Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Aníbal Cristobo

Aníbal Cristobo (1 de septiembre de 1971, Lanús, Provincia de Buenos Aires) es un poeta y traductor argentino. Entre 1996 y 2001 vivió en Río de Janeiro, donde publicó «Teste da Iguana» (1997) y «jet-lag» (2002). Colaboró en las revistas «Inimigo Rumor», «Range Rede» y «Cacto» con artículos y traducciones sobre poesía argentina. Entre el 2001 y 2002 residió en Buenos Aires, donde obtuvo una beca a la creación artística de la Fundación Antorchas por su libro «Krill» (2002) y creó la colección de poesía «Bikebik» En 2002 se radicó en Barcelona.

UNA CARTA A MADAME BLAVATSKY

Estoy escribiendo, casi a trescientas millas
del hogar, y su órbita se aleja, sin ningún
interés

en los movimientos de una lengua
que antes brillaba intensamente, en las regiones
inexploradas del Tíbet. Aprendo
que usted es la viuda de un concejal ruso, pintado

por su padre. Ahora bien: ¿cuáles son
estos hechos? Los devotos
han venido de El Cairo con un guante relleno de algodón
que representó la mano y el brazo
de una cierta sustancia materializada –usted

insiste, el Coronel Olcott
de otro mundo. Sobre otras cosas dije
sí, que eran verdades si –marque
si- la doctrina del Karma era el sonido. Debiera

haber pensado el funcionamiento, o algo
semejante. Es cierto
que escribí esas palabras, y sin embargo no
las engendré.-

VIAJANDO A ESSEX PARA EL JUEGO CONTRA LOS CRIADORES DE OSTRAS

No puedo dar mis opiniones
incisivas –no vi

el incidente mientras conseguía una hamburguesa, conversaba
confusamente sobre la precisión de las
soldaduras: en la mayoría de los casos se dijo
que los movimientos se habían resistido, y con todo
Baxter

y el panadero

se arrojaban delante de la bola como los hombres
del FBI lo harían para proteger al presidente. La mueca de Paul

reveló lo que sospechábamos: era la única vez
que golpeaba la pelota con el pie
derecho –el encargado
daba a los miembros de cuadrángulo una oportunidad

de brillar. Al parecer resultó

un juego mal templado; los vendedores
tenían toda la mercancía confiscada, a veces
al hablar
hacen falta subtítulos.-

Dos gordos en apuros

Empantanados, con los inspectores
fiscales bailándoles alrededor y perdiendo
popularidad entre los vecinos desde el
“tortugagate”, mis padres
se plantearon la posibilidad de una tragedia
sobre la cría de asnos y la carpintería. En el ático, me gustaba pintar
a esos dos tecnócratas en el amanecer
de algún parque acuático, flotando
como un par de islas blancas y desconocidas. Pero
cada día los oía jadear en mi cuenta bancaria, asfixiando
mis pretensiones sindicales.

Escondidos detrás de nuestras herramientas
de bricolage, mi mujer
y yo, cavamos
cada vez más profundo. Cada uno
ha aplicado semanalmente una terapia experimental
sobre el otro, interrumpidos sólo por los sonidos
de un éxito deportivo en la distancia.

Lo último en tortugas

Un año después tu obsesión por los artículos náuticos
se había corregido: de haberte ausentado, la maestra
del pueblo habría rematado tu colección
de nudos, convencida de que eran los culpables
de nuestra mala suerte; y hubieras visto -eso si regresabas- a las
chicas
intercambiando tus libros sobre albatros. Ya habíamos sufrido
demasiado, mientras tus hijos jugaban con escotillas
de bronce. “Lo peor
es que las cosas siempre tienen un nombre
distinto”, había dicho uno.

Me felicitaron, me preguntaron a qué me dedicaría
ahora, si utilizaría los conocimientos ganados
con tu caso. El municipio
insistía en regalarme su loro emblemático; pero en el garaje,
todas mis reflexiones terminaban así: “¿quiero, verdaderamente,
convertirme en un experto en pérdidas?”

Tres grupos de hombres

El primero había sido dibujado en tinta china
sobre una balsa. Lo pintó la mujer de un amigo durante un ataque
de orientalismo: todos llevan maletines
y consultan sus relojes en medio de la bruma. Después supe
que se había ido a Waco en el 91. Se llamaba
“Las decisiones que nos han traído
hasta aquí”. El segundo
parecía estar dentro
de uno de estos poemas: eran 5 o 6, todos
parecidos, interpretando
una coreografía demasiado complicada,
como si se tratara de una miniatura.
Atado, dentro de una bolsa
de plástico debajo de la lluvia, no pude verlos
escapar desde la terraza, tarareando melodías eslavas.
Años antes conocí al que finalmente sería el tercero: todavía
eran niños, y jugaban con las huellas de vidrio
de un frasco digital. Discutimos por cualquier tontería, les dije
algo injusto, y ahora, aquí, me gustaría disculparme
por eso.-

Cómo evitar que te pase esto

Ignoro cómo participar de esta franquicia respiratoria,
o si presentarme a un evento forestal con el rostro
cubierto de granizo.

Mientras hablamos, una frase de la conversación
se viraliza —como un snack
circulando en condiciones extremas de sociabilidad.

En cambio, sé nadar entre las góndolas de un súper
a contracorriente, hasta llevarme todos los aplausos
a esa línea
donde se aprende a pensar bajo el agua.

Visto desde la perspectiva de una deuda olvidada,
mi sistema nervioso
era una performance de la desilusión; y nuestros sueños,
el resultado de una encuesta.

Con un chicle vuelve la canción: “siempre fui para mí
una sesión espiritista en el jardín / y ahora soy
mi propio bullying”.

Y puede parecer un tecnicismo populista,
pero no.-