La vida es sueño

La vida es sueño, una obra de teatro de Calderón de la Barca

Resumen del libro: "La vida es sueño" de

Pocas obras maestras se muestran tan vigentes hoy día (un hoy especialmente predispuesto a la añoranza barroca) como La vida es sueño. Drama religioso o filosófico que, desde el absoluto seiscentista, urde sus raíces en los mitos orientales, la literalidad de su lección moral es capaz, sin embargo, de traducirse en lectura política (educación de príncipes) y en grito revolucionario. Pero, sobre todo, es pieza clave en la historia del conocimiento (mal que pese a la intransigencia de ciertas críticas unilaterales), del reconocimiento por parte del hombre de su conciencia de existir.

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PRIMER ACTO

(En las montañas de Polonia)

Salen en lo alto de un monte ROSAURA, en
hábito de hombre, de camino, y en representado
los primeros versos va bajando

ROSAURA: Hipogrifo violento
que corriste parejas con el viento,
¿dónde, rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama,
y bruto sin instinto
natural, al confuso laberinto
de esas desnudas peñas
te desbocas, te arrastras y despeñas?
Quédate en este monte,
donde tengan los brutos su Faetonte;
que yo, sin más camino
que el que me dan las leyes del destino,
ciega y desesperada
bajaré la cabeza enmarañada
de este monte eminente,
que arruga al sol el ceño de su frente.
Mal, Polonia, recibes
a un extranjero, pues con sangre escribes
su entrada en tus arenas,
y apenas llega, cuando llega a penas;
bien mi suerte lo dice;
mas ¿dónde halló piedad un infelice?

Sale CLARÍN, gracioso

CLARÍN: Di dos, y no me dejes
en la posada a mí cuando te quejes;
que si dos hemos sido
los que de nuestra patria hemos salido
a probar aventuras,
dos los que entre desdichas y locuras
aquí habemos llegado,
y dos los que del monte hemos rodado,
¿no es razón que yo sienta
meterme en el pesar, y no en la cuenta?

ROSAURA: No quise darte parte
en mis quejas, Clarín, por no quitarte,
llorando tu desvelo,
el derecho que tienes al consuelo.
Que tanto gusto había
en quejarse, un filósofo decía,
que, a trueco de quejarse,
habían las desdichas de buscarse.

CLARÍN: El filósofo era
un borracho barbón; ¡oh, quién le diera
más de mil bofetadas!
Quejárase después de muy bien dadas.
Mas ¿qué haremos, señora,
a pie, solos, perdidos y a esta hora
en un desierto monte,
cuando se parte el sol a otro horizonte?

Pedro Calderón de la Barca. Escritor y dramaturgo español, inició sus estudios en Valladolid, y al destacar en ellos, fue enviado por su padre al Colegio Imperial de los Jesuitas en Madrid, estudiando gramática, latín, griego y teología. Continuó en la Universidad de Alcalá de Henares estudiando lógica y retórica pasando posteriormente a la Universidad de Salamanca donde finalizó el bachillerato en derecho canónico y civil.

A partir de ahí, Calderón de la Barca se enroló en la carrera militar marchando a Flandes e Italia y participando en varias campañas bélicas. Ya por 1625, ingresó como soldado al servicio del Condestable de Castilla, habiendo escrito por entonces su primera comedia conocida. Escribió varias comedias que le granjearon la simpatía de Felipe IV, quien le realizó varios encargos para los teatros de la Corte.

Nuevamente participó en contiendas militares al tiempo que seguía escribiendo, creando obras con las que obtuvo la simpatía del público. Tras ser herido en batalla, le dieron la licencia absoluta en 1642, creando obras cada vez más complejas alcanzando respeto y popularidad en la corte.

Calderón fue secretario del Duque de Alba y posteriormente ingresó en La Orden Tercera de San Francisco, donde se ordenó sacerdote. Continuó escribiendo pero decantándose por los autos sacramentales siendo designado por el rey como su capellán de honor. A la muerte de Felipe IV, Carlos II le nombró capellán mayor.

Calderón, fue un dramaturgo y poeta excepcional, uno de los mejores de todos los tiempos. En el verso, revolucionó la extensión y la métrica en uso, atendiendo más al contenido que a la forma. En teatro cultivó todos los géneros posibles, desde su singular tratamiento de la comedia, al filosófico - teológico de los autos sacramentales, pasando por auténticos espectáculos dramáticos, zarzuelas y tragedias. Escribió más de doscientas obras para gloria de la literatura española.

De entre su obra habría que destacar títulos como El acalde de Zalamea, El gran teatro del mundo, El mágico prodigioso, La vida es sueño, La dama duende o El José de las mujeres, entre otros.