Poetas

Poesía de Ecuador

Poemas de Dolores Veintimilla

Dolores Veintimilla (Quito, 12 de julio de 1829 – Cuenca, 23 de mayo de 1857) fue una poeta ecuatoriana del siglo XIX. Durante su corta vida fue la creadora de poemas de corte romántico​ que están cargados de elementos que asocian a la mujer con el papel de víctima asociados con sentimientos de dolor, tales como: tristeza, anhelo del pasado, un amor frustrado, pesimismo, etc.​ Fue influenciada por la formación de la subjetividad femenina de su época.​ Su poema «Quejas» está lleno de esos sentimientos que reflejan su estado anímico. El fracaso en su matrimonio con el médico colombiano Sixto Galindo, así como su pensamiento feminista adelantado a la época, marcarían la personalidad y los trabajos posteriores de Dolores. Durante toda su vida se enfrentó al machismo. La persecución e incomprensión de la sociedad cuencana la llevó al suicidio.

ASPIRACIÓN

Yo no quiero ventura ni gloria,
Sólo quiero mi llanto verter:
Que en mi mente la cruda memoria
Sólo tengo de cruel padecer.

Cual espectro doliente y lloroso
Sola quiero en el mundo vagar,
Y en mi pecho, cual nunca ardoroso,
Sólo quiero tu imagen llevar.

Yo no quiero del sol luminoso
Sus espléndidos rayos mirar,
Mas yo quiero un lugar tenebroso
Do contigo pudiera habitar.

Si del mundo un imperio se hiciera,
Que encerrara tesoros sin cuento;
Si este imperio a mis pies se pusiera,
Lo cambiara por verte un momento.

Si ángel fuera a quien templos y altares
En mi culto se alzaran tal vez,
Con tormentos cambiara eternales
Por estar un instante a tus pies.

A LA MISMA AMIGA

Ninfa del Guayas
Encantador!
De tus abriles
En el albor,
Cuando regreses
A la mansión,
Donde te espera
Todo el amor
De los que hoy ruegan
Por ti al Señor;
Cuando más tarde
Vengan en pos
De los placeres
Que apuras hoy,
Los tiernos goces
Y la emoción
Con que las madres
Amamos ¡Oh!
A los pedazos
Del corazón;
No olvides, Carmen,
No olvides, nó!
A tu Dolores
Por otro amor!

A CARMEN

Menos bella que tu, Carmela mía,
Vaya esa flor a ornar tu cabellera;
Yo misma la he cogido en la pradera
Y cariñosa mi alma te la envía.
Cuando seca y marchita caiga un día
No la arrojes, por Dios, a la ribera:
Guárdala cual memoria lisonjera
De la dulce amistad que nos unía.

¡QUEJAS!

¡Y amarle pude! Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma…
Perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.

Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho;
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;
él, mi primero, mi ferviente amor.

Sin él, para mí el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida apasionada;
era el centro de mi alma el amor suyo;
era mi aspiración, era mi orgullo…
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?

No es mío ya su amor, que a otra prefiere.
Sus caricias son frías como el hielo;
es mentira su fe, finge desvelo…
Mas no me engañará con su ficción…
¡Y amarle pude, delirante, loca!
¡No, mi altivez no sufre su maltrato!
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato,
¡te arrancaré del pecho, corazón!

A UN RELOJ

Con tu acompasado son
Marcando vas inclemente
De mi pobre corazón
La violenta pulsación…
Dichosa quien no te siente!

Funesto, funesto bien
Haces reloj… La venida
Marcas del ser a la vida,
Y así impasible también
La hora de la partida.

LA NOCHE Y MI DOLOR

El negro manto que la noche umbría
Tiende en el mundo a descansar convida,
Su cuerpo extiende ya en la tierra fría
Cansado el pobre y su dolor olvida.

También el rico en su mullida cama
Duerme soñando avaro sus riquezas,
Duerme el guerrero y en su ensueño exclama:
Soy invencible y grandes mis proezas.

Duerme el pastor feliz en su cabaña
Y el marino tranquilo en su bajel;
A éste no altera la ambición ni saña
El mar no inquieta el reposar de aquel.

Duerme la fiera en lóbrega espesura,
Duerme el ave en las ramas guarecida,
Duerme el reptil en su morada impura,
Como el insecto en su mansión florida.

Duerme el viento… la brisa silenciosa
Gime apenas las flores acariciando;
Todo entre sombras a la par reposa,
Aquí durmiendo más allá soñando.

