El hombre de la máscara de hierro

El hombre de la máscara de hierro, una novela de Alejandro Dumas

Resumen del libro: "El hombre de la máscara de hierro" de

El hombre de la máscara de hierro es un misterioso personaje francés de los siglos XVII-XVIII, que fue encarcelado por razones desconocidas en la prisión de la Bastilla. Mientras estuvo en prisión su rostro fue cubierto con una máscara probablemente hecha de terciopelo, aunque la leyenda dice que era de hierro.

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Tres comensales admirados de comer juntos

Al llegar la carroza ante la puerta primera de la Bastilla, se paró a intimación de un centinela, pero en cuanto D’Artagnan hubo dicho dos palabras, levantóse la consigna y la carroza entró y tomó hacia el patio del gobierno.

D’Artagnan, cuya mirada de lince lo veía todo, aun al través de los muros, exclamó de repente:

—¿Qué veo?

—¿Qué veis, amigo mío? —preguntó Athos con tranquilidad.

—Mirad allá abajo.

—¿En el patio?

—Sí, pronto.

—Veo una carroza; habrán traído algún desventurado preso como yo.

—Apostaría que es él, Athos.

—¿Quién?

—Aramis.

—¡Qué! ¿Aramis preso? No puede ser.

—Yo no os digo que esté preso, pues en la carroza no va nadie más.

—¿Qué hace aquí, pues?

—Conoce al gobernador Baisemeaux —respondió D’Artagnan con socarronería—. Llegamos a tiempo.

—¿Para qué?

—Para ver.

—Siento de veras este encuentro —repuso Athos—. Al verme, Aramis se sentirá contrariado, primeramente de verme, y luego de ser visto.

—Muy bien hablado.

—Por desgracia, cuando uno encuentra a alguien en la Bastilla, no hay modo de retroceder.

—Se me ocurre una idea, Athos —repuso el mosquetero—, hagamos por evitar la contrariedad de Aramis.

—¿De qué manera?

—Haciendo lo que yo os diga, o más bien dejando que yo me explique a mi modo. No quiero recomendaros que mintáis, pues os sería imposible.

—¿Entonces?…

—Yo mentiré por dos, como gascón que soy.

Athos se sonrió.

Entretanto la carroza se detuvo al pie de la puerta del gobierno.

—¿De acuerdo? —preguntó D’Artagnan en voz queda.

Athos hizo una señal afirmativa con la cabeza, y, junto con D’Artagnan, echó escalera arriba.

—¿Por qué casualidad?… —dijo Aramis—. Eso iba yo a preguntaros —interrumpió D’Artagnan.

—¿Acaso nos constituimos presos todos? —exclamó Aramis esforzándose en reírse.

—¡Je, je! —exclamó el mosquetero—. La verdad es que las paredes huelen a prisión, que apesta. Señor de Baisemeaux, supongo que no habéis olvidado que el otro día me convidasteis a comer.

—¡Yo! —exclamó el gobernador.

—¡Hombre! no parece sino que os toma de sorpresa. ¿Vos no lo recordáis?

Baisemeaux, miró a Aramis, que a su vez le miró también a él, y acabó por decir con tartamuda lengua:

—Es verdad… me alegro… pero… palabra… que no… ¡Maldita sea mi memoria!

—De eso tengo yo la culpa —exclamó D’Artagnan haciendo que se enfadaba.

—¿De qué?

—De acordarme por lo que se ve.

—No os formalicéis, capitán —dijo Baisemeaux abalanzándose al gascón—. Soy el hombre más desmemoriado del reino. Sacadme de mi palomar, y no soy bueno para nada.

—Bueno, el caso es que ahora lo recordáis, ¿no es eso? —repuso D’Artagnan con la mayor impasibilidad.

—Sí, lo recuerdo —respondió Baisemeaux titubeando.

—Fue en palacio donde me contasteis qué sé yo que cuentos de cuentas con los señores Louvieres y Tremblay.

—Ya, ya. Y respecto a las atenciones del señor de Herblay para con vos.

—¡Ah! —exclamó Aramis mirando de hito en hito al gobernador—. ¿Y vos decís que no tenéis memoria, señor Baisemeaux?

Alejandro Dumas. (Villers-Cotterêts, 1802 - Puys, cerca de Dieppe, 1870) fue uno de los autores más famosos de la Francia del siglo XIX, y que acabó convirtiéndose en un clásico de la literatura gracias a obras como Los tres mosqueteros (1844) o El conde de Montecristo (1845). Dumas nació en Villers-Cotterêts en 1802, de padre militar —que murió al poco de nacer el escritor— y madre esclava. De formación autodidacta, Dumas luchó para poder estrenar sus obras de teatro. No fue hasta que logró producir Enrique III (1830) que consiguió el suficiente éxito como para dedicarse a la escritura.

Fue con sus novelas y folletines, aunque siguió escribiendo y produciendo teatro, con lo que consiguió convertirse en un auténtico fenómeno literario. Autor prolífico, se le atribuyen más de 1.200 obras, aunque muchas de ellas, al parecer, fueron escritas con supuestos colaboradores.

Dumas amasó una gran fortuna y llegó a construirse un castillo en las afueras de París. Por desgracia, su carácter hedonista le llevó a despilfarrar todo su dinero y hasta se vio obligado a huir de París para escapar de sus acreedores.