Poetas

Poesía de España

Poemas de Ángeles Mora

Ángeles Mora Fragoso, nacida en Rute, provincia de Córdoba, en 1952, es una luminaria en el panorama literario español. Destacada poeta y escritora, su legado abarca la poesía y la prosa, otorgándole un lugar entre las voces más influyentes del siglo XXI. Además de su labor creativa, Mora es miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada desde 2003, un testimonio de su prominente posición en el mundo literario. En 2016, recibió los prestigiosos galardones del Premio Nacional de la Crítica y el Premio Nacional de Poesía de España, consolidando su estatus como figura imprescindible en la poesía contemporánea.

Formada en la Universidad de Granada, donde obtuvo su licenciatura en Filosofía y Letras, Mora ha cimentado su reputación como poeta y como educadora. Posee un máster en «Metodología de la Enseñanza del Español como Lengua Extranjera» por la misma universidad, y ha compartido su conocimiento como profesora de Lengua y Literatura Española en el Centro de Lenguas Modernas. Su pasión por la escritura y la enseñanza la ha convertido en una influencia vital en la formación literaria de numerosos estudiantes.

Mora es también un vínculo activo entre las letras y la comunidad. Ha colaborado con el periódico Granada Hoy, transmitiendo su pasión por las palabras a un público más amplio. Como presidenta de la Asociación de Mujer y Literatura Verso Libre, ha trabajado incansablemente para destacar la voz de las mujeres en el ámbito literario, demostrando su compromiso con la equidad y la diversidad en la literatura.

Su trayectoria poética es un viaje cautivador a través de la expresión lírica y la exploración emocional. Desde su primer libro, «Pensando que el camino iba derecho» (1982), hasta su obra maestra galardonada «Ficciones para una autobiografía» (2016), Mora ha tejido un tapiz poético que abarca una amplia gama de emociones y temas. Con títulos como «La guerra de los treinta años» y «Bajo la alfombra», su poesía se adentra en la complejidad de la vida y la experiencia humana.

El reconocimiento a su talento ha sido impresionante. Sus premios, incluido el «Ciudad de Melilla», el «Jaime Gil de Biedma» y los prestigiosos premios nacionales de poesía y crítica, atestiguan la trascendencia de su obra y su impacto en la comunidad literaria.

Ángeles Mora Fragoso es una voz literaria que desafía fronteras y despierta emociones. Su capacidad para capturar la esencia humana y la profundidad de la experiencia a través de sus versos la convierte en una fuerza imparable en la literatura contemporánea. Con una carrera que ha florecido desde la poesía hasta la prosa, desde las aulas hasta la comunidad, Mora sigue inspirando y conmoviendo con cada palabra que escribe.

Casablanca

As time goes by…

Entre todos los bares de este mundo
he venido a este bar para encontrarte,
furtiva como siempre,
para rozar la piel de tus esquinas.

Y cómo me hace daño tu cansancio
-ya sabes que mañana es cada lunes-
esa vieja, tristísima, memoria
de buscarle sentido a algo que bulle
como se abre una flor,
así, de golpe.

Manías de la ausencia y tus nostalgias.
Te noto tan cansado…
Quiero dormir contigo. Busca sólo
un poco más de sueño y de tabaco.
Quiero morir contigo.
¿Por qué no me prometes un cumpleaños más?
Las arrugas ahí sí que son cosas serias
o el paso de los días,
con mis pechos que bajan a acariciar tus manos.
Y luego cuando un labio nos elude
en la piel de las ingles, ay, no muerdas,
y nos brinca por dentro…
Pero ahora llega el tren
como un viejo caballo del National
qué diestro en los obstáculos,
qué sucia su taberna,
qué mediodía oscuro al despedirte.
Te veo tan delgado
con tus causas perdidas,
tus canas en la llama de la copa,
mi amargo luchador, .
sonriendo lentamente, como si te murieras.

Como al decirme adiós.

Aquel calor

Si esta noche la sombra
cayó sobre la sombra,
y el silencio su sello puso
sobre labios ya mudos,
qué puede sorprenderte.

Si aquel calor es una historia antigua
y sus cenizas las esparce el viento.

Qué puede sorprenderte,
si ya tanto llovió sobre mojado.

