Poetas

Poesía de España

Poemas de Dolors Alberola

Dolors Alberola (1952). Poeta y periodista española. Nació en Sueca, Valencia, España en 1952. Pasa toda su infancia junto al Mediterráneo, que ha influido en su vida y en su poesía.

El navegar oculto de la especie

no fuera el agua disoluta,
el agua en cuyo origen nada o todo
o mismamente dios fluía en la impaciencia.
No fuera allí la mano, erguida ante la vida,
la que dura asestara, final, el navajazo.
No fueras tú la voz,
el sonido inaudible de la voz,
la boca muerta,
el quejido del simio o de la nube.
No fue allí tu nombre, ni mi nombre,
no fue tu tiempo ni mi tiempo.
No fue.
Verás que nunca fue esa masa que ahora
se esparce húmedamente en el silencio.

La virgen del descanso en la lactancia

Cerrados, pues, los ojos sobre el mullido verde
de la tierra -la virgen que ahora extiende
su pesado almohadón contra tus sienes-,
la leche que fluyera también del paraíso
te ha detenido el sueño.
Adónde pues quedaron tus manos, los pinceles,
las gotas de tu amor o los colores.
Hace frío en Milán cuando los niños,
descalzos, van hollando. Hace frío en sus dedos
cuando tocan el pecho de la madre.
Hace frío si osan proclamar que tu ausencia
es una ausencia más, es otra nada.
Las bocas de los niños que ahora manan
el rojo de la sangre y una espada
guardaron para ti,
en un lugar que nunca visitarás de nuevo.

Mar de nadas

Será difícil arrancar del ciego
enredado una flor: ni una flor sólo,
porque son siglos maraña y pánico.

(Leopoldo de Luis)

1

El mar. ¿Pero es que el mar existe?
Encima me diréis que en su zona abisal
almacena reveses de las cosas.
Puede tener un perro ahogado en la sombra,
un barco que fue árbol,
hombres a pensamientos, a pedazos de lodo
-coralinos-,
e incluso un ruiseñor que se asomó
a sus verdades íntimas.
¿Pero es que el mar existe?
¿Es que vagan sus olas la memoria
de Nemo o de Neptuno,
ese azul gris que le arrancó Picasso
o el refugio que nadie ha descubierto
del primer trasatlántico de niebla?
¡Cuánta lujuria blanca ha cometido el mar!
Condenado a no ser se desvanece.
Es una pompa sola.
Es un islote turbio de lágrimas salinas,
más salinas aún que las del hombre.
Pero el mar ya no existe, es otra tumba.
El mar se revolcaba
contra los galeotes ígneos.
Se dejaba arrastrar por las corrientes pérsicas.
Se teñía de azul. De grandes pájaros
alimentaba sombras
y se fue recogiendo hasta el principio.
Me diréis: Sólo el mar.
Y os tendré que decir
-igual que un eco sordo desfigura
las sombras de los barcos-:
Sólo el agua.
El manantial de Dios se va ahogando
y es una perla sola su existencia.

2

Yo recogí el mar.
Lo albergué en la cadencia de la nada.
Rescaté el cadáver de Alfonsina
y lo limpié de algas.
Ahora me pertenece.
Soy el dueño de algo que no existe.
Es justo este regalo, porque mi propia vida
es el sueño de alguien.
Yo pernocté observando
cómo el azul del mar se pincelaba,
se encendía con fuerza, casi bramaba -enhiesto-
en el centro del cofre en que lo guardo.
Era una bestia sola y me rugía fuerte.
Le miraba con saña,
tal si hubiese creado yo su furia.
Se mareaba torpe,
intentaba arrancar todos los goznes.

El mar es una vaca que, envuelta, va mugiendo
las olas, tercamente.
Yo pernocté a la sombra de ese perro.
De ese loco de amor, de esa lujuria.
Le vi desorbitar viejos cangrejos,
sirenas, arrecifes de almas casi pétreas,
caracolas. El mar.
¿Queréis que, astutamente, os muestre al prisionero?
¡Helo aquí,
en esta estrecha caja de cristal!
¡Mirad sus muertos ojos!
Aterrado me pide que le libre.
Le libraré de mí cuando algún dios
me arranque a mí del sueño de la muerte.
Como ya veis, aún es posible el cambio.
Tal vez algún marino pague, injusto,
ser esclavo indeleble.
No voy a consentir que un muerto
me arrebate la ira.
Después de todo, yo también fui condenado.

