Poetas

Poesía de España

Poemas de Aurelio González Ovies

Aurelio González Ovies, nacido el 9 de febrero de 1964 en Bañugues, Asturias, España, es un poeta y escritor español cuya obra trasciende fronteras y conquista corazones con su voz lírica y sus imágenes evocadoras. Doctor en Filología Clásica y profesor de Filología Latina en la Universidad de Oviedo, González Ovies destaca tanto por su labor académica como por su prolífica producción literaria.

Desde sus primeros versos, González Ovies ha cautivado a lectores y críticos con su visión personal de la realidad humana, explorando temas como el amor, el desamor, la soledad y la muerte con una sensibilidad única. Su poesía, marcada por una prosa sencilla pero profunda, nos sumerge en un universo donde la belleza y la verdad se entrelazan en cada verso.

Con una trayectoria que abarca más de tres décadas, González Ovies ha recibido numerosos premios y reconocimientos por su obra poética, entre los que destacan el Premio Hispanoamericano de poesía Juan Ramón Jiménez en 1992 y el XIII Premio de las Letras de Asturias en 2018, entre otros. Su influencia en la literatura infantil y juvenil también es notable, con una serie de álbumes de poesía ilustrada que han sido galardonados y traducidos a varios idiomas.

Además de su labor como poeta, González Ovies es un prolífico colaborador en medios de comunicación y ha participado en numerosas actividades culturales y literarias en España y en el extranjero. Su compromiso con la difusión de la poesía y la cultura lo convierte en una figura imprescindible en el panorama literario contemporáneo.

Con una obra que abarca desde la poesía para adultos hasta la literatura infantil, González Ovies continúa sorprendiendo y emocionando a lectores de todas las edades con su capacidad para capturar la esencia de la vida y transmitirla a través de la palabra escrita. Su legado perdurará en las mentes y los corazones de quienes tienen el privilegio de adentrarse en su universo poético, donde la luz y la oscuridad se funden en una danza eterna de belleza y verdad.

Arquitectura de las ruinas

Antigüedad
mujer hermosa
con ojos pompeyanos
que lleva cestos
de sombra
hasta las viñas
Mar
que se mira
en un espejo
y se serena
antes de que
la vean
amanecer las naves
orgullosas
Mujer
lanceolada
con los pechos
en púrpura
que visita
los templos
y pestañean
las lámparas
de aceite
Cintura de la juventud
de la columnas
melancolía
de la flor de
la manzanilla
que te hace
aniversarios
en latín
al lado
de las losas
Mujer
vestida de ceniza
y rayo de luna
que en la noche
te han visto llorar
sobre un mosaico

Pasabas
levemente
los dedos
por la desvanecida
sonrisa
de los padres
queridos.

Acción de gracias

Me ha costado mis años
llegar a escribir
soy
siento.
Estoy aquí y percibo
la grandeza del día,
su dimensión azul,
mi transparencia.
Se lo debo a los nombres
que tanto me llamaron.
Se lo debo a la infancia
y a su fosforescencia.
Se lo debo a los árboles
que crecieron conmigo.
Y a los versos que un hombre,
pastor en Orihuela,
dejó sobre la vida,
llegaron a mis manos,
giraron en mis ojos,
filtraron en mi voz.
Y, corazón arriba,
reconocimos juntos
la belleza.

Área de prioridades

De nada vale decir
aquí estoy yo,
gobierno y mando,
si al pasar por Castilla
y ver el sol crujiendo tras
los olmos,
uno no sabe dar gracias a Machado.

De nada sirve
montar revoluciones, modernizar
las leyes,
si al entrar en Moguer y abrir sus muros
blancos,
uno no escucha, como un geranio púrpura,
la voz en los balcones de Juan Ramón
Jiménez.

Muy poco importa
marcharse tan de prisa a tantas partes
a todas a ninguna,
sin pararse una vez, y al coger nuevo
aliento y mirar el camino,
sentir sobre la piel: Palabras
para Julia.

Sin duda alguna,
España no va bien, como el resto
del mundo y el fondo de la vida.
Necesitamos agua, pan, un poco
de esperanza. Y poesía.

Argos

Los caseros no atienden a sus ojos,
pero detrás de sus negras pestañas
oculta una tristeza tan redonda
que apenas le permite la mirada.
Por eso algunas veces con la cola,
cuando escucha el sigilo de las vacas,
dibuja sobre el barro en que reposa
retazos de impotencia y de desgana.
Y poco a poco el giro de las moscas
que rondan sobre él noche y mañana,
le han dado un parecido con las cosas
que a la muerte se pudren olvidadas.
Su hocico respingón ya tiene forma
del aullido más último del alma,
y de aquella nariz de caracola
tan única en los rastros de la caza,
cuelga la transparencia de una gota
que ya no puede secarse con la pata.
Y aunque sigue esperando, de su boca
sale de vez en cuando esa palabra
con que expresan los perros su derrota;
y lloriquea y cae y se levanta…

El veneno agridulce de la vida

Ganar, abrir, cerrar,
perder. Hoy el encuentro
feliz. Mañana la despedida.
Todo es lo mismo
y contrario. Como la luna
y el día. Todo de luz y de
sombra. Como una noche
muy llena y una casa
tan vacía.

Tomo un sorbo. Reconozco la fe.
Amargamente sonrío:
dulce veneno, la vida.

Sueño de la razón oscura

Qué más quisiera yo
que ver desde los montes
el animal del tiempo.
Ser el reverso de la sombra.

El huésped más agraz de las luciérnagas.

El viaje más fundible de los túneles.

El ritmo artesanal del corazón.

El invertebrado rojo de la llama.

Qué más quisiera yo
que ser el viejo perro del coraje
y asustar a la muerte
cuando viene a buscaros.

Repetición de un día

Esta mañana -julio, sol, silencio-,
amargamente hermosa, la he vivido
hace tiempo. No sé dónde
ni cuándo.

Los gatos a la sombra del castaño,
espejismos de fuego en los caminos,
la vida inabarcable y el eco intermitente
de un tractor a lo lejos.

No sé dónde ni cuándo. O todo
era más hondo o yo no soy
el mismo.

Deshielo

Enero. Sus últimas
estancias. El sol
está más alto.
Alguna lagartija asoma
entre los setos.
Brotan ya los narcisos
con la misma pasión que un día
sentí sobre mi cuerpo.

Respiro hondo. Rejuvenezco
un poco y siento
-qué contradicción dulce-
que envejezco.