Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Astul Urquiaga

Astul Urquiaga (San Nicolás de los Arroyos, Argentina; 24 de julio de 1914 – 14 de noviembre de 1990) fue un poeta y profesor argentino.

DESTINO

Este es el rancho, el rancho que tenía

su juventud fluvial y luz señera,
donde móvil reinaba mensajera
aquélla en el recuerdo que me guía.
Este es el mate, el mate que venía
amoroso en su mano compañera,
donde dejó su ausencia la quimera
de saber que la quise y me quería.
Este es el río, el río que comprendo
dentro de mí arisco montonero,
el río de las islas de mi vida
entre las que sonámbulo, voy yendo.
Y éste es el perro, el perro que me cuida
y éste es el río que me traga entero.

AMÉRICA ES MUJER

¡Ah, mujer indígena, del predio,
del padre Sol y de la madre Tierra!
Del verde y el agua de las mocedades,
de ojos afortunados, de luciérnagas,
de aconteceres de hondas claridades.

Mujer del campo, el pastizal antiguo
adonde eran los amores realidades.
Mujer del ayer, del hoy, de la inocencia
volando al viento la melena casta.

Mujer indígena, del predio, del arenal, los sauces.
Mujer del ajo, el perejil, las hierbas,
los peces y calandrias de mi tierra madre
de mi América pura, insobornable.

Mujer de mis campos y ciudades.
América es mujer, como mi madre.

RIO HERIDO

Ya tengo el río en esta noche pura
junto a una compañía que no pierdo.
Ya siento su murmullo cauto y lerdo,
aguas abajo de la orilla dura.

Y viene a la memoria esa locura
de un corazón ardiente, y su recuerdo
viene a quedarse por mi lado izquierdo,
solo, en la noche, como boya oscura.

Y luna adentro el río estremecido,
vagando a la deriva de otro suelo
llora a mis pies por el costado ardido.

Una gota de luz le hace un hoyuelo
tiembla en su onda, el río se va herido.
Ya forma parte de mi desconsuelo.

ADIOS, RIACHO

Te vas, riacho, agua abajo, huyendo,
entre árboles hundidos, serpenteando.
Adiós, riacho, ya me dejas solo
los gemidores álamos oyendo.

Árbol te dije, árbol de mi pena,
riacho anclado pero en movimiento;
te vas rodando, pero siempre queda
en velamen de adioses tu pañuelo.

Fuegos de leños, alardean, lentos
con sus lenguas tímidas y exánimes.
Te vas riacho, como quien no quiere,
por las últimas llamas alumbrado.

Golpea el agua, la creciente asciende.
Cruzan las tardes lapidarios cuervos…
Se va llorando por el cielo el alma
y de su exilio vuelve con recuerdos.

Te pasa la lengua como un perro,
la anaranjada luna que te lame,
mientras ladran desde el ribazo al cielo
asesinos sabuesos, masticando.

Con cicatrices, como yo, de hachazos,
y tus arrugas, álamo, de lágrimas
fuimos yendo, riacho, árbol soñado
pacificando el viento de las almas.

Mirar este remanso, estar temblando,
sentir algo de uno adentro tuyo
y decir rancho, peces y arenales…
¡Besar este madero y decir: Árbol!

Te vas, riacho, con mi pena a cuestas;
para ti es lo mismo irte cantando…

Ya no puedo seguirte, adiós te digo,
ahora te digo adiós, pero llorando.

VENGO DEL RANCHO

Vengo del rancho de la Isla Mora
adonde el fuego no se apaga nunca,
donde ladran los perros a la luna
y ay, los perros del alma se despiertan.

Vengo de adonde la dejara un día
entre redes, balandros y espineles
y yo era el pez noctámbulo que andaba
tras el remanso de su boca y dientes.

Y de donde quedara su presencia
en los lechos quemantes del estío,
entre aromos y ceibos y sauzales
sedientos de su vientre y de sus senos.

Amo las formas de su cuerpo lírico,
unido a la ternura de su alma.
Largo destino es el seguirla amando,
es su recuerdo mi más alto símbolo.

Vengo del rancho de la Isla Mora
donde ladran los perros a la luna,
adonde el fuego no se apaga nunca.

NOMADE SALADO

al Prof. Duillo J. Cámpora

I

En la ancianidad del aire un vendaval antiguo
y un oscuro polvo milenario golpeándome los ojos,
nada más que por verte en tu atávica belleza
cuando tu sombra de vigilia se refleja en la arena,
quieto en la alta noche luminosa.
O entre espinas de frío, ya lleno de viveza y de gozo,
cuando todo tirita a tu alrededor, y pasas…
¡Oh, anterior, oh desterrado pejerrey indiscutible,
jerárquico de peces, nomade salado!

¿Atiéndeme, llévame, háblame como un vino en la garganta!
Paleolítico inmerso en la profunda nubilidad
del agua clara,
brújula, aguas arriba al norte nemoroso de tus fugas,
en la sombra gata de la noche entre galaxias.
Ora saltas y suena el río repetidamente,
como goterones en la noche tosca.
Y en la memoria juvenil de dientes y río y fogatas te convoco.
¿Te irás un día en la honda instancia sumergido,
o se abrirá un día en ti la flor de un vuelo
y de tanto ir a flor ascenderás al cielo?
¡Muérdago pilono, huésped de mi lámpara undívaga
y de mi carne!

II

Río fabuloso, anterior,
ahora pasas como antes, en tu helada curtiembre,
macerando memorias, Dios de innúmera belleza.
Me consumo como el fuego y sufro;
tu perennidad me justifica los huesos.
Tú vienes de los bongos y de las maracas,
edecán de la selva.
Tú eres el territorio de la desnuda especie insomne.
¿En qué poética instancia vas inmerso y sonoro
oh, río de nenúfares?
Vientos de carabelas ye persiguen
y te escandallan el lucero y las estrellas inmensurablemente.

III

Pero yo vuelvo a ti, pejerrey desterrado,
desde el principio de la especie.
Espiritualizada materia de la danza del agua.
La memoria del río se disfraza en tus escamas
y en la edad de tus lunas y naufragios,
arco iris de plata y de luceros,
hermano del desterrado viento de las arenas y las playas.
¡Puñal de agua clara, criatura de luz entre remansos!

IV

Oh, río, río en América gema discurriendo;
Esta América gema y dolorida:
¡Llévame, o déjame, oh, rey gigante, oh dulce nomade abstraído
en otro canto profundo, en otro caracol tu fino oído!