Poetas

Poesía de México

Poemas de Bernardo Ortiz de Montellano

Bernardo Ortiz de Montellano (Ciudad de México, 1899-1949), fue un poeta, escritor, ensayista, dramaturgo, narrador y traductor mexicano. Fue miembro del grupo Los Contemporáneos, jefe de redacción de El Trovador, revisor de libros en la Secretaría de Educación Pública (SEP) y maestro de la Escuela de Verano de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Sueño de amor perfecto

Amor de sueño amante que otro cielo
revive en su interior desdoblamiento,
unión la de los ojos y el aliento
que las manos aparta de su celo.

Amor de cuerpo y sombra ceniciento
de paisajes recónditos al hielo
de color y de aroma y de desvelo
puro como la muerte y como el viento.

amor que de la carne vuela al sueño
y en él imagen que desnuda anude
la ribera sin ámbito de cuerpo.

Amante que en su sombra se desnude
y en su sangre redima lo que fluye
y descubra en su sueño lo que sueño.

Ese busto de yeso

Ese busto de yeso que respira
lunas de noche antiguas y metales
rodillas mutiladas desiguales
que si la noche cubre el sueño mira.

Esa mano de flores que conspira
al abrir y cerrar dedos cristales,
sonrisa y caracol en espirales,
ajeno mar donde la voz expira.

Estos ojos de verdes vegetales
que el fuego muerto de los goces gozan
y a lo oscuro me miran inmortales.

Y esta sombra de luz donde se rozan
las llamas y los cuerpos reposan.
Vivos sueños, bellezas funerales.

Tiempo

Porque el tiempo se mide, no se cuenta,
su luz a la distancia sobrevive,
el aire pierde espacio en la tormenta
y en el suelo extraño se percibe.

Porque el tiempo, se goza, no se cuenta
la secreta aventura que se vive,
burlas del horror y sed nos alimenta
y en alta noche amor su mano escribe.

Cuando en los ojos de la infancia advierto
el color sin colores de la vida
que al agua de los años diluye,

busca mi sed el agua que no ha muerto,
que aquí en la soledad de su guarida
el alma se hace, el cuerpo se destruye.

Paraíso del aire

Paraíso del aire congelado,
muerte de cielo y tierra celadores.
¿De qué color los ojos? Los colores.
más por su vibración que por su grado.

Y más por la mirada miradores
que por la luz los ojos que he soñado
cuerpo que flota sin pesar, velado
en un clima de puros impudores.

¿Es la sonrisa, paladar de voces?
¿La mano que agoniza y que suspira?
¿La lentitud con que la mata el fuego?

Oigo lo que no dice si respira:
Es toda la memoria de mis goces
que sólo yo contemplo a solas ciego.

Trompo

El trompo que gira músicas menores
movido, sin tregua, por tenue cordón,
el trompo de siete colores
¿no es un corazón?

No la amante

No la amante, el amor. La singladura
de la noche que arrastra fuego frío
por las venas del sueño, poderío
de la encendida palidez oscura.

El amor, no la amante. El goce mío,
la imagen que desbasto. La onda pura
que invade entre las ruinas mi locura
de tallar en diamante lo sombrío.

No la amante, el amor que le dio la vida.
Lo que mi mano roza y estos ojos
desojan, lo que nace de la herida

soledad en la noche de mi sueño;
¡encarnación que vive entre despojos,
de la que soy – oh dulce sangre – dueño!

Una historia. Dos letras
que bordaron tus manos en mi vida.
¡Abecedario de las cosas muertas
en el pañuelo blanco de los días!