El asesinato de Roger Ackroyd

Resumen del libro: "El asesinato de Roger Ackroyd" de

«El asesinato de Roger Ackroyd» es una novela de misterio escrita por la aclamada autora de suspense, Agatha Christie. Publicada originalmente en 1926, esta obra maestra literaria ha cautivado a lectores de todo el mundo con su trama ingeniosa, personajes fascinantes y un giro final sorprendente que se ha convertido en uno de los más recordados en la historia de la literatura de detectives.

La historia está ambientada en la tranquila localidad inglesa de King’s Abbot, donde el adinerado Roger Ackroyd es encontrado muerto en su estudio. El narrador y personaje principal, el doctor Sheppard, se convierte en el confidente del famoso detective belga, Hércules Poirot, quien es llamado para resolver el caso. Con la colaboración del doctor Sheppard, Poirot se embarca en una investigación minuciosa y llena de giros y vueltas, en la que cada personaje se convierte en sospechoso y todos tienen algo que ocultar.

Agatha Christie demuestra su maestría en la creación de personajes complejos y fascinantes. Desde el misterioso y cautivador Poirot hasta los habitantes peculiares de King’s Abbot, cada uno de ellos es retratado con detalle y profundidad. La autora juega con las emociones y los prejuicios de los lectores, desviando la atención hacia diferentes sospechosos a lo largo de la historia, lo que hace que sea imposible dejar de leer hasta descubrir la verdad detrás del asesinato de Roger Ackroyd.

Lo que distingue a esta novela es su inolvidable y magistral giro final. Agatha Christie es conocida por sus sorpresas, y en «El asesinato de Roger Ackroyd» crea un giro tan inesperado que revoluciona el género de la novela detectivesca. Es un golpe maestro que hace que el lector cuestione todas sus suposiciones y ponga en duda todo lo que creía saber sobre el caso. Este giro ingenioso y audaz es lo que ha convertido a esta novela en un clásico y en una de las obras más admiradas de Agatha Christie.

En resumen, «El asesinato de Roger Ackroyd» es una obra imprescindible para los amantes del misterio y el suspense. Agatha Christie demuestra su genialidad como escritora de novelas detectivescas al presentar una trama cautivadora, personajes memorables y un final sorprendente que dejará a los lectores sin aliento. Si buscas una lectura absorbente que te mantenga en vilo hasta la última página, este libro no te decepcionará.

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Capítulo I

El doctor Sheppard a la hora del desayuno

Mrs. Ferrars murió la noche del 16 al 17 de septiembre, un jueves. Me enviaron a buscar a las ocho de la mañana del viernes 17. Mi presencia no sirvió de nada. Hacía horas que había muerto.

Regresé a mi casa unos minutos después de las nueve. Entré y me entretuve adrede en el vestíbulo, colgando mi sombrero y el abrigo ligero que me había puesto como precaución por el fresco de las primeras horas de un día otoñal.

En honor la verdad, diré que estaba muy inquieto y preocupado. No voy a pretender que previ entonces los acontecimientos de las semanas siguientes, pero mi instinto me avisaba de la proximidad de tiempos llenos de sobresaltos y sinsabores.

Del comedor, situado a la izquierda, llegó a mis oídos un leve ruido de tazas y platos, acompañado de la tos seca de mi hermana Caroline.

— ¿Eres tú, James? —preguntó.

Pregunta vana, ¿quién iba a ser? Para ser franco, mi hermana Caroline era precisamente la que motivaba mi demora. El lema de la familia mangosta, según Rudyard Kipling, es: «Ve y entérate». Si Caroline necesitase algún día un escudo nobiliario, le sugeriría la idea de representar en él una mangosta rampante. Además, podría suprimir la primera parte del lema. Caroline lo descubre todo permaneciendo tranquilamente sentada en casa. ¡No sé cómo se las apaña, pero así es! Sospecho que las criadas y los proveedores constituyen su propio servicio de información. Cuando sale, no es con el fin de ir en busca de noticias, sino de divulgarlas. En este terreno también se muestra asombrosamente experta.

Esta última característica suya era lo que me hacía vacilar. Fuese lo que fuese lo que yo contara a Caroline sobre la muerte de Mrs. Ferrars, lo sabría todo el mundo en el pueblo al cabo de hora y media. Mi profesión exige discreción y, en consecuencia, acostumbro a esconderle a mi hermana cuantas noticias puedo. Generalmente logra enterarse a pesar de mis esfuerzos, pero tengo la satisfacción moral de saber que estoy al abrigo de toda posible reconvención.

El esposo de Mrs. Ferrars murió hace un año y Caroline no ha dejado de asegurar, sin tener la menor base en que fundarse, que su mujer le envenenó.

Desprecia mi invariable afirmación de que Mr. Ferrars murió de gastritis aguda, ayudada por su excesiva afición a las bebidas alcohólicas. Convengo en que los síntomas de gastritis y de envenenamiento por arsénico tienen puntos de similitud, pero Caroline basa su acusación en motivos muy distintos.

« ¡Basta con mirarla!», oí que decía una vez.

Aunque algo madura, Mrs. Ferrars era una mujer muy atractiva y sus sencillos vestidos le sentaban muy bien. Sin embargo, muchísimas mujeres que compran sus vestidos en París no por eso han envenenado a sus maridos.

Mientras vacilaba en el vestíbulo, pensando vagamente en todas esa cosas, la voz de Caroline sonó de nuevo, algo más aguda:

— ¿Qué demonios haces ahí. James? ¿Por qué no vienes a desayunar?

— ¡Ya voy, querida! —contesté apresuradamente—. Estoy colgando el abrigo.

— ¡Has tenido tiempo de colgar una docena!

