Viaje al Oeste. Las aventuras del Rey Mono

Viaje al Oeste. Las aventuras del Rey Mono

Resumen del libro: "Viaje al Oeste. Las aventuras del Rey Mono" de

Viaje al Oeste recoge los avatares del monje Chen Hsüan-Tsang (Tripitaka) en su largo peregrinaje a la India en busca de escrituras budistas. Con su brillante estilo literario, se acabará desplazando al monje viajero y confiando el peso de la acción a sus tres discípulos, antiguos inmortales caídos en desgracia, que se verán obligados a sortear peligros y monstruos, cada vez más poderosos y crueles, que se oponen a su propósito de alcanzar la Montaña del Espíritu, donde en recompensa a su fidelidad serán elevados a la categoría de budas. Su aventura se convierte en un auténtico viaje interior, en el que las visiones budista y taoísta de la realidad juegan un papel esencial, apreciable incluso en la estructura de la obra. La presente traducción, directa del chino, es una de las escasísimas de la obra completa en una lengua occidental desde su aparición en 1592.

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Introducción

Viaje al Oeste (Hsi-You Chi) es uno de los grandes monumentos de la literatura china. Su elaborado entramado de prosa y poesía, en el que hallan eco la lírica, la épica, la sátira, la filosofía y la religión, lo convierte en un mosaico que refleja fielmente el abigarrado universo oriental, cuyos límites y características más peculiares vuelve a redefinir de una forma totalmente original. Sin personajes tan representativos como Tripitaka, Sun Wu-Kung, Chu Ba-Chie o Sha Wu-Ching, el teatro, la ópera, la danza, la pintura y las restantes manifestaciones artísticas del Extremo Oriente perderían, en efecto, parte de sus temas más recurrentes y una de sus claves hermenéuticas más representativas.

Ésa es, precisamente, una de las señas de identidad de las obras que denominamos clásicas: convertirse en punto de encuentro de toda una serie de corrientes culturales, a las que dotan de una nueva vitalidad que hace posible su permanencia en el tiempo. Sin su inestimable aportación las culturas decaen y se revisten de ese aire añejo de trasto inservible que se respira en muchos museos. Para que eso no ocurra, se precisa un rebrote de la imaginación que devore con su fuego lo antiguo y haga posible que las generaciones futuras se sigan identificando con el resplandor de su luz.

Dentro del ámbito cultural chino Hsi-You Chi realizó esta función con una fuerza mayor que esos cuatro clásicos desconocidos en la «aldea occidental», que llevan por título Ching-Ping-Mei, La investidura de los dioses (Feng-Shen Yen-I), En las márgenes del agua (Shuei-Hu Chuan) y El romance de los tres reinos (San-Kwo Chi-Yi). Su preeminencia arranca, a nuestro entender, del hecho de que supo integrar con más perfección en sus páginas los postulados de las corrientes ideológicas que más han contribuido a moldear el espíritu chino: el confucionismo, el taoísmo y el budismo.

Si bien es cierto que ninguna de sus manifestaciones artísticas, por muy nimia que pueda parecer, escapa a la influencia de uno o varios de dichos referentes hermenéuticos, en el caso que nos ocupa se entremezclan de tal forma con la acción que los protagonistas se convierten en auténticas personificaciones de sus postulados, sin que por ello pierdan la fuerza tópica de los individuos de ficción. Semejante actitud traduce, en definitiva, esa corriente medieval, iniciada a comienzos de la dinastía Suei (581-618) por el emperador Yang-Chien (581-604), que consideró en plano de igualdad a las tres religiones más influyentes («san-chiao kwei-I») y que encontró eco en obras tan partidistas de una corriente determinada como el Tao-Tsang, o Canon taoísta.

Se equivocan, por tanto, los críticos japoneses, con Tanaka Kenji a la cabeza, que han querido ver en la novela que comentamos una obra de corte moderno, en el sentido de que expresa un rechazo de lo religioso y una afirmación de lo humano. De hecho, la relación de Hsi-You Chi con esas corrientes de pensamiento —particularmente el taoísmo y el budismo— va más allá del mero marco epistemológico o de una supuesta intencionalidad alegórica, para dar razón tanto de la estructura de la obra como de la de cada uno de sus capítulos. Pretender, como hicieron Hu-Shr y Lu-Xün, que se trata de un mero divertimento de corte satírico es renunciar a la riqueza que encierra el texto, reduciéndolo a una sola lectura unidireccional. Con ello se prescindiría, al mismo tiempo, de una de las claves explicativas de su éxito e influencia a lo largo de los siglos.

Viaje al Oeste. Las aventuras del Rey Mono

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