Contra ti

(Y en elogio de L. F. de Moratín)

Y si tú fueras un hombre de bien
(que no lo eres)
vendrías a mezclarte conmigo en las afueras
de Argel o de Venecia
para besar «insieme il sacro piede
e admirare le spaventose meraviglie
superbe della antichitá…»
como cantar solían los poetas.
Pero no eres hombre de bien.
Oh, si lo fueras.

Yo, feminista. en un concierto

A Teresa Gómez

Cuadros para una exposición de Moussorgsky
juegos de cartas de Stravinsky
(intermedio de las mil y una noches de Strauss)
que hoy puedo ya oír la música en vaqueros
dice mi amiga -digo- que a fin de todo y cuentas
las mujeres no existen

sino

como apresuradamente sucias o amorales
-pero tan temblorosas por el frío- .
(Aunque, niño, por verte
la punta del pie
si tú me dejaras
veríamos a ver…)
Salvo que allí soñada y en la fila
de al lado, con Moussorgsky
trucándole las cartas a Stravinsky,
cómo decir a voces que te quiero:
si nadie habla en voz alta
en un concierto.

En vano

En vano te he buscado.
Atrás quedan las horas
que tanto fueron tuyas.
Murieron.
Se fueron para siempre
con tu beso,
tu beso perdido en la cuenca
de mi mano,
roto de frío,
mientras que aquel portal sigue en su sitio,
y la casa se cae,
me dicen.
¿Sabremos algún día
por qué no merecimos tanta dicha?

La chica de la maleta

Esta fría mañana tan cerca de diciembre
no tomé el desayuno, no he leído el periódico,
no me metí en la ducha después de la gimnasia
(esta oscura mañana no quise hacer gimnasia)
no subí la persiana para asomarme al cielo
ni he mirado en la agenda las promesas del día.
Esta dura mañana con su duro castigo
he roto algunas cosas que mucho me quisieron
y salvé algunas otras porque duele mirarlas.
Me estoy haciendo daño esta mañana fría,
quisiera destruirme sin salir de la cama
o encontrar la manera de dormir un momento.

Cuando menos lo esperas, suele decir la gente,
la sorpresa aparece con sus dientes de anís.
Cuando menos lo esperas, si te fijas un poco,
verás que el aire lleva gaviotas y mensajes…
mas ya no van conmigo esos viejos asuntos.
El aire arrastra lluvias y tristezas heridas
y yo no quiero verlo cruzar como un bandido
tan guapo y tan azules sus ojos venenosos.

Esta fría mañana tan cerca de diciembre
cuando rozan los árboles de puntillas las nubes
junto a tanta miseria, tan helada ternura,
yo dejo mi impotencia, mi personal naufragio
entre estos blancos pliegues olvidado…
Aunque mi cuerpo caiga doblemente desnudo
en ese traje roto que luego es un poema.
Aunque otro sueño baje su luz por la almohada
y ya no te despierte mi voz en el jardín.

Las hojas muertas

Igual que me sostiene
la tibia sensación de estar cayendo
por la ladera dulce del otoño
de mi vida, y acaricio
despacio –como vuelan las hojas-
mi cuerpo que ya lleva
el olor de la tarde,
así cae este poema
en el papel dorado de tu carne
y así –voluptuosa-
su letra breve te acompaña.

Se piange, se ridi

Te diré que no supe si reír o llorar
después de todo
pero estaba feliz,
demasiado feliz, sospecho ahora.
Recuerdo que me hablaste
de que empezaba a amanecer,
el cielo parecía algodón sucio.
Lo más inolvidable será siempre
el aire fresco y dulce que crecía,
igual que una caricia, entre dos luces.
Yo estaba sola
y tú quisiste ser mi amigo:
que esto no rompa la amistad, dijimos.

Pero fue hermoso más que un sueño,
mucho más inquietante que un puente entre la bruma
y aquel coche sin duda más maravilloso
que un bosque de la Alhambra
y tu corazón más hondo y más extenso
que el manto de la aurora
cuando llorando me asomé al balcón
de tus ojos.

Por eso ahora escuece la distancia
como ella sola y el deseo -cruel-
asoma cada minuto
-con el peligro que eso entraña
para una sencilla amistad-
ahora no puedo menos que aceptar
lo que fue un verdadero error de cálculo:
esta suave tristeza insoportable
con la que no contábamos.