Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Daniel Omar Favero

Daniel Omar Favero (La Plata, provincia de Buenos Aires, 30 de julio de 1957), escritor y músico argentino desaparecido durante el llamado Proceso de Reorganización Nacional.

RESPONDEME EN TU SANGRE: MI SANGRE TE INTERROGA

desde el principio, muerde con dientes absolutos,
rasga y destroza, cruje con la voz del volcán,
padece mi destino de perseguir estrellas,
mi destino de ver sin fin la caminata
de los ensimismados, la dimensión del muro.

Dame un signo evidente de desnudez, de venas
sueltas, como cabellos, dispuestas a mis manos
que son diez ignorancias para garabatearlas,
son diez fieras convictas, hambrientas de universo,
son diez enredaderas en tu totalidad
que no se detuvieron aún, ni te conocen.

AHORA ENTRE SONIDOS DE METALES LLORANDO,

en el anonimato que cruza la ciudad
que como un reloj mueve engranajes ocultos,
pasa un aire glacial y parece que clava,
sutilmente, cuchillos en los ojos perdidos
de la gente que va en la inercia del día.

Se diría que aquí nada puede cambiar:
voy por la misma calle que ayer, antes de ayer…
de verme por acá ya se aburren las casas
y se notan, más pálidas, ventanas pensativas.
Vivir, morir buscando el fin de esta cadena…
Acaso es mi destino de duelos cotidianos.

MIREMOS ESTA CALLE: ESTE BARRIO ES DE NIÑOS;

otra vez aparecen jugando entre nosotros
como imposibles duendes en estos cementerios,
como cosa que el cielo no ha querido admitir
y les llueve y los quema y ellos siguen sus juegos
y llamándonos siempre con miradas de barro.

Nosotros nos quedamos llorando algunas veces
porque una sola gota se nos cayó en el alma.
Ellos siguen jugando contra el sol y la tierra.
Nosotros renunciamos al combate algún día
por no sé qué valores o sabios pensamientos.
Ellos, contra el cansancio, morirán dando golpes.

QUIERO DESENLAZARTE DE LA RED DE OCCIDENTE

crepuscular y triste, de lánguidas alturas
de cemento con ojos que miran y no ven.
Aquí somos las islas: quiero hacer un camino
en el mar riguroso con mis pequeñas ramas
hasta tocar el centro de tu tierra dormida.

Quiero entrar, destruirte, devorar las raíces
(tu palabra no es tuya ni tu mano ni el tiempo).
Quiero que en las cenizas te levantes, genuina,
hecha entre relámpagos que anunciarán el parto
del agua y de la arena. Entonces sí, serás
y hablaremos, en calma, de la unidad futura.

SUBO POR TUS CAMINOS Y DOS PÁJAROS HUYEN

de planetas marinos a lejanos misterios
en un pleno vacío. Dos vidas silenciosas
no responden a nada, nada son ni recuerdan
pero desesperados de sed se detuvieron
en un sueño implacable e incendiaron el mundo.

Olvidaron los barcos, el mar y las campanas
y se quedaron solos, cómplices de la arena,
robándole secretos al bosque de madrugada,
secretos a las olas que llegan con el viento…
¡Subo por tus caminos de palomas errantes!
En un árbol, clavado, me espera mi cuchillo.

NUESTRA CALLE, PACIENTE, ENFERMA DE NOSOTROS

(nosotros que no somos sino significados
de palabras mayores y de antemano escritas)
larga, lánguida amiga, moribunda sin muerte,
nos tiende cada día sus veredas gastadas
como preguntas tristes… a dónde… para qué

A dónde los incógnitos, para qué los incógnitos
compañeros de suela sin propiedad privada,
compañeros de huella con madrugada y barro,
compañeros, monólogos, confesiones, amores,
y perros, compañeros de basura en basura…
Qué paciente la calle nos sirve de bandera.

¿DÓNDE VAN LAS COSAS QUE NUNCA SUCEDIERON

si alguna vez lograron ocupar el futuro,
la esperanza y el ánimo de los que dan la vida?
Las cosas subterráneas que allí son amenazas
y aquí son las desnudas llamaradas –expuestas
a la humedad del alba- y el aguardado triunfo.

En dónde están las cosas que no pudieron ver
aquellos que, resueltos, salieron a buscarlas
por montes intrincados, por villas y miserias,
llevando en cada mano herramientas del alma?
Y quién conoce el arma que logre enmudecer
la intensa resonancia de los héroes caídos.