Tú, dulce amiga, que talvez un día
Al contemplar la luna misteriosa,
Exaltabas tu ardiente fantasía
Derramando una lágrima amorosa.

Duerme también tranquila y descansada
Cual marino calmada la tormenta,
Así olvidando la inquietud pasada
Mientras tu amiga su dolor lamenta.

Déjame que hoy en soledad contemple
De mi vida las flores deshojadas;
Hoy no hay mentira que mi dolor temple,
Murieron ya mis fábulas soñadas.

SUFRIMIENTO

Pasaste, edad hermosa
En que rizó el ambiente
Las hebras del cabello por mi frente
Que hoy anubla la pena congojosa.
Pasaste, edad de rosa,
De los felices años,
Y contigo mis gratas ilusiones…
Quedan en su lugar los desengaños
Que brotó el huracán de las pasiones.

Entonces ay! entonces, madre mía,
Tus labios enjugaban
Lágrimas infantiles que surcaban
Mis purpúreas mejillas… y en el día
¡Ay de mí! no estás cerca para verlas…
¡Son del color alquitaradas perlas…

Madre! madre! no sepa la amargura
Que aqueja el corazón de tus Dolores,
Saber mi desventura
Fuera aumentar tan solo los rigores
Con que en ti la desgracia audaz se encona.
En mi nombre mi sino me pusiste!
Sino, madre, bien triste!
Mi corona nupcial, está en corona
De espinas ya cambiada….
Es tu Dolores ay! tan desdichada!

DESENCANTO

¿Por qué mi mente con tenaz porfía
Mi voluntad combate; y obstinada,
Tristes recuerdos de la infancia mía
Ofrece a mi memoria infortunada?
¿Por qué se cambia el esplendente día
En mustia sombra del dolor velada,
Y a la sonrisa de inocente calma
Sucede el llanto y la ansiedad de mi alma?
Las puras flores que mi cien orlaron
De mi frente fugaz se desprendieron,
Y cual sombra levísima pasaron
En pos llevando el bien que me ofrecieron.
Sólo las horas del dolor quedaron;
Las horas del placer nunca volvieron,
Y de mi vida en el perdido encanto
Sólo me queda por herencia el llanto.

Yo era en mi infancia alegre y venturosa
Como la flor que el céfiro acaricia,
Fascinada cual blanda mariposa
Que incauta goza en férvida delicia;
Pero la humana turba revoltosa
Mi corazón hirió con su injusticia
Y veóme triste, en la mitad del mundo,
Víctima infausta de un dolor profundo.

ANHELO

¡Oh! ¿dónde está ese mundo que soñé
allá en los años de mi edad primera?
¿Dónde ese mundo que en mi mente orlé
de blancas flores…? ¡Todo fue quimera!

Hoy de mí misma nada me ha quedado,
pasaron ya mis horas de ventura,
y sólo tengo un corazón llagado
y un alma ahogada en llanto y amargura.

¿Por qué tan pronto la ilusión pasé?
¿Por qué en quebranto se trocó mi risa
y mi sueño fugaz se disipó
cual leve nube al soplo de la brisa…?

Vuelve a mis ojos óptica ilusión,
vuelve, esperanza, a amenizar mi vida,
vuelve, amistad, sublime inspiración…
yo quiero dicha aun cuando sea mentida.

A MIS ENEMIGOS

¿Qué os hice yo, mujer desventurada
Que en mi rostro, traidores, escupís
De la infame calumnia la ponzoña
Y así matáis a mi alma juvenil?

¿Qué sombra os puede hacer una insensata
Que arroja de los vientos al confín
Los lamentos de su alma atribulada
Y el llanto de sus ojos ¡ay de mí!

Envidiáis, envidiáis que sus aromas
Le dé a las brisas mansas el jazmín?
Envidiáis que los pájaros entonen
Sus himnos cuando el sol viene a lucir?

No! no os burléis de mí sino del cielo…
Que, al hacerme tan triste e infeliz,
Me dio para endulzar mi desventura
De ardiente inspiración rayo gentil.

Por qué, por qué queréis que yo sofoque
Lo que en mi pensamiento osa vivir?
Por qué matáis para la dicha mi alma?
Por qué ¡cobardes a traición! me herís?

No dan respeto la mujer, la esposa,
La madre amante a vuestra lengua vil…
Me marcáis con el sello de la impura…
Ay! nada! nada! respetáis en mí!