza con los resultados de su “análisis del consumo audiovisual informal del Paquete Semanal en un grupo de jóvenes capitalinos”.

Según datos aportados por una encuesta, la generalidad de los jóvenes alega consumir el dichoso paquete en lugar de cualquier otra opción cultural, descarta la mayoría de las ofertas oficiales y más de la mitad ven en ello una oportunidad de entretenimiento antes que de aprendizaje e información. Más allá del interés privilegiado de los jóvenes por las películas, telenovelas y series, o los shows televisivos, encima la literatura tiene en contra que ella sólo forma parte de un exiguo 3%, englobado en la categoría mixta de Otros, dentro de todo el Terabyte del paquete.

Como aporte de José Raúl a la reflexión sobre la búsqueda de opciones para el rescate de la lectura en estos tiempos de prevalencia del audiovisual, él propuso tener en cuenta el auge de las “narrativas transmediales” en el panorama contemporáneo, y optar por una sinergia entre las distintas instituciones del campo cultural cubano para generar productos que atraviesen los distintos territorios artísticos, incluido el literario.

Como ejemplo de un exitoso producto transmedia hecho en Cuba, citó a Elpidio Valdés, el personaje de Juan Padrón, cuyo universo total ha tenido manifestaciones en el dibujo animado, la tira de historietas, la novela gráfica, los juegos de mesa…

Un intelectual que no se cruza de brazos, como Desiderio Navarro, director del Centro Cultural Criterios, habla de su experiencia con las ya varias ediciones de los “Mil y un libros”, proyecto mediante el cual coloca en manos de interesados lo más avanzado del pensamiento contemporáneo e internacional en las ciencias sociales y en la crítica artístico-literaria. Desiderio convida a discutir otros temas concomitantes, como derecho de autor y propiedad intelectual vs. piratería o difusión libre, y de las traiciones de las traducciones.

Gracias a la relativa amplitud del uso del correo electrónico en Cuba y a Jorge Luis Reyes, miembro de la Editorial Sed Belleza de Santa Clara, circulan desde hace un tiempo algunas novedades de la literatura mundial, distribuidas bajo el rótulo de “Fomento de la Lectura Inteligente”. Jorge Luis, otro que “le mete cabeza” a la situación actual y genera ideas emprendedoras, intervino en el debate con la incitación a crear comunidades virtuales y de implicarlas en la fundación de bibliotecas digitales autóctonas para promover un consumo cultural de calidad.

Por último, Isliada también metió baza en el asunto y presentó “El Librero Semanal”, una iniciativa que toma lecciones del Paquete y las adapta al entorno del lector cubano. Este proyecto ofrece una biblioteca total de 1 500 libros, clásicos y actuales, con énfasis en los segundos; y divididos en 50 paquetes de 30 libros digitales, cada uno promoviendo autores de renombre y un muy variado abanico de temas y géneros.

Para el disfrute de esta “literatura empaquetada”, Isliada facilita además el conjunto de softwares y aplicaciones que permiten al usuario desplegar las más distintas actividades: convertir desde y hacia todos los formatos digitales al uso, leer en cualquiera de estos y hacerlo sobre cualquier dispositivo electrónico (tabletas, móviles, ebook readers, PC), administrar una biblioteca propia en la PC, disfrutar mejor de libros gráficos y comics, y hasta programas y manuales para crear individualmente ebooks y montarse en el carro de la autopublicación.

Por suerte, la velada del Centro Loynaz transcurrió diferente a otras que le han precedido con asunto similar. No hubo “comisarios” airados contra el consumo “fuera de control”. Ni predominaron los especulativos y teóricos que llevan a ninguna parte. Tampoco se reincidió en el dilema de “libro impreso vs. libro digital”, tan vetusto como el hamletiano “ser o no ser”. Predominó la visión pragmática en el reconocimiento de que por debajo de cualquier intención sólo debe primar el interés de “salvar la lectura”. De rescatarla como fuente de aprendizaje y de ocio, y no como privilegiada y contrapuesta o sino complementaria del imperio de la imagen.

Si la lectura debe llegar en paquete, pues que así sea. Pareciera esta la conclusión, en armonía con las realidades que corren. Una noticia de última hora da cuenta del interés del Instituto Cubano del Libro en adquirir el “Librero Semanal” fabricado por Isliada y colocarlo en librerías estatales.

*La Mochila es el nombre dado por la Unión de Jóvenes Comunistas a la iniciativa de vincular a las instituciones culturales del Estado en la compilación de productos culturales de factura nacional, para su descarga por los usuarios de los Joven Club de Computación, una red de locales de servicios cibernéticos gestionados por la mentada organización política y distribuidos por toda la isla. Para más información sobre “La Mochila” lea el artículo publicado en la revista El Caimán Barbudo: “La Mochila vs. El Paquete: Otra pelea cubana contra los demonios del subdesarrollo”, disponible en web.

Rafael Grillo. (La Habana, 1970). Escritor y periodista.

Rafael Grillo (La Habana, 1970): Escritor y periodista. Jefe de Redacción de la revista El Caimán Barbudo y fundador de la web literaria Isliada. Licenciado en Psicología y Diplomado en Periodismo. Imparte cursos de técnicas narrativas en la Universidad de La Habana y otras instituciones. Ha publicado las novelas Historias del Abecedario y Asesinos ilustrados (Premio Luis Rogelio Nogueras 2009), los libros de ensayo Ecos en el laberinto y La revancha de Sísifo y el volumen de crónicas Las armas y el oficio (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008). Incluido en numerosas antologías; las más recientes: El silencio de los cristales. Cuentos sobre la emigración cubana; Tres toques mágicos. Antología de la minificción cubana y Island in the Ligth / Isla en la luz (bilingüe, publicado por The Jorge Pérez Foundation, Miami). Como antologador participó en L@s nuev@s caníbales. Antología del microcuento del Caribe Hispano (2015) y es el responsable de la “Trilogía de las Islas” conformada por Isla en negro. Historias de crimen y enigma (2014); Isla en rojo. Historias cubanas de vampiros y otras criaturas letales (2016); Isla en rosa. Historias cubanas del amor y sus desdichas (2016). En 2018 recibió con Isla en rojo el Premio del Lector, que se entrega a los libros más leídos del año. En 2020 participó en la novela colectiva Mirar, sufrir, gozar… La Habana y vio la luz su volumen de relatos Revolicuento.com.