Tao Te Ching

Resumen del libro: "Tao Te Ching" de

El «Tao Te Ching» es una joya de la sabiduría antigua china, atribuida a Lao Tse, un enigmático filósofo que vivió alrededor del siglo V a.C. Su legado perdura como un faro de iluminación en el vasto mar de las filosofías orientales. En esta brillante interpretación a cargo del poeta, traductor y experto en zen, Stephen Mitchell, se percibe el empeño por capturar no solo las palabras, sino la esencia misma de esta obra fundacional del taoísmo.

Las enseñanzas que emanan de sus páginas son una danza armónica de opuestos, un llamado al equilibrio y a la plenitud a través del desapego y la entrega al Tao, el absoluto. La renuncia a conceptos, juicios y deseos se presenta como la senda hacia la realización plena. Sin embargo, el eje central es la noción de no-acción, que va más allá de la pasividad para convertirse en el arte de ser un canalizador consciente de la energía universal.

En un mundo que venera la mente y la voluntad como pilares de la efectividad, a menudo cegados por la búsqueda interminable del «siempre más», esta obra emerge como una invitación a la reflexión. Cada página es un portal hacia una serenidad poderosa, una oportunidad para abrir el espíritu y permitir que la esencia del Tao Te Ching nos impregne.

En resumen, el «Tao Te Ching» de Lao Tse, en la interpretación magistral de Stephen Mitchell, es una guía atemporal hacia la armonía, el equilibrio y la plenitud a través de la no-acción y la conexión con el Tao. Una obra cuyo poder trasciende las barreras del tiempo y el espacio, y que invita a cada lector a sumergirse en su sabiduría imperecedera.

Libro Impreso

Prólogo

Tao Te Ching puede traducirse por El libro de la inmanencia del sendero o El libro del sendero y de su manifestación en el mundo o, simplemente, El libro del sendero. Puesto que esta obra es ya popularmente conocida por su título chino, he decidido conservarlo.
En lo que se refiere a Lao Tse, su autor, poco cabe decir. Es posible que fuera contemporáneo de Confucio (551-479 a. C.) y que ocupara la posición de archivero real en alguno de los diminutos reinos de la época, si bien la información que ha llegado hasta nosotros es poco fiable. Incluso es incierto el significado de su nombre (la interpretación más aceptable es la de «Anciano Maestro» o, más pintorescamente, «Viejo Muchacho»). Al igual que un indio iroqués, Lao Tse no dejó huellas. Todo cuanto dejó fue su libro: una de las maravillas del mundo y un manual ya clásico acerca arte de vivir, escrito con un estilo tan lúcido como una gema, radiante de gracia y humor y dotado de profunda sabiduría e inmenso corazón.

En general, se considera que Lao Tse era un ermitaño, alguien marginado de la sociedad que moraba serenamente en alguna cabaña de las montañas, solitario excepto cuando algún viajero sesentón ocasional tenía la ocurrencia de acudir a preguntarle: «¿Cuál es el significado de la vida?». A partir de sus enseñanzas, sin embargo, resulta evidente que se trataba de alguien que se interesaba profundamente por la sociedad, en el sentido de que la sociedad procura el bienestar de nuestros semejantes, los seres humanos. Su libro es, entre otras cosas, un tratado sobre el arte del dirigir, ya sea un país o una familia. Un error muy común es malinterpretar su insistencia en «no hacer nada» (traducción literal de wei wu wei), asimilando ese concepto a pasividad. Nada hay más lejos de la verdad. Un atleta puede entrar en un estado de conciencia corporal tal que el golpe apropiado o el movimiento correcto suceden por sí mismos, sin esfuerzo y sin interferencia de la voluntad consciente. Esto es un paradigma de la no-acción: la más pura y efectiva forma de acción. Es el propio juego quien juega el juego; el poema se escribe a sí mismo, no es posible separar danza y danzante.

Cada vez es más superfluo forzar las cosas
hasta que al fin se llega a la no-acción.
Cuando nada se hace,
nada queda por hacer.

«Nada se hace», ya que el actor se ha desvanecido totalmente en la acción; el combustible se ha transformado plenamente en llama. De hecho, esta «nada» lo es todo. Esto es lo que sucede cuando confiamos en la inteligencia del universo, de la misma manera que el atleta o el bailarín confían en la inteligencia de su cuerpo. De ahí que Lao Tse ponga tanto énfasis en la suavidad. Este término significa lo opuesto a rigidez y evoca flexibilidad, adaptabilidad y perdurabilidad. Quien haya visto a un maestro de tai ch’i o de ai-kido haciendo «no-hacer» sabe cuán poderosa puede ser esta suavidad.

