El médico a palos

Resumen del libro: "El médico a palos" de

El médico a palos es una comedia del dramaturgo francés Molière que se estrenó en 1666. La obra narra las peripecias de Sganarelle, un leñador que es convertido en médico a palos por su esposa Martina, quien quiere vengarse de él por sus malos tratos. Sganarelle se ve obligado a fingir que es un médico experto y a curar a diversos enfermos con remedios absurdos y disparatados.

La obra es una sátira de la medicina de la época y de la credulidad de la gente, que acepta sin cuestionar las opiniones de los supuestos sabios. Molière se burla de los médicos pedantes y charlatanes que abusan de su autoridad y de su lenguaje incomprensible para engañar a sus pacientes. También se ríe de los enfermos hipocondríacos y de los padres que quieren casar a sus hijas con hombres que no les gustan.

El médico a palos es una obra divertida y dinámica, que combina el humor verbal con el humor gestual y el enredo. Los personajes son arquetipos de la comedia del arte, como el marido engañado, la esposa astuta, el criado gracioso, el viejo avaro, la joven enamorada, etc. El lenguaje es sencillo y coloquial, con algunos juegos de palabras y alusiones culturales. La obra tiene una estructura clásica de tres actos, con una introducción, un nudo y un desenlace.

El médico a palos es una obra que sigue vigente por su crítica a la falsedad y a la ignorancia, y por su valoración de la inteligencia y el sentido común. Es una obra que invita a reírse de los defectos humanos y a reflexionar sobre la importancia de la honestidad y el amor.

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Escena I

BARTOLO, MARTINA

BARTOLO.— ¡Válgale Dios, y que duro está este tronco! El hacha se mella toda, y él no se parte…

(Corta leña de un árbol inmediato al foro; deja después el hacha arrimada al tronco, se adelanta hacia el proscenio, siéntase en un peñasco, saca piedra y eslabón, enciende un cigarro y se pone a fumar).

¡Mucho trabajo es éste!… Y como hoy aprieta el calor, me fatigo y me rindo y no puedo más… Dejémoslo y será lo mejor, que ahí se quedara para cuando vuelva. Ahora vendrá bien un rato de descanso y un cigarrillo, que esta triste vida otro la ha de heredar… Ahí viene mi mujer. ¿Qué traerá de bueno?

MARTINA.— (Sale por el lado derecho del teatro). Holgazán, ¿qué haces ahí sentado, fumando sin trabajar? ¿Sabes que tienes que acabar de partir esa leña y llevarla al lugar, y ya es cerca de mediodía?

BARTOLO.— Anda, que si no es hoy será mañana.

MARTINA.— Mira que respuesta.

BARTOLO.— Perdóname, mujer. Estoy cansado, y me senté un rato a fumar un cigarro.

MARTINA.— ¡Y que yo aguante a un marido tan poltrón y desidioso! Levántate y trababa.

BARTOLO.— Poco a poco, mujer; si acabo de sentarme. MARTINA. Levántate.

BARTOLO.— Ahora no quiero, dulce esposa.

MARTINA.— ¡Hombre sin vergüenza, sin atender a sus obligaciones! ¡Desdichada de mi!

BARTOLO.— ¡Ay, que trabajo es tener mujer! Bien dice Séneca, que la mejor es peor que un demonio.

MARTINA.— Miren que hombre tan hábil, para traer autoridades de Séneca.

BARTOLO.— ¿Si soy hábil? A ver, a ver, búscame un leñador que sepa lo que yo, ni que haya servido seis años a un medico latino, ni que haya estudiado el quis vel qui, quae, quod vel quid, y más adelante, como yo lo estudie.

MARTINA.— Mal haya la hora en que me case contigo.

BARTOLO.— Y maldito sea el pícaro escribano que anduvo en ello.

MARTINA.— Haragán, borracho.

BARTOLO.— Esposa, vamos, poco a poco.

MARTINA.— Yo te haré cumplir con tu obligación.

