Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Celedonio Flores

Celedonio Esteban Flores, nacido el 3 de agosto de 1896 en Buenos Aires, fue un poeta argentino inmortalizado como el letrista de tangos emblemáticos. Criado en el vibrante barrio de Villa Crespo, su infancia y adolescencia lo sumergieron en la cultura popular que más tarde plasmó en sus letras. Además de su destreza con las palabras, Flores también incursionó en el boxeo durante su juventud.

En la década de 1920, Flores emergió como un poeta de gran sensibilidad, conocido por sus versos lunfardos y sentenciosos. Sus obras, como «Margot«, «Mano a mano«, y «El bulín de la calle Ayacucho«, se convirtieron en clásicos, tejiendo historias de la vida humilde con vigor y patetismo. Su creatividad destacó hasta principios de la década de 1930, enriqueciendo el repertorio de la música popular argentina.

Carlos Gardel, impresionado por los versos de Flores, dio vida a tangos inolvidables como «Margot«. A lo largo de su carrera, Flores escribió exclusivamente para la destacada cantante Rosita Quiroga. Sin embargo, sus composiciones trascendieron, siendo interpretadas por diversos artistas, desde Ignacio Corsini hasta Julio Sosa.

La dictadura de 1943 marcó un periodo de represión cultural que afectó a Flores, especialmente con su icónico «Mano a mano«, prohibido por su lenguaje lunfardo. En respuesta, Flores adaptó sus letras, reemplazando términos considerados inmorales. A pesar de los desafíos, su legado perdura, y en 1953, se derogaron algunas restricciones a través de la Ley de Radiodifusión.

Celedonio Flores, fallecido el 28 de julio de 1947, dejó un impacto perdurable en la música argentina, siendo recordado como un maestro del lunfardo y un narrador apasionado de las vicisitudes de la vida cotidiana en Buenos Aires.

Mano a mano

Rechiflado en mi tristeza, te evoco y veo que has sido
en mi pobre vida paria sólo una buena mujer.
Tu presencia de bacana puso calor en mi nido,
fuiste buena, consecuente, y yo sé que me has querido
como no quisiste a nadie, como no podrás querer.

Se dio el juego de remanye cuando vos, pobre percanta,
gambeteabas la pobreza en la casa de pensión.
Hoy sos toda una bacana, la vida te ríe y canta,
Ios morlacos del otario los jugás a la marchanta
como juega el gato maula con el mísero ratón.

Hoy tenés el mate lleno de infelices ilusiones,
te engrupieron los otarios, las amigas y el gavión;
la milonga, entre magnates, con sus locas tentaciones,
donde triunfan y claudican milongueras pretensiones,
se te ha entrado muy adentro en tu pobre corazón.

Nada debo agradecerte, mano a mano hemos quedado;
no me importa lo que has hecho, lo que hacés ni lo que harás…
Los favores recibidos creo habértelos pagado
y, si alguna deuda chica sin querer se me ha olvidado,
en la cuenta del otario que tenés se la cargás.

Mientras tanto, que tus triunfos, pobres triunfos pasajeros,
sean una larga fila de riquezas y placer;
que el bacán que te acamala tenga pesos duraderos,
que te abrás de las paradas con cafishos milongueros
y que digan los muchachos: Es una buena mujer.
Y mañana, cuando seas descolado mueble viejo
y no tengas esperanzas en tu pobre corazón,
si precisás una ayuda, si te hace falta un consejo,
acordate de este amigo que ha de jugarse el pellejo
pa’ayudarte en lo que pueda cuando llegue la ocasión.

Margot

Se te embroca desde lejos, pelandruna abacanada,
que has nacido en la miseria de un convento de arrabal…
Porque hay algo que te vende, yo no sé si es la mirada,
la manera de sentarte, de mirar, de estar parada
o ese cuerpo acostumbrado a las pilchas de percal.
Ese cuerpo que hoy te marca los compases tentadores
del canyengue de algún tango en los brazos de algún gil,
mientras triunfa tu silueta y tu traje de colores,
entre el humo de los puros y el champán de Armenonville.

