Poetas

Poesía de Francia

Poemas de Anatole France

Anatole France. Escritor francés. Tras terminar los estudios secundarios, comenzó a trabajar en varias editoriales y revistas al tiempo en que ayudaba a su padre, propietario de la France Librairie, una librería especializada en temas de la Revolución francesa. En 1876, fue nombrado bibliotecario del Senado. Publicó sus primeros poemas en Le Párnase Contemporain, en el que trabajó en su comité de redacción. Trabajó para el periódico L´Humanité, y tras la publicación por Zola de Yo acuso, tomó parte activa en la defensa del oficial Dreyfus en el famoso caso. Fue cofundador de la Liga de los derechos Humanos, miembro de la Academia Francesa desde 1896, y Premio Nobel de Literatura en 1921. Todas sus obras fueron objeto de la censura eclesiástica.

Marina

Bajo las blandas palideces que vuelan en silencio
El acantilado, el mar y la arena, en la ensenada
Las embarcaciones se revelan ya.
De la vorágine oriental el sol emerge
Y cubre al océano de una capa embrazada.
La duna a lo lejos sonríe, ondulante y rosada.
Viajan los relámpagos en los cristales de las casas.
En el vértice de los cuchillos las jóvenes frondas
Comienzan a reverdecer en la claridad primera,
Y el cielo aspira largamente la luz.
Él fija en el espacio un vago rumor
Donde el trabajo humano va a lanzar su clamor.
Las mujeres en zuecos descienden de la aldea,
Los pescadores hacen secar sus redes sobre la playa,
Y el sol ilumina las espaldas de los marineros,
Los espasmos de los peces en el mimbre de las cestas.
En un hueco de acantilado donde flota la estopa,
Un viejo hombre calafatea, cantando, su chalupa,
Mientras que todo en lo alto, entre los cardos blancos,
Caminan dos aduaneros, al paso, graves y lentos.
En un barco pesquero con vela latina,
Blanco triángulo, reluce a través de la llovizna,
Un viejo marino, de pie sobre el castillo,
Estira el brazo a lo largo, interroga al viento.

Le refus

Au fond de la chambre élégante
Que parfuma son frôlement,
Seule, immobile, elle dégante
Ses longues mains, indolemment.

Les globes chauds et mats des lampes
Qui luisent dans l’obscurité,
Sur son front lisse et sur ses tempes
Versent une douce clarté.

Le torrent de sa chevelure,
Où l’eau des diamants reluit,
Roule sur sa pâle encolure
Et va se perdre dans la nuit.

Et ses épaules sortent nues
Du noir corsage de velours,
Comme la lune sort des nues
Par les soirs orageux et lourds.

Elle croise devant la glace,
Avec un tranquille plaisir,
Ses bras blancs que l’or fin enlace
Et qui ne voudraient plus s’ouvrir,

Car il lui suffit d’être belle :
Ses yeux, comme ceux d’un portrait,
Ont une fixité cruelle,
Pleine de calme et de secret ;

Son miroir semble une peinture
Que quelque vieux maître amoureux
Offrit à la race future,
Claire sur un fond ténébreux,

Tant la beauté qui s’y reflète
A d’orgueil et d’apaisement,
Tant la somptueuse toilette
Endort ses plis docilement,

Et tant cette forme savante
Paraît d’elle-même aspirer
A l’immobilité vivante
Des choses qui doivent durer.

Pendant que cette créature,
Rebelle aux destins familiers,
Divinise ainsi la Nature
De sa chair et de ses colliers,

Le miroir lui montre, dans l’ombre,
Son amant doucement venu,
Au bord de la portière sombre,
Offrir son visage connu.

Elle se retourne sereine,
Dans l’amas oblique des plis,
Qu’en soulevant la lourde traîne
Son talon disperse, assouplis,

Darde, sans pitié, sans colère,
La clarté de ses grands yeux las,
Et, d’une voix égale et claire,
Dit : » Non ! je ne vous aime pas.»

Ante una firma de María Estuardo

A Étienne Charavay

Esta reliquia exhala un olor de elejía;
pues la reina de Escocia, cuyo labio galano
daba un beso a Ronsard y otro al misal romano,
puso algo en ella de la majia que tenía.

Cuando la reina, con su frájil enerjía,
firmó María al pie del pergamino anciano,
la hoja feliz se puso tibia bajo la mano
que azulaba una sangre brava para la orjía.

Maravillosos dedos de mujer han estado
aquí, con el perfume del rizo acariciado
en el orgullo real de un sangrante adulterio.

Yo torno a hallar la esencia y la luz rosa de estos
dedos reales, hoy mudos, descompuestos,
flores tal vez de un tranquilo cementerio.