Los exploradores del Meloria

Los exploradores del Meloria

Resumen del libro: "Los exploradores del Meloria" de

Vicente, un honrado pescador veneciano, encuentra un día en sus redes un pesado cofre que contiene una serie de pergaminos donde se hace referencia a la existencia de un túnel, El «Meloria», construido por la República de Genova y que comunicaría dicha república con la de de Venecia. El doctor Brandi y tres marineros, Roberto, Vincenzo y Michele, con la intención de comprobar la veracidad de estos pergaminos deciden realizar un viaje de exploración de este túnel.

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Capítulo I

PESCA EXTRAORDINARIA

Al atardecer de un día de agosto de 1868, una de esas barcas de pesca que los marineros de ambas orillas del Adriático llaman bragozzi, bogaba lentamente frente a la desembocadura del Brenta, a lo largo de la costa de Sottomarina, casi frente a la antigua pero aún resistente fortaleza de Brondolo.

Era una bonita barca de poco tonelaje, de forma bastante redondeada, con dos mástiles que aguantaban otras tantas velas teñidas de rojo, según uso de los pescadores de Crioggia y dálmatas, y un pequeño bauprés que sustentaba un foque del mismo color que las otras velas.

Acababan de lanzar a popa una de esas grandes redes sostenidas por grandes trozos de corcho que aparejan de un modo especial los chiogueses, y que tantas veces son retiradas a bordo repletas de pesca, por cuanto el Adriático, más abundante siempre en pesca que el Tirreno, es probablemente el rincón del Mediterráneo más poblado de habitantes acuáticos.

El mar, tranquilo, casi tan terso como un cristal, no podía presentarse más favorable para una buena pesca. La luna, que acababa de salir, hacíale centellear como si, mezclados con el agua, hubiese miriadas de hilillos de plata, luz tan agradable a doradas y salmonetes, que suben a la superficie para disfrutar de ella.

Terminada la redada con mucha lentitud, mientras una leve brisa se dejaba sentir apenas, habíase parado la embarcación frente a la punta septentrional del islote de Bacucco, junto a la desembocadura del antiguo curso del Brenta. Era el momento oportuno para recoger la red, que era de presumir estuviese llena de prisioneros.

Vicente, el patrón, que hasta entonces había permanecido junto al timón, hizo señal a los cinco marineros para que virasen a sotavento, y luego, amarrada la barra al frenel, comenzó a gritar:

—¡A popa, muchachos!… ¡La noche va a ser buena!…

El patrón, capitán y al propio tiempo armador del barco, era un hombre de cuarenta años, de musculosas formas, cuello de toro, capaz de habérselas con un atleta, extremadamente tostado por el sol y las sales marinas. Era el verdadero tipo del lobo de mar véneto, con modales bruscos pero sencillos, que sabía su obligación mejor que el pescador más aventajado de todo el Adriático y que jamás había temblado a bordo de su embarcación.

Había sido primeramente grumete, como todos los marineros venecianos; luego, marinero, y después, reunida cierta suma a fuerza de economías, habíala invertido en aquel bragozzo, prefiriendo pescar por su cuenta y riesgo a servir a otros amos.

Al oír su orden habíanse apresurado los cinco marineros a trasladarse a popa. Eran cinco jóvenes robustos y valientes como su patrón; cuatro de ellos, nacidos en las playas venecianas. El quinto era eslavo.

Veíase la red perfectamente. Las pequeñas boyas de corcho brincaban sobre las argénteas olas como una inmensa serpiente muellemente tendida.

Unas cuantas brazadas dadas con vigor, y la pesca se hallaría a bordo; besugos, merluzas, salmonetes, rayas y acaso también algún atún, que podría venderse con bastante ganancia en Chioggia o en Venecia.

—¡Arriba, muchachos! —exclamaba el patrón, remangándose y descubriendo sus musculosos brazos—. Parece que la red pesa…

Los cinco marineros, alineados sobre la borda de babor, habían comenzado a cobrar las primeras mallas, tirando con fuerza de la gómena en que se sujetan los corchos, mientras el patrón inclinado sobre la popa, miraba atentamente para juzgar por el brillo de las olas y la agitación del agua si la presa era abundante.

Habían ya cobrado los marineros diez brazas de red, cuando a uno de ellos se le escapó esta exclamación:

—¡Así me trague un tiburón!, me parece que la pesca, patrón, más que abundante va a ser lo contrario; lo que es esta noche…

Los exploradores del Meloria – Emilio Salgari

Emilio Salgari. (Verona, 1863 - Turín, 1911). Escritor italiano, autor de numerosas novelas de aventuras que han gozado siempre de gran éxito, sobre todo entre el público juvenil, por el dinamismo casi cinematográfico de la acción, que evoca sugerentes atmósferas fantásticas y épicas.

Inició sus estudios en el instituto técnico y naval de Venecia, aunque no llegó a terminarlos. En ese período sus experiencias como hombre de mar se limitaron a breves excursiones a lo largo de las costas del Adriático. En 1882 regresó a Verona, donde organizó una biblioteca ambulante y se dedicó al periodismo. Sus primeras producciones literarias fueron pequeñas composiciones líricas, relatos breves y memorias, pero un año después se inició en la novela con «I selvaggi della Papuasia» (1883), publicada por entregas en el periódico milanés La valigia.

Dio comienzo así a una intensa actividad que le llevó a publicar 130 cuentos y 85 novelas, que desde el primer momento obtuvieron gran acogida pública y han sido traducidas a muchísimas lenguas. En 1892, después de casarse, se trasladó a Turín y escribió La cimitarra de Buda (1892), Los pescadores de ballenas (1894) y Los misterios de la jungla negra (1895). Tras una estancia de dos años en Sampierdarena, donde entró en contacto con los ambientes marítimos de la Liguria para obtener nuevas ideas para sus libros, regresó a Turín y produjo los llamados ciclos de «los piratas de Malasia» y de «los corsarios del Caribe».