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Padura, hablemos de Paul Auster

Leonardo Padura escribió Fiebre de caballos, la tetralogía Las Cuatro Estaciones (Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño) y otras tres novelas protagonizadas por el policía Mario Conde (Adiós, Hemingway, La neblina del ayer y La cola de la serpiente); escribió además La novela de mi vida y El hombre que amaba a los perros; y por último, Herejes, que verá la luz en septiembre.

Pero, también, es el autor de El alma en el terreno y El viaje más largo y Los rostros de la salsa y Entre dos siglos y La memoria y el olvido y Un hombre en una isla, libros que dan fe sobre más de treinta años de oficio periodístico y de su paso por las publicaciones El Caimán Barbudo, Juventud Rebelde, La Gaceta de Cuba y la agencia de prensa IPS.

Sin embargo, hace años —me declara Padura— que no pisa un aula de Periodismo de su país. Será porque no lo invitan, supongo yo. Tal vez por lo de autor polémico. Seguro que por lo alto, y duro, que habla de la prensa en Cuba. Aunque él nunca rechaza las entrevistas que le solicitan los periodistas y hasta los aspirantes a serlo. Y la verdad es que tampoco me dijo que no cuando lo incité a entrar a mi clase en la escuela de Periodismo.

A la cita acudió puntual: 6 de junio, 11 A.M. Y hasta con escolta de lujo: lo acompañaba Jon Lee Anderson, el reputado reportero del New Yorker, el norteamericano que biografió al Che Guevara. A mis alumnos de 4º año se les abrieron grande los ojos. Porque no fue alarde del Profe: el último Premio Nacional de Literatura y más popular de los escritores cubanos en carne y hueso, para una charla con ellos solitos.

Comienzo siempre las clases de esta asignatura nombrada Taller de Estilo y Narrativa leyendo un fragmento de un texto periodístico, le expongo a Padura. Hoy no será excepción. Y leo:

“Hay días en los que Leonardo Padura quisiera ser Paul Auster. No por la fama o el dinero; sí por las temporadas en París y un poco, cómo no, por su literatura. Pero cuando más desea, con envidia, ser el autor de La Trilogía de Nueva York, son las cinco o seis veces por semana que debe responder preguntas de periodistas.

—¿Y por qué otra vez estoy hablando de política, coño? Hablemos de literatura, por favor —pide a su interlocutor en el subsuelo de la Librería Hernández. Y se toca la barba con la mano izquierda.”

Aquí ya me detengo y explico que es el comienzo de “Padura: el pesimismo de un escritor exitoso”. Tomo a Padura por sorpresa; aún no conocía ese perfil fresquecito, aparecido en la revista digital Anfibia el lunes 3 de junio. No queremos que te enojes, le digo, no tienes que hablar de política. Sólo de periodismo, le digo, y si quieres, también, puedes hablar de Paul Auster. Y Padura, hombre serio, se sonríe, sólo se sonríe y comienza a hablar de periodismo…

Pero hablar de periodismo, en Cuba, es hablar de “La Prensa Cubana”, y por ese camino, sin saber cómo ni cuándo, a uno empieza a sonarle en los oídos que se está hablando “de política”. Es “la maldita circunstancia de la política por todas partes”. Más bien: la “inevitable circunstancia”. Padura, en rigor, está hablando “de periodismo”, de cómo hacer un periodismo que valga la pena, uno verdadero. Y está rememorando que precisó el testimonio de aquel cantonés para absorber las claves del Barrio Chino de La Habana, y de cuando tuvo que echar mano al fantasma de Cándido Lutero para contar la historia del Bagá, pueblo hundido en la bahía de Nuevitas, y luego diserta sobre estructuras narrativas tomadas de la literatura o del estilo como un decantado individual, algo que llega con el tiempo…

Pero como no hay forma sin contenido, ni sustancia sin trasfondo, en algún momento salta la cuestión de que no basta con cambiar políticas editoriales, y Padura sugiere la urgencia de una prensa separada de los estamentos del Gobierno, el Estado y el Partido, que sirva de contrapeso o contraparte, de voz de la sociedad, y claro, a mí me da por pensar en quién ha visto a órganos de propaganda trastocados en órganos de autoflagelación, si lo que no tiene pies ni cabeza es que Granma y Juventud Rebelde sean juez y parte.

Pero también me da por pensar en interrumpir a Padura y pedirle, por favor, ¿por qué no dejas eso y hablas un rato de literatura? ¿De Paul Auster, por ejemplo? ¿De su novela El país de las últimas cosas, por ejemplo?

Y aunque Padura no lo haga, yo sí voy a hacerlo ahora, porque no estoy ya en el aula con Padura, sino escribiendo esta crónica para Isliada y aquí no nos gusta hablar de “La Prensa Cubana”, nos interesa comentar de literatura, sólo de literatura (eso lo planteamos delante de todo el mundo, que aquí no hablamos “de política”).

Y por eso ahora les voy a contar de El país de las últimas cosas, ahí donde Paul Auster cuenta de un país donde las cosas desaparecen una a una y no vuelven nunca más, donde ese ejemplar de la novela El hombre que amaba a los perros es el último que verás, donde un día encuentras una naranja en el mercado y ya nunca más, donde lo único nuevo que aparecen son nuevas ruinas, porque las cosas se desmoronan o desaparecen y no se crea nada nuevo, porque la gente muere y los niños se niegan a nacer, porque ese país levantó un día un muro alrededor suyo, y hoy decir “yo desearía que el dinero creciera en mis bolsillos” o “desearía que la ciudad volviera a ser como en los viejos tiempos”, es considerado “lenguaje fantástico”, porque la única teoría válida es que por muy mal que la situación estuviera ayer, siempre será peor hoy. Un país donde, a pesar de todo, algunos consiguen sobrevivir.

Rafael Grillo. (La Habana, 1970). Escritor y periodista.

Rafael Grillo (La Habana, 1970): Escritor y periodista. Jefe de Redacción de la revista El Caimán Barbudo y fundador de la web literaria Isliada. Licenciado en Psicología y Diplomado en Periodismo. Imparte cursos de técnicas narrativas en la Universidad de La Habana y otras instituciones. Ha publicado las novelas Historias del Abecedario y Asesinos ilustrados (Premio Luis Rogelio Nogueras 2009), los libros de ensayo Ecos en el laberinto y La revancha de Sísifo y el volumen de crónicas Las armas y el oficio (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008). Incluido en numerosas antologías; las más recientes: El silencio de los cristales. Cuentos sobre la emigración cubana; Tres toques mágicos. Antología de la minificción cubana y Island in the Ligth / Isla en la luz (bilingüe, publicado por The Jorge Pérez Foundation, Miami). Como antologador participó en L@s nuev@s caníbales. Antología del microcuento del Caribe Hispano (2015) y es el responsable de la “Trilogía de las Islas” conformada por Isla en negro. Historias de crimen y enigma (2014); Isla en rojo. Historias cubanas de vampiros y otras criaturas letales (2016); Isla en rosa. Historias cubanas del amor y sus desdichas (2016). En 2018 recibió con Isla en rojo el Premio del Lector, que se entrega a los libros más leídos del año. En 2020 participó en la novela colectiva Mirar, sufrir, gozar… La Habana y vio la luz su volumen de relatos Revolicuento.com.