Uno, ninguno y cien mil

Resumen del libro: "Uno, ninguno y cien mil" de

Uno, ninguno y cien mil (1927), la última de las novelas de Pirandello, fue una obra de larga y difícil gestación, «la síntesis completa de todo lo que he hecho y la fuente de todo lo que haré —en palabras del propio autor—. Será como mi testamento literario, después de su publicación debería callar para siempre». Un hombre sufre una crisis de identidad por una banal observación sobre su nariz que le hace su mujer mientras se mira en el espejo. A partir de este momento el espejo le devolverá la imagen del «otro», del hombre que no es, sino que parece ser: el individuo que no es «uno» sino «cien mil», alguien con tantas personalidades como los demás puedan atribuirle. Quien hace este descubrimiento se convierte en «ninguno» al menos para sí mismo, porque no le queda más posibilidad que verse como los demás le ven, es decir, en sus cien mil diversas personalidades. Novela de estirpe cervantina, en su juego del ser y del parecer, de las apariencias a las que damos valor de realidad, lleva a sus últimas consecuencias el problema de la soledad del hombre.

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Mi mujer y mi nariz

—¿Qué haces? —me preguntó mi mujer al ver que me entretenía de manera inusitada delante del espejo.

—Nada —le respondí—, me estoy mirando dentro de la nariz, en esta aleta. Al apretarme, noto un dolorcillo.

—Creía que te mirabas de qué lado la tienes torcida.

Me volví como un perro al que hubieran pisado el rabo.

—¿La tengo torcida? ¿Yo? ¿La nariz?

A lo que mi mujer repuso tan tranquila:

—Pues sí, querido. Míratela bien: la tienes torcida hacia la derecha.

Tenía yo veintiocho años y hasta entonces siempre había considerado mi nariz, si no propiamente bonita, al menos muy presentable, igual que el resto de partes de mi persona. Por ello me había sido fácil admitir y sostener lo que acostumbran a admitir y sostener todos aquellos que no han tenido la desgracia de recibir en suerte un cuerpo deforme, es decir, que es de necios envanecerse de las propias facciones. Por eso, el descubrimiento imprevisto e inesperado de aquel defecto me irritó como si fuera un castigo inmerecido.

Quizá mi mujer vio mucho más profundamente que yo en aquella irritación mía y se apresuró a añadir que, si me preciaba de no tener el menor defecto, no tardaría en desengañarme, porque, así como la nariz la tenía torcida hacia la derecha, del mismo modo…

—¿Qué más?

¡Ah, más, más cosas! Mis cejas parecían, sobre los ojos, dos acentos circunflejos, ^ ^, mis orejas estaban como mal pegadas, sobresaliendo una más que la otra; y otros defectos…

—¿Más aún?

Pues sí, más aún: en las manos, el dedo meñique; y en las piernas (¡no, torcidas no!), la derecha, un poquito más arqueada que la izquierda: hacia la rodilla, un poquito.

Tras un atento examen hube de reconocer que todos estos defectos eran ciertos. Y sólo entonces mi mujer, tomando sin duda por dolor y humillación el asombro que sentí inmediatamente después de la irritación, con el fin de consolarme me exhortó a que no me afligiera demasiado por ello, pues incluso con estos defectos seguía siendo, a fin de cuentas, un hombre apuesto.

Desafío a no irritarse a quien reciba como concesión graciosa lo que antes le ha sido negado como derecho. Solté un venenosísimo «gracias» y, convencido de no tener ningún motivo para sentirme afligido ni humillado, no di ninguna importancia a esos leves defectos, pero sí una grandísima y extraordinaria al hecho de que durante muchos años había vivido sin cambiar nunca de nariz, siempre con ésa, y con esas cejas y esas orejas, esas manos y esas piernas, y que tenía que haber esperado a tomar mujer para darme cuenta de que las tenía defectuosas.

—¡Uh, pues vaya sorpresa! ¿No sabemos todos cómo son las mujeres? Están hechas que ni pintadas para descubrir los defectos del marido.

Sí, claro, las mujeres, no lo niego. Pero también yo, si me lo permitís, en aquella época era de tal manera que, ante cualquier palabra o mosca que volara, me sumía en abismos de reflexión y de consideraciones que me minaban por dentro y perforaban mi espíritu por el derecho y por el revés, como una topera; sin dejar que nada de ello se trasluciera.

—Se ve —diréis vosotros— que tenías todo el tiempo del mundo que perder.

Luigi Pirandello. (1867-1936) fue un destacado dramaturgo, novelista y autor de relatos cortos italiano, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1934. Nacido en Agrigento, Italia, su vida estuvo marcada por la influencia de un padre garibaldino y una madre que sufrió el exilio bajo el régimen borbónico. Esta experiencia familiar moldeó su profunda exploración de la brecha entre ideales y realidad en su obra.

Aunque inicialmente estudió en una escuela técnica, su pasión por la literatura lo llevó a sumergirse en las obras de poetas como Carducci y Graf. Pirandello comenzó a escribir poesía a una edad temprana y a los doce años, ya había creado su primera tragedia. Más tarde, asistió al gimnasio donde cultivó su amor por las humanidades.

La infancia de Pirandello transcurrió en ciudades costeras como Girgenti y Porto Empedocle. Después de una mudanza a Palermo en 1880, la familia se enfrentó a dificultades financieras debido a maniobras fraudulentas. Esto llevó a Pirandello a trabajar en las minas de azufre y experimentar la vida de los trabajadores. Estas vivencias influyeron en obras como "Il Fumo," "Ciàula scopre la Luna," y "Los viejos y los jóvenes."

Luigi Pirandello se casó con María Antonietta Portulano en 1894 y comenzó su carrera docente en el Instituto Superior de Magisterio en 1897. Publicó su exitosa novela "El difunto Matías Pascal" en 1904, inspirada en sus dificultades económicas y personales.

Su relación con el partido fascista en la década de 1920 fue controvertida, pero su adhesión a Mussolini después del asesinato de Giacomo Matteotti en 1924 causó desconcierto entre sus lectores. A pesar de esto, en 1934, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por su valiosa contribución a la literatura. Su legado perdura, destacando por su individualismo, sus relatos y obras teatrales originales, así como por su profundo análisis de la condición humana y la complejidad de las relaciones familiares y sociales.