Gracias por el fuego

Gracias por el fuego - Mario Benedetti

Resumen del libro: "Gracias por el fuego" de

Esta historia de ignominia y de muerte es también la crónica de una impotencia colectiva. Una profecía esperpéntica confirmada por la cruda realidad desemboca en el asesinato del padre como rito purificador. «Gracias por el fuego» es una novela que supera los tópicos, para inundar de vida y aprendizaje la experiencia del buen lector. Preciso y rotundo, indispensable en la bibliografía de Benedetti, el libro explora los reductos de fortaleza y los abismos de vulnerabilidad que yacen en lo más hondo del corazón humano.

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En Broadway, a la altura de la calle 113, no sólo se habla en un español nasal y contaminado; también podría decirse que se piensa, se camina y se come en español. Letreros y avisos, que algunas cuadras antes todavía anunciaban Groceries & Delicatessen, se han transformado aquí en Groserías y Delicadezas. Los cines no anuncian, como los de la calle 42, películas de Marlon Brando, Kim Novak y Paul Newman, sino que muestran grandes cartelones con las figuras de Pedro Armendáriz, María Felix, Cantinflas o Carmen Sevilla.

Ha entrado la noche en un viernes de abril de mil novecientos cincuenta y nueve, de modo que arriba ya no se ve el cielo, y abajo el aire parece menos sucio. En esta esquina de la más larga calle de Manhattan, los luminosos son modestos, pero aun así modifican el color de las mosquitas que se acercan a la luz. Broadway no es tan representativa del Spanish Harlem como puede serlo Madison; por lo menos aquí no vienen los turistas de Idaho y Wyoming a fotografiar puertorriqueños en Kodachrome.

Es la hora en que se vuelve al hogar, si puede llamarse hogar a estas miserables casas de inquilinato. A través de las ventanas abiertas se ven habitaciones con rajaduras y grandes manchas de humedad en las paredes, gente hacinada en cinco o seis camas sin tender, niños descalzos que berrean entre mocos, y algún televisor con la pantalla manchada de grasa o helado. La esquina es pobre. La gente es pobre. Las casas tienen los frentes descascarados. Junto a un sonriente rostro de Coca Cola, alguien escribió con tiza: Viva Albizu Campos. Un ciego avanza con rostro impasible, mientras hace sonar las monedas dentro de un envase de lata.

La esquina es pobre. De manera que el gran letrero luminoso que anuncia TEQ LA RESTAURANT (porque la U y la I de TEQUILA se han apagado) desentona con su alrededor. No es exactamente un restorán de lujo, pero un examen superficial de la lista de precios, que figura con un marquito negro junto a la puerta, permite asegurar que ningún integrante del Spanish Harlem ha de pertenecer a su clientela. Tampoco es exactamente un restorán puertorriqueño; más bien es vaga y promedialmente latinoamericano. Aunque todavía es temprano, las mesas están prontas, con sus manteles, platos, cubiertos y servilletas. En una mesita junto a la pared de la derecha, hay incluso una pareja que examina, con las cabezas juntas, la lista de platos.

En la sección que da a Broadway, cinco mozos están listos para atender las treinta mesas. En el fondo del salón hay una puerta de doble hoja, que comunica con el Reservado, donde hay tendida una mesa para unas veinte personas. En el fondo del Reservado hay otra puerta, ésta de una sola hoja, que conduce a la cocina a través de un angosto corredor. El teléfono está precisamente en el corredor, sobre un estante que además tiene una estatuita: un toro, en el amargo trance de recibir las banderillas.

Mario Benedetti (Paso de los Toros, 1920 – Montevideo, 2009), cuyo nombre completo era Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, fue un destacado poeta, novelista, dramaturgo, cuentista y crítico, y, junto con Juan Carlos Onetti, la figura más relevante de la literatura uruguaya de la segunda mitad del siglo XX. En 2001 recibió el Premio Iberoamericano José Martí en reconocimiento a toda su obra. Fue profesor de literatura en su país, donde colaboró en el semanario Marcha. En los años setenta sufrió exilio en Buenos Aires, Lima, La Habana y España, residiendo alternativamente, en Madrid y Montevideo. Desarrolló una intensa actividad en el periodismo y en recitales poético-musicales junto a intérpretes como Nacha Guevara y Juan Manuel Serrat.

Ha cultivado todos los géneros, con iniciación en la poesía en libros como Poemas de oficina (1956), de tono cotidiano y existencial. Con los cuentos Montevideanos (1960) incursionó en el realismo, asociado al costumbrismo, centrado en las clases modestas de la ciudad. En 1960 ensayó la crítica político-social con El país de la cola de paja. Sus novelas La tregua (1960) y Gracias por el fuego (1965) amplían el realismo a la observación de vicios sociales de la clases media y la sociedad de consumo. Luego, su narrativa se politizó en favor de las opciones de la guerrilla urbana con El cumpleaños de Juan Angel (1971) y Primavera con una esquina rota (1982), incorporando el tema del exilio y el retorno en La casa y el ladrillo (1977), Vientos del exilio (1982), Geografías (1984) y Las soledades de Babel (1991). Su obra de teatro Pedro y el capitán (1979) aborda la problemática moral de la tortura. Recogió su tarea crítica en varias misceláneas, como Letras del continente mestizo, De artes y oficios, El desexilio y otras conjeturas y Crítica cómplice, así como la evocación autobiográfica en La borra del café. Recibió numerosos galardones, entre los que destacan el Premio Jristo Botev de Bulgaria (1986), el Premio Llama de Oro de Amnistía Internacional (1987), la Medalla Haydeé Santamaría de Cuba (1989), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (1999) y la Condecoración Francisco de Miranda venezolana (2007).