Son macanas, no fue un guapo haragán ni prepotente
ni un cafisho de averías el que al vicio te largó…
Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente…
¡berretines de bacana que tenías en la mente
desde el día que un magnate cajetilla te afiló!

Yo recuerdo, no tenías casi nada que ponerte,
hoy usas ajuar de seda con rositas rococó,
¡me reviente tu presencia… pagaría por no verte…
si hasta el nombre te han cambiado como has cambiado de suerte:
ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot!

Ahora vas con los otarios a pasarla de bacana
a un lujoso reservado del Petit o del Julien,
y tu vieja, ¡pobre vieja! lava toda la semana
pa’ poder parar la olla, con pobreza franciscana,
en el triste conventillo alumbrado a kerosén.

Noches de San Juan

Son las doce de la noche, se apagó la “fugata”
Que encendieron los purretes por ser noche de San Juan;
Ha quedado un rescoldito que hace una llamita a gatas,
Ya cubierto de ceniza que los vientos llevarán.
Hace un frío e’madona para andar a la intemperie,
Se atornilla el vigilante maldiciendo la estación,
A lo lejos ladra un perro y otro contesta al instante
Como ronda que pasara de un botón a otro botón.

La tristeza de la noche arrabalera
Se mete dentro del alma
Como el filo de un puñal.
Yo voy solo por la enladrillada acera
Con un verso a flor de labio
Y un recuerdo en la sesera
¡el recuerdo que me obliga a buscar la soledad!

Un muchacho de mi barrio toma el último tranvía
Y se viene para el centro a correr el espinel
Y en el viaje se ilusiona con programas de avería,
Con cotorros orientales y un cariño noble y fiel;
Va a tallar entre elemento de fulleros y matones,
A engrosa la caravana de bacanes de café,
A escuchar grandes hazañas de templados corazones
Que se juegan por un naipe o el amor de una mujer.

Se ilumina la puerta de una cantina
Que da paso a dos curdelas
Que abrazándose se van…
Y se pierden al doblar en una esquina
Canturreando torpemente:
Mientras yo doblo la frente
Y me hundo en la tristeza
De mi propia oscuridad.

Viejo Coche

Viejo coche, que cuando era
un muchacho calavera
de madrugada ocupé…
Si por pura fantasía
de la milonga salía
y a Palermo me tiré.

Eras nuevo y lustroso
y tu buen caballo brioso
por el centro te lució.
¡Viejo coche, quién diría,
que a la larga rodarías
como también rodé yo!

Te acordás de aquella noche
cochero que me quisiste,
qué contento te pusiste
porque un cariño encontré.
Y aquella otra que apenado
me dijiste: “Vea, niño,
hace un rato su cariño
en otro coche se fue”.

De mis pilchas, te pasaba
de aquellas que ya no usaba,
toda ropa de valor.
Si una fija me corría
muchas veces, si podía,
te llevaba un ganador.

Donde quiera que paraba
a tomar te convidaba
a mi lado un copetín.
Yo tenía mucho vento,
vos sabés que eso no es cuento
ni me dejarás mentir.

Y el pasado me ha quedado
como un recuerdo grabado
de mis éxitos de ayer.
¡Pero abierta está la herida
de la leyenda fngida
que me contó esa mujer!
Como vos, viejo cochero,
resignado sólo espero
lo que la suerte dirá.
Esperando que la vida
eche su última partida
para poderla copar.

Ya después en la carpeta,
al llegar la madrugada,
vos estabas de parada
para llevarme a dormir.
Y al tranco de tu caballo,
ya también viejo y cansado,
éramos naipes marcados
en el monte del vivir.

El Bulín de La Calle Ayacucho

El bulín de la calle ayacucho,
Que en mis tiempos de rana alquilaba,
El bulín que la barra buscaba
Pa caer por la noche a timbear,
El bulín donde tantos muchachos,
En su racha de vida fulera,
Encontraron marroco y catrera
Rechiflado, parece llorar.

El primus no me fallaba
Con su carga de aguardiente
Y habiendo agua caliente
El mate era allí señor.
No faltaba la guitarra
Bien encordada y lustrosa
Ni el bacán de voz gangosa
Con berretín de cantor.

