Poesía

Mi libro de ti

MI LIBRO DE TI (fragmento de un poema-libro)

A Sor Juana Inés, después de una lectura profana

Redacto contestación a un soneto
duermo el cúmulo de siglos
que me restan para alcanzar tu aliento
emborrono páginas
en el apero del náufrago
para islas de tu cuerpo.

Juana la sor-presa del equilibrio
ensortija sueños
de épocas que escrutan el olvido
emprendiendo juegos linfáticos
en mi vástago
al extremo de confiscar el sobresalto.
Tan cerca en el deseo
no puede haber nada en la travesía
que las piedras y las puertas separen
de estos ojos.
Tu padecimiento pues
me convida a desafiar el silogismo del tiempo
hacerme polvo sombra nada
hasta conseguir tu entendimiento
acaso un pujo de vanidad
o la vanidad de un impulso
a tu alma que arde en una celda
tras la fuerza de un deseo imponderable.
Y no desdeñes Asbaje
mi candor
nada porque mortal y aborrecible
escucho impávido el rumor de tu grito.
Sé que pretendo descubrirte
en el primer encuentro
—bajas presiones— vapor de presencia
sismo
delirio al amparo de las pupilas.
Pendiente de 1669
cuando esperas mis pestañas
y una sombra de abandono
infiero que en las Jerónimas lloras
el aliento que os falta.

Te nombro Sor
me asilo debajo de tus sábanas
y lo que es más
canto al éter que me vengo hasta tu aposento
rajo la hendidura con mis pestañas
procurando desbordarme en las tablas
que añejan nuestras culpas.
Te siento cerca
palpo con mi sudor tu angustia
al fin de cuentas
soy impoluto y mezquino hasta tenerte
más allá del susurro cortesano
de un llanto que me exorciza.
Pero Inés
soy apenas un hombre
que viola sus fronteras y la historia
en que existe
figurando la ensoñación filosófica
de poseerte
aún en el laberinto.
Tu súplica enerva mi estado
cubro tus ojos con un verso que no esperas
y en él desaguo la pulcritud
mis rasgos en cierne.
Abrazas el costal de tus ansias
plegada al muro sientes alivio
fundas una risa
sentencias a Dios severamente.
—Es mío este daño mi pena es tu cuerpo.
¿Qué no he de escuchar tus ecos?
Desarropas en jirones tu espanto
dejo a Dante apoderarse de lo que es preciso
por algún consuelo abres presta
en tu sonrisa iluminas infinitud
con las manos llenas de destrezas.
Regálame tu sombra.
De aullar quebrado
prefiero el estigma de la historia.
Ignoto traigo un vigía
secreto en la mirada
para arrancar como suceda
las lagunas de entre el pecado.
Despedázame en el pozo de ti
deja correr el tiempo
que en esta fábula no falte
una sola tajada
para prestidigitadores del ocaso
del pan nuestro.
El que te he roto
déjalo a la vera del deseo
el trigo el agua el milagro
déjalo en el susurro del olvido
o en el verso que te encajo.
Abrazo tu desarrope
como quien padece de mentiras
mentiras vísceras arcanas
cicatriz de las misas
de cielo sueño y semen.
Nací para acercarme a tu marea
sin un manojo de cepas
y por callar las metáforas
cité a los ángeles a tu aposento
con la pena de cerrar la puerta
tras mi espalda alevosa
y el goce de dejar como linde
la hendidura cercana a tu piel.
Serás como una ilusión
un adverbio de lugar
donde quepan toda tu música
los arcángeles el futuro licencioso
Y el péndulo de nuestra edad.
Pródigos
dudosamente vivos
defenderás la ferocidad del requiebro
con la humedad sacramental
con la ficción lisonjera y fantástica
del llanto
con el error de publicar la razón
tu olor a mujer.
Perdidos en mudo y profano abrazo
sumaremos una despedida a la cruz.
—Que otros arranquen los clavos
lo de nosotros es equivocarnos
dormirnos delante de las pestañas
de los que se masturban
sin masticar el umbral
y miseria tras miseria
preñan las estrellas que se deshojan
vistiendo el cielo
de pasado-presente-futuro qué más da.
Qué más da para el grito y la excomunión
por lo que nos enjuician
—Ya sé amanece.
Abro mi libro de ti
camino cuánto
del tiempo alado
tras el impulso onírico de mancharte
página a página
en alianza con la distancia
irreflexible y terco
desnudo al donaire.