BARTOLO.— Mira, mujer, que me vas enfadando.

(Se levanta desperezándose, encaminase hacia el foro, coge un palo del suelo y vuelve).

MARTINA.— Y ¿qué cuidado me da a mi, insolente?

BARTOLO.— Mira que te he de cascar, Martina.

MARTINA.— Cuba de vino.

BARTOLO.— Mira que te he de solfear las espaldas. MARTINA. Infame.

BARTOLO.— Mira que te he de romper la cabeza.

MARTINA.— ¿A mi? Bribón, tunante, canalla. ¿A mi?

BARTOLO.— (Dando de palos a Martina). ¿Sí? Pues toma.

MARTINA.— ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!

BARTOLO.— Éste es el único medio de que calles… Vaya, hagamos la paz. Dame esa mano.

MARTINA.— ¿Después de haberme puesto así?

BARTOLO.— ¿No quieres? Si eso no ha sido nada. Vamos.

MARTINA.— No quiero.

BARTOLO.— Vamos, hijita.

MARTINA.— No quiero, no.

BARTOLO.— Mal hayan mis manos, que han sido causa de enfadar a mi esposa… Vaya, ven, dame un abrazo.

(Tira el palo a un lado y la abraza).

MARTINA.— ¡Si reventaras!

BARTOLO.— Vaya, si se muere por mí la pobrecita… Perdóname, hija mía. Entre dos que se quieren, diez o doce garrotazos más o menos no valen nada… Voy hacia el barranquitero, que ya tengo allí una porción de raíces; haré una carguilla[3] y mañana, con la burra, la llevaremos a Miraflores.

(Hace que se va y vuelve).

Oyes, y dentro de poco hay feria en Buitrago; si voy allá, y tengo dinero, y me acuerdo, y me quieres mucho, te he de comprar una peineta de concha con sus piedras azules.

(Toma el hacha y unas alforjas, y se va por el monte adelante. Martina se queda retirada a un lado, hablando entre sí).

MARTINA.— Anda, que tú me las pagaras… Verdad es que una mujer siempre tiene en su mano el modo de vengarse de su marido; pero es un castigo muy delicado para este bribón, y yo quisiera otro que él sintiera más, aunque a mi no me agradase tanto.

El médico a palos – Molière – Molière

Molière. Fue un importante dramaturgo francés nacido en París el 15 de enero de 1622 y fallecido en la misma ciudad el 17 de febrero de 1673. Es considerado como uno de los más grandes autores teatrales de la historia y padre de la Comedia Francesa. Su verdadero nombre fue Jean-Baptiste Poquelin.

Su relación con el teatro se inicia en 1643 cuando firma, junto a los Béjart, comediantes, el acta de constitución del Ilustre Teatro, que pasaría a dirigir sin mucho acierto un año más tarde. Durante cinco años, Molière deja la capital francesa para ser actor, volviendo en 1650 a hacerse cargo de la compañía. Pronto cobran fama sus farsas y obras cómicas, siendo instalados por el rey francés en el teatro de Petit-Bourbon.

Sus obras empiezan a cobrar popularidad, siguiendo la máxima de “corregir las costumbres riendo”, lo cual, junto con la protección real, hace que Molière se gane enemigos entre los que son ridiculizados en sus obras. En 1664 es nombrado responsable de las diversiones de la Corte; ese mismo año se estrena el Tartufo, obra crítica para con la hipocresía religiosa y que provocó airadas reacciones entre las clases conservadoras, que obligaron al rey a prohibir la obra durante cinco años.

Con el apoyo real, sin embargo, la compañía pasa a ser Compañía Real. Aunque su salud se va resintiendo, Molière sigue escribiendo obras inmortales como El misántropo o El médico a palos. Su última obra, El enfermo imaginario, pasó tristemente a su historia debido al ataque que el propio actor y autor tuvo en una de sus representaciones, del que no se recuperó, falleciendo.

Cine y Literatura
Película: El médico a palos

El médico a palos

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