El bulín de la calle ayacucho
Ha quedado mistongo y fulero:
Ya no se oye el cantor milonguero,
Engrupido, su musa entonar.
Y en el primus no bulle la pava
Que a la barra contenta reunía
Y el bacán de la rante alegría
Está seco de tanto llorar.

Cada cosa era un recuerdo
Que la vida me amargaba:
Por eso me la pasaba
Fulero, rante y tristón.

Los muchachos se cortaron
Al verme tan afligido
Y yo me quedé en el nido
Empollando mi aflicción.

Cotorrito mistongo, tirado
En el fondo de aquel conventillo,
Sin alfombras, sin lujo y sin brillo,
¡cuántos días felices pasé,
Al calor del querer de una piba
Que fue mía, mimosa y sincera …
¡y una noche de invierno, fulera,
Hasta el cielo de un vuelo se fue!

Viejo smoking

Campaneá cómo el cotorro va quedando despoblado
todo el lujo es la catrera compadreando sin colchón
y mirá este pobre mozo cómo ha perdido el estado,
amargado, pobre y flaco como perro de botón.

Poco a poco todo ha ido de cabeza p’al empeño
se dio juego de pileta y hubo que echarse a nadar…
Sólo vos te vas salvando porque pa’ mi sos un sueño
del que quiera Dios que nunca me vengan a despertar.

Viejo smocking de los tiempos
en que yo también tallaba…
¡Cuánta papusa garaba
en tus solapas lloró!
Solapas que con su brillo
parece que encandilaban
y que donde iba sentaban
mi fama de gigoló.

Yo no siento la tristeza de saberme derrotado
y no me amarga el recuerdo de mi pasado esplendor;
no me arrepiento del vento ni los años que he tirado,
pero lloro al verme solo, sin amigos, sin amor;

sin una mano que venga a llevarme una parada,
sin una mujer que alegre el resto de mi vivir…
¡Vas a ver que un día de éstos te voy a poner de almohada
y, tirao en la catrera, me voy a dejar morir!

Viejo smocking, cuántas veces
la milonguera más papa
el brillo de tu solapa
de estuque y carmín manchó
y en mis desplantes de guapo
¡cuántos llantos te mojaron!
¡cuántos taitas envidiaron
mi fama de gigoló!

Por qué canto así

Porque cuando pibe me acunaba en tangos
la canción materna que llamaba al sueño,
y escuché el rezongo de los bandoneones
bajo el emparrado de mi patio pobre.
Porque vi el desfile de las inclemencias
con mis pobres ojos de llorar abiertos,
y en aquella pieza de mis buenos viejos
tuvo la pobreza su mejor canción…

Y yo me hice en tangos,
me fui modelando en odio, en tristeza,
en las amarguras que da la pobreza,
en llantos de madres,
en las rebeldías del que es fuerte y tiene
que cruzar los brazos
cuando el hambre viene…
Y yo me hice en tangos,
porque es bravo, fuerte,
tiene algo de vida,
tiene algo de muerte…

Porque quise mucho, porque me engañaron,
y pasé la vida barajando sueños…
Porque soy un árbol que vivió sin flores,
porque soy un perro que no tiene dueño…
Porque tengo odios que nunca los digo,
porque cuando quiero me desangro en besos…
Porque quise mucho y no me han querido…
¡Por eso yo canto tan triste, por eso!

Malevito

Sos el mismo que allá por mi barrio
el botón dos por tres encaró,
porque había dicho al comisario
que piantarás de aquella sección.
Sos el mismo del negro pañuelo,
sos el mismo del saco cortón,
el del lustre aceitoso del pelo,
sos prepotente, haragán y matón.

Hoy parás en el Dominguez,
te vestís a la alta escuela,
jugás fuerte a la quiniela
y hasta San Carlos te vas.
Si caés a una carpeta
hacés temblar al banquero.
¡Parecés el Trust Joyero
por las joyas que cargás!