CUALQUIERA DE NOSOTROS

más allá del deseo de vuestras convicciones.
Rolando Escardó.

este es un poema para los que no están,
es decir, para ser leído a los que no están
cualesquiera que sean sus iniciales.

Cualquiera de nosotros puede tocar a la puerta
—la única puerta—
ser lo que es en el impar arribo de los años
plagiar la nostalgia de anden con el año dos mil
alzar la obra —ausentes y presentes—
porque nada fue casual.
Cualquiera de nosotros soñó esto
suspiró el pasado —aquí estamos—
gritó la angustia de la patria que nos prometieron
sin comprenderse en su grandeza.
Cualquiera de nosotros clavó un puñal a la hipocondría
creyendo reconquistarla
lloró de amor y odio sus términos
al margen de la ideología del otro y después
más allá del deseo de vuestras convicciones
quiso volar y acaso tuvo alas que ni el sol pudo
ni la distancia ni el tiempo ni la presencia del apóstata
que confundió el iris con la doble intención.
Cualquiera de nosotros lo perdona
las cuentas que sean justas en la otredad.
Cualquiera de nosotros no estaría hoy
como puede no estar mañana
cavar parar que se hunda la semilla
o para alguno de nosotros
trastocar la estación del canto colectivo
con la brújula del rastro
aplaudir —ser aplaudido—
sin reconocer las diferencias entre memoria y piedra.
Cualquiera de nosotros no cree en el gesto
de partir con el rostro endurecido por la utopía
ser tiempo y espacio del próximo encuentro
cuando —cualquiera de nosotros— grite
¡os necesito!
en la frugal manía de devolver el espanto
venir mañana franquear la verja en germen
y espiar una sombra que no es suya sino
de cualquiera de nosotros que traicionó al tercero.
Ser elegido a la luz menguante
y ser el que llegue con la verdad herida
a tumbarse en el hombro de uno cualquiera
Cualquiera de nosotros puede consumar el disparo
ignorando que lincha su huella
la próxima pisada o el regreso a lo propio
a lo cierto a la sima del ojo
a la memoria al latido.
Cualquiera de nosotros es el signo
de admirar la dirección contraria
sin tensar el arco.
Cualquiera de nosotros bebe el vino oculto
Sale se moja con la llovizna.
Cualquiera de nosotros es el equinoccio
ondula en los bordes que desconoce
como un adolescente casi.
Cualquiera de nosotros merece
un minuto de solemnidad.
Cualquiera de nosotros es dios
o al menos inventamos serlo
para no pecar de onerosos
ni en el nacimiento ni en la muerte
de cualquiera de nosotros.

Racso Morejón. (La Habana, 1965)

Carpintero, poeta y promotor cultural. Aparece incluido en la antología Rapsodias, selección de poesía contemporánea, Montevideo-2006-Brasilia, Editores Bianchi del Movimiento Cultural aBrace que organiza el Festival de Poesía de Montevideo, Uruguay y en El ojo de la luz. Antología de poetas y artistas plásticos cubanos, editado por Diana Ediciones, edición bilingüe sin fin lucrativo. Poemas suyos han sido publicados en las revistas El Caimán Barbudo y Educación. Colabora con reseñas literarias para publicaciones seriadas como Cubaliteraria, Esquife y El Caimán Barbudo.