Reseña

Aspersores:

Luis Yuseff, otro gobernador del rocío

Las sentencias de Luis Yuseff delatan el arribo a una mayoría de edad en el reino de los poetas. Son tiempos de oprobio y bobería. La poesía asume cauces inesperados. Para unos es diversión, para otros, esnobismo y palabrería. Escasean los poetas y poemas que logran conmovernos. Ya no abundan quienes pueden dar fe de su vida con la sinceridad impresionante de los versos.

Quizás las nuevas voces están en la provincia de al lado, pero nadie sabe qué es lo que al lado se publica. Los mecanismos de promoción y difusión son cada día peores en sentido general. Por un lado los que nada saben ni nunca les interesó, se pierden en una selva en la que no abundan fieras carnívoras. Son tiempos de escasez. Por otro lado los que un día supieron y fingen que aún saben, centran la promoción literaria en un circuito estrecho diseñado solo para escritores y entendidos. Muy jodido anda el potencial público lector.

Ni siquiera los premios nacionales como el Nicolás Guillén de poesía, por ajustarme al citado ejemplo, alcanzan la notoriedad y validación que tal jerarquía amerita. Este es el caso de Aspersores, acreedor de este máximo reconocimiento literario en la convocatoria de 2012. Un libro que sería injusto no reseñar y que apenas se ha reseñado.

Tras leer el cuaderno, con excelente ilustración de portada del artista de la plástica Juan Carlos Anzardo, se me asoman tres cauces argumentales definitorios. Luis Yuseff entre sus Aspersores, como especies de llaves que es preciso abrir dentro del gran poema, nos plantea la posibilidad de ensayar, autodefinir y exaltar esos pequeños combates de la vida que quedan fuera de los libros de historia general porque no consignan andares heroicos. Para el poeta la esencia recae en el júbilo inexplicable de los vencidos.

Aunque asoman constantes ganancias desde la escritura diáfana e integradora, este podría ser el libro de las pérdidas. Es el cierre de una etapa de vida reflejada desde la elocuencia de los versos libres. Predominan la oscuridad y el dolor, pero no falta nunca la belleza. Hasta las alegrías decepcionan desde la óptica del poeta. Mucho se aprende en períodos de tristeza.

Hay verdades que relucen como puñaladas generacionales: a veces pienso que el dolor de perder empieza realmente cuando uno comienza a olvidar ciertos rostros. Y es que, justamente, Luis Yuseff es una de las voces más importantes de su generación. Orgullosos lo lucimos sus amigos debajo del brazo o en el sitio privilegiado de nuestros libreros. Ya nadie recuerda las torturas propinadas por los decisores no convencidos de su primer libro, que es hoy referencia obligatoria de las ventajas propinadas al universo literario desde los consejos editoriales en días de masificación de la cultura y publicaciones territoriales en gran escala. Luis Yuseff es hoy acreedor de los más importantes premios literarios de la isla, desde el De la Ciudad que le da cobija hasta los Oriente, Alcorta, Calendario, Adelaida del Mármol, José Jacinto Milanés y La Gaceta de Cuba.

Dentro de sus trece “aspersores” quizás sean los últimos el resumen vivencial donde son más evidentes las esencias del poeta:

12. Aspersores

I

pensar la escritura desde el dolor ajeno
concebir el poema hincado en la piel del otro
y un poco más profundo:
en el corazón del otro
sé qué hay algo que late
allí
y eso
debe quedar testimoniado
me gasto
queriendo ser justo.

Antes de cerrar su cuaderno, que ahora es nuestro, el poeta Luis Yuseff galopa por el sentido de la autodefinición. Irradia una luz que no admite omisiones. Se va al significado primigenio de su título relacionado poéticamente con el riego, el rocío, la oportunidad de dar a todos de nuestra experiencia con las claves más hermosas y las herramientas del lenguaje. Se autodefine, se convence, se hace responsable, lo deja dicho para que no haya dudas: soy un hombre sobre el que pesan las imágenes de su poema. Y le creemos ciento por ciento.

Jorge Luis Sánchez Grass.