Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Alberto Baeza Flores

Alberto Baeza Flores (Santiago de Chile, 11 de enero de 1914 – Miami, Florida, 6 de enero de 1998) fue un poeta, escritor y periodista chileno.

Lumbre secreta

Un silencio de rosas te perfumaba el pelo,
la sombra de la ausencia movía los rosales,
una sonrisa ardiente iba quemando el alma.
Las islas cambiaban sueños en la noche,
el amor regalaba sus nombres a las cosas.
Olvidar era un poco aprender a morir.
Ausencias y ciudades continuaban
uniéndome en el sueño,
volvía la ola a relatarme tu infancia,
pero el tiempo había encanecido de pronto
y sólo era posible escuchar una lluvia invisible
en la última galería del corazón.

1

Con Elsa descendimos escalón a escalón
en la inocencia de los siglos.
(Naturalmente, era en Atenas
y los tiempos aún no se habían confundido).
Entonces, escuchamos a la Fuerza decir:
«Todo es dado a los seres menos gobernar a los dioses.»
Y nos quedamos en silencio.

2

También navegan los callados sonidos
en espera de un barco que se ha ido
no sé a cuáles mares ignorados
en busca de otros sueños de la tierra.

También se ha ido el que no debió haber venido
porque se había hecho demasiado tarde
en esta tierra.

Inicial de mi mundo

Puebla el cielo de enero de miradores
altos para que ellos vea sola mi eternidad,
si tus alas cavaron raíces en lo exhausto
de mi vivir, ahora puebla mi soledad.
Yo no pensé quedar en una sola forma
de eternidad terrestre que llevara el confín
de mi desesperado sentir a nueva norma
que de tanto morirme ganara mi vivir.
Yo no pensé quedar en cúpula de enero
que eternizara el mar y lo llevara al cielo
a vivir la belleza de toda su verdad.
Yo no pensé quedar en cúpula del cielo
que de ama el amor bajara el cielo a
enero para en mis noches oscura darme
tu claridad.

LA LLAVE FINAL

Ya la voz del soñar casi no me acompaña.
El vino de arroz embriaga como el viento.
La guerra más feroz está en nosotros.
El dolor siempre borra fronteras de nostalgias.
¿Qué nos queda de todo lo vivido?
Acaso esa estrella invisible que en nuestras manos se ha dormido
y era la llave -final- del Paraíso.

EN PARÍS ERA OTOÑO Y LAS HOJAS CAÍAN

En París era otoño y las hojas caían
con una levedad dorada de milagro.
Eras la bien amada y eras la bien perdida,
la viajera infinita que ilusiona el verano.
En París era otoño y las hojas caían.
Nunca más andarían tan juntos nuestros pasos.
Le dabas a mi vida países imposibles,
vagos sueños errantes con sus colas de pájaros.
En París era otoño y las hojas caían
a un secreto soñar de todo lo que amábamos
Sonreías, a veces, como si no te fueras
y a mi amor melancólico le dabas su oro pálido