La figura central de esta obra de Lao Tse es el Maestro, un hombre o una mujer cuya vida está en perfecta armonía con el modo en que son y suceden las cosas. Esto no es una idea, es una realidad; yo lo he visto. El Maestro lo es porque ha alcanzado maestría sobre la naturaleza; no en el sentido de haberla conquistado, sino en el de ser él mismo naturaleza. Al rendirse al Tao abandonando todo concepto, juicio y deseo, su mente es, por naturaleza, compasiva. El Maestro halla así en lo más profundo de su propia experiencia las verdades esenciales del arte de vivir, las cuales sólo son paradójicas en la superficie: cuanto más auténticamente solitarios, más compasivos podemos ser; cuanto más nos desapegamos de lo que amamos, más presente es nuestro amor; cuanto más clara es nuestra percepción de lo que está más allá del bien y del mal, más plenamente podemos encarnar el bien. Hasta que, finalmente, el Maestro puede afirmar con toda humildad: «Yo soy el Camino (el Tao), la Verdad y la Vida».

La enseñanza del Tao Te Ching es moral en el sentido más profundo del término. Desembarazado de todo concepto de pecado, el Maestro no ve en el mal una fuerza a lo que haya que resistirse, sino sólo una opacidad, un estado de autoabsorción que está en desarmonía con el proceso universal y que, al igual que la suciedad de una ventana, obstruye el paso de la luz. Es por hallarse libre de toda categoría moral que el Maestro puede ser auténticamente compasivo con los malvados y egoístas.

Así, el Maestro es accesible a todos
y no rechaza a nadie.
Emplea todas la situaciones
y no desperdicia nada.
A esto se le llama encamar la luz.

¿Qué es un buen hombre sino maestro de un hombre malo?
¿Qué es un mal hombre sino la tarea de un hombre bueno?
Si no comprendes esto, te perderás,
por inteligente que seas.
Este es el gran secreto.

El lector observará que he empleado el término masculino en aquellos pasajes en los que Lao Tse habla del Maestro. Esta elección se debe solamente a economía de lenguaje, debiendo entenderse, no obstante, que el Maestro puede ser tanto hombre como mujer. De hecho, de entre todas las filosofías o religiones del mundo, las enseñanzas de Lao Tse son, con mucho, las más femeninas. Por ello, siéntase el lector libre de sustituir «él» por «ella» a su placer.

Tao Te Ching: Lao-Tsé

Lao-Tsé. Lao-Tse, una enigmática figura de la antigua China, cuya existencia histórica es motivo de debate, dejó un legado filosófico perdurable a través de su obra trascendental, el Tao Te Ching. Aunque se le sitúa en el siglo VI o IV a.C., contemporáneo de Confucio, la falta de evidencia concreta sobre su vida ha generado especulaciones y mitos. Se dice que nació bajo un ciruelo en una aldea de la actual provincia de Henan y que su gestación requirió 81 años, un número simbólico presente en los 81 capítulos de su obra.

Abandonó su vida mundana para seguir el camino del Tao, la esencia misma del universo. Su encuentro con Confucio, donde se debatieron los conceptos de ritual y adecuación, se convirtió en un hito legendario. Lao-Tse enseñó la importancia de la simplicidad, la humildad y la espontaneidad, proclamando que el verdadero conocimiento proviene de la observación de la naturaleza y del flujo constante del cambio. Su filosofía se centra en el concepto del Wu Wei, la acción sin esfuerzo, que busca la armonía natural siguiendo el curso de los acontecimientos sin interferir en ellos.

A pesar de la incertidumbre que rodea su vida, su influencia trasciende las fronteras de China, siendo una fuente de inspiración para buscadores de sabiduría en todo el mundo. Su legado continúa desafiando y enriqueciendo nuestra comprensión del universo y de nosotros mismos, recordándonos la importancia de vivir en armonía con la naturaleza y cultivar la esencia del ser. Lao-Tse sigue siendo una figura venerada en la filosofía y la espiritualidad, invitándonos a reflexionar sobre el significado de la existencia y el camino hacia la realización personal.