Poetas

Poesía de España

Poemas de Bernardo Atxaga

Bernardo Atxaga, seudónimo de José Irazu Garmendia, nació el 27 de julio de 1951 en Asteasu, Guipúzcoa, España. Este prolífico escritor español, cuya obra abarca géneros como el cuento, la novela, la poesía y el ensayo, se ha destacado por su contribución significativa a la literatura en euskera. Atxaga, licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Bilbao y en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona, ha llevado su pasión por las letras a nuevas alturas.

Desde su infancia en la tranquila localidad de Asteasu, donde sus padres influyeron en su amor por la lectura, hasta su mudanza a Andoáin en 1964, Atxaga ha forjado una carrera literaria distinguida. Su relación con el destacado escritor bilbaíno Gabriel Aresti fue fundamental en su desarrollo, sirviendo de catalizador para su incursión en la escritura en euskera. Después de realizar el servicio militar y trabajar en un banco en San Sebastián, Atxaga se estableció en Bilbao, donde desempeñó diversos oficios mientras continuaba escribiendo.

El grupo literario vanguardista Pott, fundado por Atxaga a finales de los años setenta, marcó un hito en su carrera, y aunque se disolvió en 1980, dejó una huella indeleble en la escena literaria vasca. En la década de 1980, Atxaga decidió dedicarse por completo a la literatura, trasladándose a la Universidad de Barcelona para estudiar Filosofía y Letras. Su exploración del ficticio Obaba y la publicación de obras como «Bi anai» y la aclamada «Obabakoak» en 1988 consolidaron su posición como uno de los escritores más destacados en euskera. Esta última obra, una amalgama de novela y cuentos, no solo ganó el Premio Nacional de Narrativa en 1989, sino que también fue traducida a 26 idiomas.

En la década de 1990, Atxaga dio un giro hacia el realismo con novelas como «Gizona bere bakardadean» (1993) y «Zeru horiek» (1995). Su ensayo «Groenlandiako lezioa» (1998) también dejó una marca en el panorama literario. Ya en el siglo XXI, Atxaga ha continuado su prolífica carrera con obras como «Soinujolearen semea» (2003), «Lekuak» (2005) y «Markak. Gernika 1937» (2007). En 2009, publicó «Zazpi etxe Frantzian«, una novela ambientada en el Congo del siglo XX, que fue lanzada simultáneamente en euskera, castellano, catalán y gallego, demostrando la amplitud de su impacto y alcance.

Reconocido con el Premio Nacional de las Letras Españolas en 2019 por el Ministerio de Cultura y Deporte, Bernardo Atxaga sigue siendo una figura clave en la literatura contemporánea, destacando por su habilidad para explorar la complejidad humana y la riqueza cultural a través de su escritura cautivadora y multifacética.

Las gaviotas

Todas las tardes
se reunen las gaviotas
frente a la estación del tren:
Allí repasan sus amores.

En su libro de memorias
dos flores de sándalo:
una señala la página de los puentes,
otra la de los suicidas.

Y tambien guardan una fotografía
del mendigo que, hace tiempo, transportaba
los despojos del mercado.

Pero su pequeño corazón
-que es el de los equilibristas-
por nada suspira tanto
como por esa lluvia tonta
que casi siempre trae el viento,
que casi siempre trae el sol.

Por nada suspira tanto
como por el inacabable
(cabalé, cabalá),
continuo mudar
del cielo y de los días.

La vida según Adán

Enfermó Adán el primer invierno después de su salida del paraíso y asustado con los síntomas, la tos, la fiebre, el dolor de cabeza, se echó a llorar igual que años más tarde lo haría María Magdalena, y dirigiéndose a Eva, «no sé qué me ocurre» gritó, «tengo miedo» «amor mío, ven aquí, creo que ha llegado la hora de mi muerte».

Eva se sorprendió mucho al oír aquellas palabras, amor, miedo, muerte y le pareció que pertenecían a una lengua extraña, ajena al paradisiaqués, y anduvo con ellas en la boca, masticándolas como pepitas, como raíces, hasta que creyó, amor, miedo, muerte, comprender enteramente su sentido. Para entonces Adán ya se había repuesto, y volvía a sentirse feliz, o casi.

Fue sólo, aquel hecho extraparadisiaco, el primero de una larga serie, de modo que Adán y Eva siguieron, por así decir, recibiendo clases intensivas de la lengua que decía amor, miedo, muerte, aprendiendo palabras como cansancio, sudor, carcajada, carcaj, carcamal, canción, caricia o cárcel; a medida que crecía su vocabulario, las arrugas de su piel aumentaban.

La hora de la muerte, la verdadera, le llegó a Adán siendo ya muy viejo, y quiso entonces transmitir a Eva lo que había aprendido, su última verdad. «¿Sabes, Eva?», le dijo, «la pérdida del paraíso no fue en realidad una desgracia. A pesar de los trabajos, a pesar de lo del pobre Abel y todos los demás conflictos, hemos conocido lo único que, noblemente hablando, puede llamarse vida».

Sobre la tumba de Adán se derramaron lágrimas corrientes, de agua y sal, que cayeron a tierra y no criaron jacintos, ni rosas, ni flores de ninguna clase, y de todos ellos fue Caín el que, paradójicamente, con más desgarro lloró; Luego Eva recordó con cariño el susto de Adán cuando su primera gripe, y todos se calmaron, y se fueron, y tomaron algo, y comieron un bollo.

Canciones I (Un explorador cansado)

Qué otra cosa podría ver un explorador cansado
dentro de los límites de un metro cuadrado de tristeza,
sino Caminos que los limoneros acompañan, sino Colinas
y ondulados Campos donde el vino ya se presiente;

Qué podría ver sinó Islas de Cristal, Ciudades
plateadas, áureas, Amaneceres, Barcos Rojos
que tripulaciones enloquecidas llevan sin rumbo;

Serpientes gigantescas, tigres, podría ver también
ballenas blancas sumergiéndose también en un océano cálido;
Podría ver dos mujeres de vestidos anaranjados
sentadas junto a una pared incendiada por el sol;

Podría ver todos los días irrecuperables
posándose como una bandada de pájaros imaginarios.

Familia III (Ainhoa se pasea)

Nadie representaría este sol sábado tarde
como un tigre con la boca llena de fuego,
ni como una bombilla grande, ni siquiera
los párvulos de la escuela, tan pequeños.

Este sábado el sol es una bolsa, por la tarde,
con muchas campanillas y caramelos dentro;
sus rayos bisbisean en el cielo, al girar,
corno los radios de una bicicleta nueva.

Y las chimeneas de las fábricas duermen,
la gente charla de fútbol, la ropa blanca
flota en los tendederos de las ventanas;

(Y Ainhoa se pasea por estas dulces calles
con un vestido de vainilla y fresa.)