La reina Margot

Resumen del libro: "La reina Margot" de

«La Reina Margot», primer volumen de la trilogía de Alejandro Dumas sobre las guerras de religión en Francia durante el siglo XVI, sumerge al lector en un escenario cargado de intriga palaciega y violencia histórica. Dumas, reconocido por su habilidad para tejer tramas complejas, retrata con maestría los eventos que rodean los esponsales de la infanta Margarita de Valois, también conocida como Margot, con un trasfondo marcado por la sanguinaria Noche de San Bartolomé, un episodio crucial de la historia francesa en el que los hugonotes fueron masacrados. En el corazón de la trama se encuentra Margot, una joven atrapada entre las ambiciones de su madre, Catalina de Médici, y su hermano, Francisco II, quien se ve envuelta en una apasionante historia de amor con el soldado protestante La Mole. A través de esta obra, Dumas esculpe una imagen inolvidable de la reina Margot, donde los límites entre mito, leyenda y realidad se desdibujan.

Alejandro Dumas, un gigante de la literatura francesa del siglo XIX, es conocido por su habilidad para recrear eventos históricos con una mezcla cautivadora de realidad y ficción. Nacido en 1802, Dumas dejó un legado literario que perdura hasta nuestros días. Su pluma ágil y su capacidad para construir personajes inolvidables lo han convertido en un referente indiscutible de la literatura de aventuras y de época. A lo largo de su carrera, Dumas cautivó a sus lectores con obras maestras como «Los Tres Mosqueteros» y «El Conde de Montecristo», consolidándose como uno de los autores más populares y prolíficos de su tiempo. Con «La Reina Margot», Dumas nos invita a adentrarnos en los pasillos del poder y la pasión en la tumultuosa corte francesa del siglo XVI, ofreciendo una mirada fascinante a uno de los períodos más turbulentos de la historia europea.

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Capítulo I

EL LATÍN DEL DUQUE DE GUISA

El lunes 18 de agosto de 1572 se celebraba en el Louvre una gran fiesta.

Las ventanas de la gran residencia, habitualmente a oscuras, se hallaban profusamente iluminadas; las calles y las plazas contiguas, siempre solitarias en cuanto se oían las nueve campanadas en Saint-Germain d’Auxerre, estaban, aun siendo ya media noche, atestadas de gente. Aquella multitud apretujada, amenazadora y escandalosa parecía en la oscuridad de la noche un mar tenebroso y revuelto, cuyo ímpetu rompía en oleadas murmuradoras y cuyo caudal, desembocando por la calle de Fossés-Saint-Germain y por la de l’Astruce, fluía al pie de los muros del Louvre, batiendo con su reflujo las paredes del palacio de Borbón, que se elevaba enfrente.

A pesar de la fiesta real, o quizá debido a ella, la muchedumbre ofrecía un aspecto poco tranquilizador. El pueblo ignoraba que semejante solemnidad, en la que tan sólo tomaba parte como simple espectador, no era sino el preludio de otra, aplazada para ocho días después, a la que sí sería convidado y a la que asistiría sin recelo alguno.

Celebraba la corte las bodas de doña Margarita de Valois, hija del rey Enrique II y hermana del rey Carlos IX, con Enrique de Borbón, rey de Navarra. Aquella misma mañana, el cardenal de Borbón los había casado, sobre una tribuna erigida frente a la puerta de Nótre-Dame, siguiendo el ceremonial de rigor en las bodas de las princesas de Francia.

Este matrimonio sorprendió a todo el mundo y dio mucho que pensar a los más perspicaces. Nadie se explicaba cómo se habían reconciliado dos partidos como el protestante y el católico, que tanto se odiaban en aquella época. ¿Perdonaría el joven príncipe de Condé al duque de Anjou, hermano del rey, la muerte de su padre, asesinado en Jarnac por Montesquieu? Y el joven duque de Guisa ¿perdonaría al almirante Coligny la muerte del suyo, asesinado en Orleáns por Poltrot de Meré? Más aún: Juana de Navarra, la valiente esposa del débil Antonio de Borbón, que condujera a su hijo Enrique a este regio enlace, había muerto, apenas hacía dos meses, y corrían singulares rumores acerca de tan repentina muerte. En todas partes se comentaba a media voz, y en algunos lugares se llegó a decir en voz alta que Catalina de Médicis, temerosa de que revelara algún terrible secreto, la había envenenado con unos guantes perfumados, obra de un tal Renato, florentino muy hábil en tales menesteres. El rumor se propagó, adquiriendo mayores visos de verosimilitud cuando, después de la muerte de la reina, a petición de su hijo, dos médicos, uno de los cuales era el famoso Ambroise Paré, fueron autorizados para abrir y estudiar el cadáver, excepción hecha del cerebro. Como quiera que Juana de Navarra había sido envenenada por la vía del olfato, sólo el cerebro, única parte del cuerpo excluida de la autopsia, podía presentar huellas del crimen. Y empleamos esta palabra porque nadie dudó que se trataba de un crimen.

No acababan aquí los motivos de extrañeza. Señalemos particularmente con qué empeño, lindante con la obstinación, había tomado el rey Carlos esta boda; bien es verdad que no solamente restablecía la paz en su reino, sino que atraía a París a los principales hugonotes de Francia.

Como los desposados pertenecieran, uno a la religión católica y otro a la reformada, hubo de recurrirse para la autorización a Gregorio XIII, que ocupaba por entonces la Sede Pontificia. Pero la dispensa tardaba y tal retraso llegó a inquietar en sumo grado a la reina de Navarra, quien un día expresó al rey Carlos IX sus temores de que no fuera concedida, a lo que el rey tuvo a bien contestar:

—No os preocupéis, mi buena tía: os respeto más que al Papa y amo a mi hermana más de lo que parece. No soy hugonote, pero tampoco soy tonto, y si el señor Papa pretende hacerse el remolón, yo mismo cogeré a Margarita del brazo y la llevaré hasta el templo protestante para que se case con vuestro hijo.

«La reina Margot» de Alejandro Dumas

Alejandro Dumas. (Villers-Cotterêts, 1802 - Puys, cerca de Dieppe, 1870) fue uno de los autores más famosos de la Francia del siglo XIX, y que acabó convirtiéndose en un clásico de la literatura gracias a obras como Los tres mosqueteros (1844) o El conde de Montecristo (1845). Dumas nació en Villers-Cotterêts en 1802, de padre militar —que murió al poco de nacer el escritor— y madre esclava. De formación autodidacta, Dumas luchó para poder estrenar sus obras de teatro. No fue hasta que logró producir Enrique III (1830) que consiguió el suficiente éxito como para dedicarse a la escritura.

Fue con sus novelas y folletines, aunque siguió escribiendo y produciendo teatro, con lo que consiguió convertirse en un auténtico fenómeno literario. Autor prolífico, se le atribuyen más de 1.200 obras, aunque muchas de ellas, al parecer, fueron escritas con supuestos colaboradores.

Dumas amasó una gran fortuna y llegó a construirse un castillo en las afueras de París. Por desgracia, su carácter hedonista le llevó a despilfarrar todo su dinero y hasta se vio obligado a huir de París para escapar de sus acreedores.

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