Tenía razón, muchísima razón. Entré en el comedor, di a Caroline el acostumbrado beso en la mejilla y me senté ante un plato de huevos fritos con beicon. El beicon estaba frío.

—Te han llamado muy temprano —observó Caroline.

—Sí. De Kings Paddock. Mrs. Ferrars.

—Lo sé.

— ¿Cómo lo sabes?

—Annie me lo ha dicho.

Annie es la doncella; buena chica, pero una charlatana incorregible.

Hubo una pausa. Continué comiendo los huevos con beicon. La nariz de mi hermana, que es larga y delgada, se estremecía levemente por la punta como ocurre siempre que algo le interesa o excita.

— ¿Y bien?

—Mal asunto. Nada que hacer. Debió de morir mientras dormía.

—Lo sé —repitió mi hermana.

Esta vez me sentí contrariado.

—No puedes saberlo. Ni yo lo sabía antes de llegar allí y no se lo he contado todavía a nadie. Si Annie está enterada, debe de ser clarividente.

—No me lo ha dicho Annie, sino el lechero. Se lo ha explicado la cocinera de los Ferrars.

Ya he dicho antes que no es preciso que Caroline salga a recoger información. Permanece sentada en casa y las noticias vienen a ella.

— ¿De qué ha muerto? ¿De un ataque cardíaco?

— ¿Acaso no te lo ha dicho el lechero? —repliqué sarcásticamente.

Los sarcasmos le resbalan a Caroline. Se los toma en serio y contesta como si tal cosa.

—No lo sabía.

Como tarde o temprano Caroline acabaría por enterarse, tanto daba que se lo dijera.

—Ha muerto por haber ingerido una dosis excesiva de veronal. Lo tomaba últimamente para combatir el insomnio. Debió de pasarse con la dosis.

— ¡Qué tontería! —dijo Caroline de inmediato—. Lo hizo adrede. ¡A mí no me engañas!

Cuando se tiene un pensamiento secreto, resulta extraño admitir que no se quiere confesar. El hecho de que otra persona lo exprese nos impulsa a negarlo con toda vehemencia.

— ¡Ya vuelves a las andadas! Dices cualquier cosa sin ton ni son. ¿Por qué había de suicidarse? Viuda, joven todavía, rica y con buena salud, no tenía otra cosa que hacer sino disfrutar de la vida. ¡Lo que dices es absurdo!

—Nada de eso. Tú también tuviste que fijarte en el cambio que había sufrido estos últimos meses. Parecía atormentada, y acabas de admitir que no podía conciliar el sueño.

— ¿Cuál es tu diagnóstico? —pregunté fríamente—. ¿Un amor desgraciado?

—Remordimientos —afirmó con brío.

— ¿Remordimientos?

—Sí. Nunca quisiste creerme cuando te decía que había envenenado a su marido. Ahora estoy más convencida que nunca.

—No te muestras muy lógica. Seguro que, cuando una mujer llega hasta el extremo de cometer un asesinato, tiene la suficiente sangre fría como para disfrutar de su crimen sin dejarse dominar por el débil sentimentalismo que suponen los remordimientos.

Caroline meneó la cabeza.

—Probablemente hay mujeres como las que tú dices, pero Mrs. Ferrars no era una de ellas. Era un manojo de nervios. Un impulso imposible de dominar la llevó a desembarazarse de su marido, porque era de esas personas incapaces de soportar el más mínimo sufrimiento y no cabe duda de que la esposa de un hombre como Ashley Ferrars debió de sufrir mucho.

Asentí.

El asesinato de Roger Ackroyd: Agatha Christie

Agatha Christie. Escritora inglesa nacida en Torquay (Inglaterra) el 15 de septiembre de 1890, es considerada como una de las más grandes autoras de crimen y misterio de la literatura universal. Su prolífica obra todavía arrastra a una legión de seguidores, siendo una de las autoras más traducidas del mundo y cuyas novelas y relatos todavía son objeto de reediciones, representaciones y adaptaciones al cine.

Christie fue la creadora de grandes personajes dedicados al mundo del misterio, como la entrañable miss Marple o el detective belga Hércules Poirot. Hasta hoy, se calcula que se han vendido más de cuatro mil millones de copias de sus libros traducidos a más de 100 idiomas en todo el mundo. Además, su obra de teatro La ratonera ha permanecido en cartel más de 50 años con más de 23.000 representaciones.

Nacida en una familia de clase media, Agatha Christie fue enfermera durante la Primera Guerra Mundial. Su primera novela se publicó en 1920 y mantuvo una gran actividad mandando relatos a periódicos y revistas.

Tras un primer divorcio, Christie se casó con el arqueólogo Max Mallowan, con quien realizó varias excavaciones en Oriente Medio que luego le servirían para ambientar alguna de sus más famosas historias, al igual que su trabajo en la farmacia de un hospital, que le ayudó para perfeccionar su conocimiento de los venenos.

De entre sus novelas habría que destacar títulos como Diez negritos, Asesinato en el Orient Express, Tres ratones ciegos, Muerte en el Nilo, El asesinato de Roger Ackroyd o Matar es fácil, entre otros muchos. Las adaptaciones al cine de su obra se cuentan por decenas.

Además de estas obras, Agatha Christie también se dedicó a la novela romántica bajo el seudónimo de Mary Westmacott.

Christie recibió numerosos premios y distinciones a lo largo de su carrera, como el título de Dama del Imperio Británico o el primer Grand Master Award concedido por la Asociación de Escritores de Misterio.

Agatha Christie murió en Wallingford (Inglaterra) el 12 de enero de 1976.

Cine y Literatura
Película: El asesinato de Roger Ackroyd

El asesinato de Roger Ackroyd

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