Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Alex Fleites

Alex Fleites es un escritor y traductor de nacionalidad cubana nacido en Venezuela. Se graduó en la Facultad de Filología de la Universidad de La Habana en 1980, ha trabajado en varias publicaciones culturales de Cuba, como Juventud Rebelde, El Caimán Barbudo, Cine Cubano, Revista Unión y Arte Cubano, en calidad de crítico y editor.

En ocasiones, trunco

¡Vaya que uno amanece, en ocasiones, trunco!
Roque Dalton

La noche anterior,
la de los azufres y los óleos,
doblé con amor los pantalones
pero, sin querer,
adentro me dejé las piernas
Ahora no puedo salvarme
de los cuchillos del invierno,
impedido como estoy
de amar la lejanía

Recorro con lentitud las fotos,
los grabados
buenos para ahuyentar
a la simuladora,
mas de regreso
ya no tengo los ojos,
perdidos en venturosos
laberintos,
en detonantes manchas de color
que invitan a saltar
quién sabe a dónde

En esta situación,
¿qué me queda
sino los dedos de golpear,
las cejas inocentes?

Con curioso terror
espero esta mañana a los amigos
Tras los poemas,
los abrazos,
después de inventariar
los odios candorosos
y las claras incitaciones
de la vida,
terminarán así, los distraídos,
echando en su equipaje
mis dos manos

Mujer danzando en una pieza de hotel

No va a poder con la mirada
cuando la luz que irradie su figura
haga estallar la oscuridad del cuarto

No va a poder con el arrobo
de quien la mira danzar,
isadora, ante el espejo,
mientras no acierta con el interruptor
que devolverá las prendas a su sitio
y hará del balcón suspendido sobre el puerto
un pasadizo directo hacia la noche

No va a resistir esa mirada
que descubre acordes a las manos
para que recorran el cuerpo
como si de la sabiduría de los dedos
pendiera la magia de su magia

Da el terral en el reloj de la garganta
en el momento en que no hace sino danzar
sobre la piel del hombre,
hasta no ser más
que una muchacha en movimiento,
un pobre pájaro proyectado
en la pared-cinematògrafo

Cae la sábana a sus pies,
y no hay aplausos
A la mañana, el mundo acogerá a dos mortales

Alguien enciende las luces del planeta

Para Zaida del Río

Entre tus manos
y este objeto retórico que es mi corazón
el viento del Caribe ha completado un círculo

En él se ve, como a través del agua,
la fronda que tu pulso dictó secretamente
para que mi palabra se echara a descansar
después de una larga jornada por el mundo

A veces sucede una llamada nocturna
y tengo que desandar la trama de las hojas
hasta llegar a ese punto donde sólo tú eres posible,
animal entrampado bajo su desnudez de miedo

Hay quienes padecen la más cruel belleza
Cierra al dormir, amiga, la ventana
Sería fatal que te inundaras de estrellas

En todo momento
un hombre enciende las luces del planeta
Basta para ello que dentro de su cabeza
alguien dibuje pájaros y árboles

Cuida de mi voz como de un pobre perro
Es lo que tengo para salvarte y salvarme

Nocturno

Mujer
Se ha visto
Que los sueños
Raramente
se cumplen.
Mejor
Será
Defender
Este insomnio.

El hijo prodigo

Y heme aquí en el punto del comienzo

Cabalgué como un predestinado
Cabalgué como un renuente
Cabalgué con la inocencia
de quien pierde la lumbre,
el sosiego que sólo fija el mar.

Aquí estuvo el hogar. Aquí, la mesa
sobre la que cantaba la hermanita
Aquí, los instrumentos de triturar olores
Aquí hubo una mujer cuidando el fuego
Aquí, los hijos, sus manos todavía inhábiles,
nos prevenían, nos incitaban, nos exigían más

Quien padece la salmodia del viento
no teme llamar a los postigos
Sólo entrever –la humildísima hendija–

Adentro se oyen pasos similares a los míos
Adentro, los murmullos, las caricias invisibles
Adentro, el tigre que desgarra los sueños

He vuelto, oidlo bien, he vuelto
Puedo pasar un día o un siglo ante el templo
con la apariencia de un borracho ciego

Terminarán por aceptar mi rostro
cruzado de verdes cicatrices

Visione laterale di nudo femminile

Para Roberto Fabelo

La noche aún no ha descendido
hasta el momento en que se funda
con el negro de los ojos

Es la peor hora
para la vista lateral de un cuerpo
que la luz resolvía con generosidad

Tan fina es la nariz
Exactos los volúmenes del seno y la pierna
La lúbrica mano justo en el lugar

El pobre Albert la entrevió
cercana y distante como el fruto
en la rama más alta del ciruelo

Y es rotunda como la verdad
Y es implacable como la venganza
Y es irrebatible como el tiempo
Y es sensible como el llanto
Y es, en resumen, como las grandes palabras
que nunca servirían para develar,
en su perfecta imperfección,
el amado perfil de una mujer desnuda

De un griot para sus hijos

Voy nombrando las partes
al tiempo que las toco
La lanzadera, el huso,
la fragua donde duermen
con ligerísimo sueño
el viento, el fuego y la materia

Purificado el cuerpo,
pasado el tiempo
del aprendizaje silencioso,
voy diciendo los nombres
que la noche me puso en los labios:
Gubia para extraer
el corazón de la madera
Escalpelo furioso
Pensativa reja del arado

Digo, nombro, tomo posiciones,
me apropio de lo que
siempre estuvo allí
para dolor y regocijo

Junto el barro del amanecer
Su forma ya no imita
Sólo quiere ser barro

Para que no se sequen,
expongo las palabras
sobre la hierba de la isla

En su oscura esencia
todo queda dicho

Comience el día, cada cosa
ocupe el espacio de su nombre

Pasado este momento,
pueden tocar mi túnico y mi carne
Dispongan del pan
que les dejo servido
Y no me reverencien

Después de todo
no soy más que un hombre,
irreconocible entre tantos
que a esta hora, en rebaño,
se agolpan a la entrada
de las usinas,
los estacionamientos
y los ministerios