Cuando empiece a nevarte en el mate
y la línea entrés a perder,
si no has hecho como la hormiguita,
¡Malevito! Ahí te quiero ver,
sin amor, sin afecto, sin nada
que en el mundo te haga de puntal.
Malevito tal vez sea esa
la venganza del triste arrabal.

Canchero

Para el record de mi vida sos una fácil carrera
que yo me animo a ganarte sin emoción ni final.
Te lo bato pa’ que entiendas en esta jerga burrera
que vos sos una “potranca” para una “penca cuadrera”
y yo -¡che, vieja!- ya he sido relojiao pa’l Nacional…

Vos sabés que de purrete tuve pinta de ligero.
¡Era audaz, tenía clase, era guapo y seguidor!
Por la sangre de mi viejo salí bastante barrero
y en esa biaba de barrio figuré siempre primero
ganando muchos finales a fuerza de corazón.

El cariño de una mina que me llevaba doblao
en malicia y experiencia me sacó de perdedor.
Pero cuando estuve en peso y a la monta acostumbrado,
¡que te bata la percanta el juego que se le dio!

Ya, después, en la carpeta, empecé a probar fortuna
y muchas veces la suerte me fue amistosa y cordial…
Otras veces salí seco a chamuyar con la luna,
por las calles solitarias del sensiblero arrabal…

Me hice de aguante en la timba y corrido en la milonga,
desconfiao en la carpeta, lo mismo que en el amor…
Yo he visto venirse al suelo sin que nadie lo disponga
cien castillos de ilusiones, por una causa mistonga
y he visto llorar a guapos por mujeres como vos.

Ya ves, que por ese lado vas muerta con tu espamento…
Yo no quiero amor de besos, yo quiero amor de amistad.
Nada de palabras dulces, nada de mimos ni cuentos:
yo quiero una compañera pa’batirle lo que siento
y una mujer que aconseje con criterio y con bondad.

Corrientes Y Esmeralda

Amainaron guapos junto a tus ochavas
Cuando un cajetilla los calzó de cross
Y te dieron lustre las patotas bravas
Allá por el año… novecientos dos…

Esquina porteña, tu rante canguela
Se hace una melange de caña, gin fitz,
Pase inglés y monte, bacará y quiniela,
Curdelas de grappa y locas de pris.

El odeón se manda la real academia
Rebotando en tangos el viejo pigall,
Y se juega el resto la doliente anemia
Que espera el tranvía para su arrabal.

De esmeralda al norte, del lao de retiro,
Franchutas papusas caen en la oración
A ligarse un viaje, si se pone a tiro,
Gambeteando el lente que tira el botón.

En tu esquina un día, milonguita, aquella
Papirusa criolla que linnig mentó,
Llevando un atado de ropa plebeya
Al hombre tragedia tal vez encontró…

Te glosa en poemas carlos de la púa
Y el pobre contursi fue tu amigo fiel…
En tu esquina rea, cualquier cacatúa
Sueña con la pinta de carlos gardel.

Esquina porteña, este milonguero
Te ofrece su afecto más hondo y cordial.
Cuando con la vida esté cero a cero
Te prometo el verso más rante y canero
Para hacer el tango que te haga inmortal.

Muchacho

Muchacho que porque la suerte quiso
vivís en un primer piso
de un palacete central,
que pa’ vicios y placeres,
para farras y mujeres
disponés de un capital.
Muchacho
que no sabés el encanto
de haber derramado llanto
sobre un pecho de mujer;
y no sabés qué es secarse
en una timba y armarse
para volverse a meter;

que decís que un tango rante
no te hace perder la calma
y que no te llora el alma
cuando gime un bandoneón;
que si tenés sentimiento
lo tenés adormecido
pues todo lo has conseguido
pagando como un chabón.

Decime
si en tu vida pelandruna,
bajo la luz de la Luna
o si no bajo un farol,
no te has sentido poeta
y le has dicho a una pebeta
que ella es más linda que el Sol.

Decime
si conocés la armonía,
la dulce policromía
de las tardes de arrabal,
cuando van las fabriqueras
tentadoras y diqueras
bajo el sonoro percal…