Poetas

Poesía de Estados Unidos

Poemas de Audre Lorde

Audre Lorde (1934-1992), poeta afroamericana, feminista y lesbiana, dejó una huella imborrable en la literatura y la lucha por los derechos civiles. Sus versos, marcados por la ira y la indignación ante la injusticia, capturan la fuerza y la complejidad de la experiencia femenina negra.

Nacida en Harlem, Nueva York, Lorde creció en un entorno vibrante donde la oralidad y la creatividad eran moneda corriente. Desde joven, exploró su identidad como lesbiana y enfrentó la homofobia y el racismo en su búsqueda de autenticidad y justicia.

Su poesía, recogida en obras como «The First Cities» y «The Black Unicorn«, es un testimonio poderoso de la resistencia y la supervivencia en un mundo hostil. Sus versos son un llamado a la acción, una celebración de la diversidad y una protesta contra la opresión.

Además de su labor como poeta, Lorde fue una activista incansable por los derechos de las mujeres y las personas de color. Fundó editoriales y periódicos dedicados a dar voz a las mujeres de color y se convirtió en una figura inspiradora para generaciones de activistas.

Su tiempo en Berlín Occidental fue especialmente significativo, donde ejerció una profunda influencia en el movimiento afro-alemán y abogó por la interseccionalidad y la solidaridad entre las mujeres de diferentes razas y orientaciones sexuales.

Lorde también enfrentó el cáncer de mama y hepático con valentía, convirtiendo su experiencia en una fuente de reflexión y enseñanza en obras como «Los diarios del cáncer» y «A Burst of Light«.

Su legado perdura en la poesía y la prosa que dejó atrás, en las vidas que tocó y en las luchas que inspiró. Audre Lorde, la guerrera de las palabras, sigue siendo una voz indispensable en la búsqueda de la justicia y la igualdad para todos.

MEMORIAL I

Si vienes tan callada como
el viento en la arboleda
oirás quizá lo que yo oigo
verás lo que ve la tristeza.

Si vienes tan ligera como
el rocío entretejido
te acogeré encantada
y te pediré lo mismo.

Puedes sentarte a mi lado
como un suspiro silente y
sólo los para siempre muertos
se acordarán de la muerte.

Si vienes, me quedaré callada y
no te diré palabras agresivas;
no te preguntaré porqué, ahora,
ni cómo, ni lo que sabías.

Sí, nos sentaremos aquí en silencio
a la sombra de distintos años
y la rica tierra entre nosotras
se beberá nuestro llanto.

MEMORIAL II

Genevieve,
¿qué estás viendo
esta mañana en mi espejo
escrutando por detrás de mis ojos
como un pájaro hambriento?
¿Estás buscando la forma de la chica
a la que menos me parezco
conforme pasa el tiempo
o acaso recuerdas que yo
no podía aceptar que tu cara se muriera?
No te conozco, ahora.
Pero estoy segura de que tu visión
fue más fuerte que la mía.
Genevieve, dime
¿dónde deambulan
las chicas muertas
cuando su verano termina?

Ojalá pudiera verte otra vez
incluso lejos de mí
como un pájaro
volando hacia el sol
tus ojos
me ciegan Genevieve.

Eco

Me escucho
atrapada en la sequía suplicando
al viento
seco como la tierra sin lluvia
llorando amor
en una lengua de falso trueno
mientras mi amor espera
una trampa sembrada
en la puerta de mi casa
una boca llena de dientes perfectos
seguros de su fuerza sobre el hueso
espera
para tragarme entera
y atravesarme
como ecos de risas sin sombras.

Un amor silencioso cuelga
en la puerta de mi casa
una sábana de seda y ladrillos
rasgada en el sol.

LA ALONDRA SIN CANCIÓN

Brilla tan claro el sol sobre la colina
que puedo ver cada día
parches de nieve que cayó en primavera
antes de que te fueras.

Y ahora que está a tocar el verano
bajo las fuentes del prado
canta entre las ramas una alondra
sin canción en la luz de la aurora.

OAXACA

Bajo el pedazo de madera que labra
se mueve lentamente la tierra.
Pero los relámpagos se acercan.

Cultivando su secreto en la tierra ocre
tendida como una mujer
la osadía es una labor agotadora
para hombres de ojos inmóviles
que cuidan sus semillas
y una dura vigilia en la estación sin lluvia.
Pero en el fino y brillante borde del día,
más allá del arado partido, miran hacia las colinas
los relámpagos que se incuban
pues la tormenta es conocida.

Se mueve lentamente la tierra.
Aunque la víspera del relámpago
puede romper con un destello
la cara de una montaña, frágil como el vidrio,
la tierra se mueve lentamente.
Toda la fuerza de un hombre en brazos de su hijo
por tal de esculpir un surco
en duro suelo desafiante,
y la tendida tierra aguarda.
Largo y lento el arado
a través de la ocre estación seca,
y se mueve lentamente la tierra.

Pero los relámpagos se acercan.

Las abejas

En la calle afuera del colegio
lo que los chicos aprenden
los posee.

Tres chicos gritan y tiran piedras
a un enjambre de abejas atrapado
entre la ventana del comedor y una chimenea
las piedras furiosas raspan el metal.

Las abejas están distantes y lentas
para defenderse. Pican a un chico y se
acelera la destrucción.

Llegan los guardias escolares con
largos palos en la mano
avanzan hacia la colmena
rompen las ya casi terminadas
celdas de cera miel fresca
gotea de los palos de escoba
pequeños pies se convierten
en expertos en pisotear las abejas que caen como lluvia
en el pavimento.

Curiosas y apartadas las chicas
miran con fascinación aprenden
lecciones secretas una pisa
lo que queda del zumbido débil
para curiosear el rincón vacío
«¡Podríamos haber estudiado cómo hacer miel!»
intenta comprender
su propia destrucción.

PADRE HIJO Y ESPÍRITU SANTO

No he visto nunca la tumba de mi padre.
No es que sus ojos judiciales
hayan sido olvidados
ni las huellas de sus grandes manos
en nuestros pomos crepusculares
media vuelta cada noche y venía
empapado de asuntos del mundo
inmenso y silencioso como el deseo de todo el día
preparado para redefinir una a una nuestras figuras
sino que ahora los pomos crepusculares
esperan, y no nos reconocen cuando pasamos.

Cada semana una mujer distinta,
tan regular como su copa rápida de cada tarde,
arranca la hierba su silencio crece
llamándola matojo. Cada semana
una mujer distinta tiene la cara de mi madre
y él, que tiene tiempo,
sin cambio,
debe de estar asombrado,
pues conocía y amaba sólo una.

Mi padre murió en silencio, amando la creación
y las respuestas bien definidas.
Vivió juicios quedos de asuntos familiares
y murió conociéndome un 15 de enero de ese año.

No he visto nunca la tumba de mi padre
no vaya a ser que me convierta en polvo.

Quién dijo que era fácil

Tiene tantas raíces el árbol de la rabia
que a veces las ramas se quiebran
antes de dar frutos.

Sentadas en Nedicks
las mujeres se juntan antes de marchar
hablan sobre las chicas problemáticas
que contratan para ser libres.
Un empleado casi blanco ignora
a un hermano que espera para atenderlas primero
y las damas no se dan cuenta i rechazan
los pequeños placeres de su esclavitud.

Pero yo que estoy limitada por mi espejo
como por mi cama
veo la causa en el color
como también en el sexo.

y me siento acá preguntándome
cuál de mis yoes sobrevivirá
a todas estas liberaciones.