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Poesía de España

Poemas de Baldo Ramos

Baldo Ramos es un poeta y artista plástico gallego, nacido en Celanova, Ourense, en 1971. Asegura que comenzó a pintar de una manera espontánea y como consecuencia de su escritura. Ramos entiende las palabras como un puente entre la poesía y las imágenes, por lo que intenta utilizar solo aquellas que considera esenciales; además, prefiere la ambigüedad, permitir al lector sacar sus propias conclusiones, basadas en su percepción personal.

Nunca volvemos

Nunca volvemos
por los caminos
que nos alejan de nosotros.

Nunca tan lejos

Nunca tan lejos
como no estar,
ni tan cerca de ti
como de tu ausencia.

Nunca tan solo,
si es esto la soledad,
como perderte sin saber
qué hace que sea la posesión
ingenua falsedad compartida.

Somos el fruto de la ceguera

Somos el fruto de la ceguera,
simiente que busca en la noche
raíces para el ojo que late
en el oculto tremedal del poema.

Somos la sombra que ignora
la senda que nos devuelve
el cuerpo desahuciado.

Somos el fruto de la ceguera,
estirpe de los días perdidos,
de la nostalgia desandada.
Árbol que crece en la memoria
de lo que ya no somos.

Quita versos al poema

Quita palabras al verso.

Que la palabra signifique
por lo que es,
no por lo que significa.

Y que ser
no sea
un simple juego de palabras.

Remonté el color de las salamandras

Remonté el color de las salamandras
para buscar la leche envenenada
de la inocencia.
Amamanté a los hijos de la codicia
con palabras suicidas.
Arraigó la luz sanguinolenta
en la estirpe de los tuecos.
La herida era
una fraga
porfiando en la negrura.

La mano que oculta la voz

La mano que oculta la voz.
La voz que silencia los dedos.
Los dedos clavados al grito
que ejecuta la mano.
El poema impreciso.
La mudez que otorga.
No el silencio del que calla,
sino, en todo caso, la renuncia
que nos vuelve frágiles y tolerantes.
La mano mutilada.
La voz de nadie.

Para que cantar

Para qué cantar
lo que no reclama nuestra voz.
Para qué ocultar lo que está a la vista,
lo que nunca podríamos llegar a mostrar
con la nitidez con que nos conmueve.
Para qué desdecirnos de cuanto las cosas nos confían
por la necesidad de imponernos a ellas
con un gesto de desprecio que nos dignifique.
Para qué mirar al fondo
cuando a nuestros pies
la tarde tensa en la distancia el horizonte
con la noche que habitamos.

Para qué ir más allá
de lo que estamos dispuestos a caminar.