Pierrot loco

El guitarrista ciego toma una rosa azul triangular
para decapitar la tarde.
Los saltimbanquis trituran el azul y la rosa
es simplemente rosa y su color es rosa todavía.
Señoritas cúbicas de Aviñón se asoman a la risa
analíticamente
con una risa sola entre la soledad de nadas
fabricadas en Horta de Ebro.
Ah mañana sintética de las naturalezas muertas
que acuna neoclásicas mujeres en la fuente
mujeres surrealistas sentadas en la playa
Guernica expresionista donde muere la paz
para ser paz pues oscura la muerte se oculta tras el
lienzo.
La cabra locamente va buscando cordura en los pinceles
pero su fuerza mineral lo enciende todo.

Transmutación

Volvería a ser piedra.
El pensamiento aquel que circundara al mundo
completamente ebrio. La luz.
La panacea agreste del viento en el tejido.
El hombre que calmara, que abrevara la fe,
el cuenco de la mano, funesto, ya vencido.
La sempiterna lucha del hombre por el hombre.
Y ahora regresar,
volver tal vez de nuevo a la tierra de origen,
comenzar desde cero la divina parodia.
Fluir constantemente hasta el vértice exacto,
el fuego, tan vital, lamiéndonos la voz
y, entre el silencio,
hormigas trabajando agriamente ese cuerpo
hasta dejar disolviéndose el ser
entre otro ser que gire, sempiterno.

Ofertorio

Rota y muerta, Señor, tan astillada
y pertrecha y fugaz y arrepentida
y segura y dudosa oscurecida,
triunfadora y vivaz, muy humillada,
blanca y limpia, Señor, y arrodillada,
pendenciera, Señor, y consentida,
quejumbrosa, Señor, y enmudecida,
retadora, Señor, y enamorada,
voy volviendo hacia ti, mi Dios ignoto,
a morar en tu luz que no se apaga
—siendo yo cada trozo de un yo roto—.
A pedazos, Señor, como una daga,
como un mar de mil caras, ola a ola,
aquí me tienes, Dios, soy Alberola.

No hubiera amor más grande

«He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por
la locura, famélicos, histéricos, desnudos.»

Allen Ginsberg

Ese de cuya sangre emerge la condena,
el que veis, ahí, muriendo, casi deshecho y frágil,
es mi padre.
Me niego a confesaros que lo fue
porque su carne vieja,
su mirada podrida, es la de un hombre.
Y es su muerte mi muerte, es mi condena.
Él, que apilaba imperios de sonrisas,
que acariciaba el mar y agarraba en la noche
pedazos de fantasmas que le amaban,
ahora, es sólo un fantasma.
Mi padre es el fantasma que recuerda
que sí existe la muerte, que es un cáliz,
que es un pozo fatal, que es otra cosa
distinta a esta desgracia de ser hombres
condenados a esto. Este que veis aquí,
tendido ante la sangre de mi sangre,
este cristo llagado que, sin nombre,
babea y nada puedo a su costado,
.es un muerto de amor, es otro muerto.
No toquéis esos ojos de mi padre,
no enturbiéis su presencia,
dejad que en su crueldad ame la muerte
como me amara a mí,
encendida de pus en la mañana.

La relatividad del todo

No fuera la amplitud sin ese tiempo,
sin esa cuarta dimensión no fuera el alto,
no pudiera medirse la muerte, largamente,
sin un reloj, cuchillo, la guadaña.
Pudiera ser la luz la exacta relación entre el alma y
la masa.
Pudiera ser el alma esa carrera, esa velocidad de
todo,
ese volar, esa explosión inerte de la carne, ese
cuanto total,
ese quark enfiteuta, o su contrario.
Pero fuera el poema hilo de plata entre el peso y
volar,
entre la luz y el tiempo
y fueras tú, oh Browni,
el espacio infinito que buscamos
después de tanta inercia de las sombras.

El beso de la muerte

Hemos hecho el amor y a fuerza de cadenas
no hemos vencido nada.
La fiera, resurrecta, se imprime en los tejidos,
elaborada ya en el beso primigenio.
Hemos hecho el amor contra las piedras vanas
pero no profanamos el templo de la muerte.
Nuestros cuerpos sedientos murieron en oasis
y ahora Egipto o la esfinge han borrado las huellas.
Un desierto de nadas hemos alzado juntos.
Los genes, en la lucha,
no supieron romper el mecanismo.
Nos matará París y un día Londres
será un lugar inútil.
Se alzará Notre Dame como un templo vacío
y el Big Ben tocará sus horas funerales.

Hemos hecho el amor y nos mató la vida,
la guerra más sangrienta nos la trajo la sangre.