Poetas

Poesía de México

Poemas de Carlos Eduardo Turón

Carlos Eduardo Turón fue un destacado escritor, poeta y traductor mexicano, nacido en Uruapan, Michoacán, el 25 de enero de 1935 y fallecido en la Ciudad de México el 3 de abril de 1992. Su obra abarca diversos géneros literarios, como el cuento, el ensayo y la novela, pero es en la poesía donde alcanza su mayor reconocimiento y originalidad.

Su trayectoria poética se inicia con el libro En los lindes del día (1965), al que le siguen Tríptico de verano (1970), Exaltación de la extranjera (1974), Compasión de Eleusis (1977), Crucifixiones (1978) y La libertad tiene otro nombre (1979), con el que obtiene el Premio Xavier Villaurrutia, el más prestigioso galardón literario de México. Posteriormente publica Titzio (1985) y Quehaceres del amante (1989), que completan su producción poética.

La poesía de Turón se caracteriza por su intensidad lírica, su riqueza verbal y su exploración de temas como el amor, la muerte, la libertad, la identidad y la memoria. Su voz poética es a la vez personal y universal, capaz de expresar sus vivencias íntimas y sus reflexiones sobre el mundo que lo rodea. Su obra refleja también su interés por la cultura clásica, la literatura francesa y la tradición poética mexicana.

Además de poeta, Turón fue un destacado ensayista y crítico literario, que escribió sobre autores como José Revueltas, Gérard de Nerval, Víctor Hugo y Shakespeare. También fue un notable traductor de poesía francesa e inglesa al español. Colaboró con diversos medios de comunicación, como los periódicos El Heraldo Cultural, El Sol de México y Excélsior y las revistas Cuadernos Americanos, La Vida Literaria, Siempre! y Vuelta. Fue fundador y director de la revista Confluencias Culturales, que contó con la participación de importantes escritores mexicanos.

Carlos Eduardo Turón es uno de los poetas más relevantes e innovadores de la literatura mexicana del siglo XX. Su obra ha sido reconocida por la crítica y el público, y ha sido objeto de numerosos estudios y antologías. Su legado sigue vigente y es una fuente de inspiración para las nuevas generaciones de poetas.

LA LIBERTAD TIENE OTRO NOMBRE

a Luis Prieto

El lomo de los libros no soporta el tesoro.
No yace en diccionarios la estrella del agua.

Más de tres veces antes de este instante
majestuoso odiador niega su paso
y maldice la vida porque nadie
lava sus pies de andariega espaciosa.

Abre cielos del hombre oscurecido
y destierros del hombre iluminado.

Duerme entre escombros de jazmines
y despierta en el alba de los limoneros.

Cuando digo tu nombre cintila
tanto como cintila sin nombrarla.

Nuestras manos desnudas
al tiempo de soñar la luz del vino
apenas acarician la racha de sus alas
en incierto verano de ojos de agua,
un día no sé cuándo
y cuando el viento.

Un colibrí de amor entre los dientes

(Titzio, mi Titzio, fincador y libre,
extraño en un país horrible donde
mi oscura voz de amor jamás te dice,
amigo mío
que te amo.)

Joyas de los ricinos, lamas y liquidámbares
cantados y contados con fatiga:
la calle de Palacio
y sus ventanas muertas,
estertor de adulterio:
el estilete
donde no hay baratijas sino sangre.
Cuajarones de sangre en los baños pulidos
con semen incensado.

¿Llegar al nacimiento sin llevar parte alguno?
Nadie sabe en qué sueñan los salvajes
compradores de collarines y retratos.

en la desleal orilla del monólogo

a José Revueltas

Un hombre de palabras, inexplicable y cierto,
desnudo como un niño por esas escaleras infinitas de la ciudad sin alas.
Un hombre perseguido porque lleva palabras, osadía sin flaqueza, esperanza sin grietas,
aunque a mitad del pecho el mundo haya dejado escombros y detritus.

Cuando muge la noche como un buey desollado
y las botas machacan el cuello de los ángeles;
cuando se muerde el hierro de las puertas y se quiebran los dientes,
únicamente un hombre de palabras,
la libertad sin miedo, el amor sin embudo,
aunque aún nadie sabe qué peso de ciudades castigadas,
qué peso de cenizas, cuánto silencio humano,
levantará el tullido muñón de los rebeldes,
el sometido tronco del deseo humillado.

Un muerto en las aceras es razón suficiente.
Hasta bajo las uñas amamos sin medida
y en un hombre encontramos a todos los hombres.
Si el sol todo lo calla, unos zapatos sueltos en el desierto asfalto,
a mitad de la nada tórrida de la calle,
dejan marcas de pasos, dejan marcas de sueño que no borra la lluvia

Vigencia del poema, tan precaria.
Nada vale la pena en un mundo sin cuerpos orgullosos.
Tal vez todo poema desmorone su esencia en el veloz instante que hoy transcurre,

pero yo sé de un hombre buscador de palabras,
yo sé de un hombre afirmador de vida.
Un hombre perseguido, desde ayer atrapado en la desleal orilla del monólogo,

porque demanda la libertad
en el amor.
porque respira la libertad
en la palabra,
porque preserva la libertad
en el peligro.
y los ángeles muertos, a su voz sin traición,
echan a andar sus hélices.