La muñeca sangrienta

La muñeca sangrienta - Gastón Leroux

Resumen del libro: "La muñeca sangrienta" de

Bénédicte Masson es feo. Su profunda admiración por las mujeres no consigue consumarse en la historia de amor que sueña en sus Memorias. Consciente de su fealdad, Bénédicte se limita a espiar a su amor platónico, su vecinita Christine. Una noche descubre que ésta oculta en su hogar a un joven con el que mantiene una historia de amor.

Libro Impreso EPUB

1. TRAS LAS CORTINAS

Benito Masson tenía su establecimiento en uno de los parajes más retirados, más apacibles y también más vetustos de la Ile-Saint-Louis. Benito Masson era encuadernador artístico, lo cual no le impedía vender tarjetas postales y dedicarse a un pequeño negocio de papelería en aquel barrio pasado de moda, especie de cuña provinciana en la capital, y que parece defendido, por su cinturón de agua, de la eterna bacanal que se ha convenido en llamar vida parisiense.

En aquella calle, cuyo nombre ha sido cambiado posteriormente, y que se llamaba —aún no hace mucho tiempo— calle del Santísimo Sacramento en la Isla, a la sombra de las viejas casonas que un par de siglos atrás fueron lugar de reunión de todo ingenio y elegancia, se han abierto o —mejor dicho— entreabierto una media docena de establecimientos, varias tiendas y una modesta relojería con la exorbitante pretensión de mantener apariencias de vida… Pues bien: de aquel callejón donde vivía nuestro encuadernador; de aquel barrio que parecía no existir más que gracias a sus recuerdos, ha salido una de las más prodigiosas aventuras, y hasta, si se nos apura, la más sublime, de la época actual. La aventura de Benito Masson fue, desde luego, sublime, porque constituyó una Fecha (con mayúscula, sí) en la historia de la Humanidad; pero, al mismo tiempo que sublime, fue espantosa… Y París, que conoció principalmente la parte de espanto, aún se estremece.

Para juzgarla debidamente, hay que tomarla desde sus principios. Atravesemos el puente Marte y miremos a nuestro alrededor. Admitiendo que la vida no se traduce exclusivamente por el movimiento, podemos considerar la verdad de que en la Ile-Saint-Louis, más que en cualquiera otra parte, hay siempre una vida intensa; pero en el dominio intelectual. Sin evocar las lejanas sombras de Voltaire y de madame Du Chfitelet, puede decirse que en todo tiempo pintores, poetas, escritores, han escogido allí su domicilio. George Sand, Baudelaire, Teófilo Gautier, Gerardo de Nerval, Doubigny, Corot, Barge, Daumier, instalaron allí sus penates. En la esquina con la calle Le Regrattier, que antaño era la calle de la Mujer sin Cabeza, se levanta en una Hornacina una Virgen mutilada, que ha visto desfilar a toda la pléyade romántica. ¡Nuestro Benito Masson, que no era solamente encuadernador artístico, Sino poeta —extraño poeta, como tantos otros de aquellos turbios tiempos—, aseguraba vivir en la misma habitación donde algún tiempo había morado —y sufrido— el autor de Las flores del mal!

Y, como es natural, su misma humildad experimentaba por ello un singular orgullo.

Gastón Leroux. (París, 6 de mayo de 1868 – Niza, 15 de abril de 1927), escritor francés de principios del siglo XX, que ganó gran fama en su tiempo gracias a sus novelas de aventuras y policiacas tales como El fantasma de la ópera (Le Fantôme de l’opéra, 1910), El misterio del cuarto amarillo (Mystère de la chambre jaune, 1907) y su secuela El perfume de la dama de negro (Le parfum de la Dame en noir, 1908). Trabajó en los periódicos L’Écho de Paris y Le Matin. Viajó como reportero por Suecia, Finlandia, Inglaterra, Egipto, Corea, Marruecos. En Rusia cubrió las primeras etapas de la revolución bolchevique. Aparte de su trabajo como periodista, tuvo tiempo para escribir más de cuarenta novelas que fueron publicadas como cuentos por entregas en periódicos de París.

Gastón Leroux fue a la escuela en Normandía, estudió derecho en París y se graduó en 1889. En 1890 él comenzó a trabajar en el diario L’Écho, de París, como crítico de teatro y reportero. Se volvió famoso por un reportaje que hizo, en el cual se hizo pasar por un antropólogo que estudiaba las cárceles de París para poder entrar a la celda de un convicto que, según Gastón, había sido condenado injustamente. Luego, pasó a trabajar para Le Matin, como reportero.

Su hija fue la actriz Madeleine Aile. Leroux murió a sus 57 años, a causa de una complicación después de una cirugía, la cual hizo que se infectara su tracto urinario, y sus restos descansan en el Château du cimetière, en Niza, Francia.