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Poesía de España

Poemas de Edith Checa

Edith Salud Checa Oviedo (1957-2017), periodista y poeta española, dejó una huella imborrable en la literatura contemporánea. Licenciada en Ciencias de la Información y poseedora de un Diploma en Literatura y Medios de Comunicación, Checa destacó por su versatilidad y pasión por las letras.

Durante dieciséis años, fue la voz y la mente detrás de programas de radio en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), así como presentadora en La 2 de TVE y TVE Internacional. Su labor educativa y divulgativa la llevó a ser reconocida como una figura clave en la difusión de la cultura y la literatura española.

Como profesora de Creación de Novela y Guion de Cine, compartió su conocimiento y pasión con futuras generaciones de escritores. Además, su contribución como guionista en programas como «Al filo de lo imposible» consolidó su reputación como una mente creativa y versátil en el ámbito audiovisual.

Checa no solo se destacó en la radio y la televisión, sino también en la escritura. Sus novelas, como «El color del albero» y «No me pidas silencio«, revelan una profundidad emocional y una habilidad para explorar temas universales con sensibilidad y maestría.

En el ámbito poético, Checa cautivó con obras como «Un mar que pierde esperanza» y «Corazones de ancla sin destino«, donde su voz lírica y evocadora invita al lector a explorar los rincones más íntimos del alma humana.

Su legado perdura en obras como «La luna nos abandona» y «Las santas no se suicidan«, así como en su última colección de relatos, «La noche en la ventana«. Edith Salud Checa Oviedo, una figura imprescindible en la literatura contemporánea española, cuya obra sigue inspirando y emocionando a lectores de todas las generaciones.

Contemplo tu rostro de escarpados gestos…

Contemplo tu rostro de escarpados gestos
cuando paseas merodeando mis sienes.
Opaco es el ópalo de tus ojos,
que son lastre de un grisú
demoledor de sinfonías y cantinelas.
No
te
acerques.
Yo no soy la estrella Siro que ansía copular
con tu boca enfebrecida.
No quiero una desaforada catarsis que reúna
a mis pies la película exhumada
de mis cumpleaños.
No quiero tu nada y tu abismo,
el frío de tu lápida que escondería mi voz
en el pozo del cieno de la pena,
en el fango del venero cruel de los solitarios.
No
te
acerques

Hay tardes que tienen gris la mirada…

Hay tardes que tienen gris la mirada.
En ellas las preguntas solo obtienen silencio.
Un mutismo perseverante está cincelando
la piel de ausente reencuentro
tan fácil como si fuera de cera.
Hay pájaros, en esta tarde, que emiten cantos
y se sumergen en la bruma
que ya intuíamos llegar.
Hay palabras que regresan de sus nidos
y nos llevan a la noche,
a la noche.
Esta tarde tiene gris la mirada,
se está llenando de sombras
y no me deja hacer preguntas.

Estás plagado de retrocesos…

Estás plagado de retrocesos,
de indecisiones como mareas
insistentes hacia la costa
y lo lejano.
Casi ahogado en la espuma de tu flirteo
con la muerte,
con la muerte de la especie
que como baluarte ondeas
frente a las retinas impávidas
del deseo ¿humano?
Saber de oscuridades de piélagos
y de reencuentros en arenas que no genuflexionan
su respetable secreto ante el albor de un ocaso.
Saber de leyendas bajo el cristalino
que transforma caballitos de mar
en caballitos de feria
y estrellas de mar
en estrellas de cine.
O realza rocas sin nombre
y medusas peregrinas
para consuelo de plañideras enlutadas de mentira.
Saber, bajo el cristalino quebrado,
por esa soledad que deshidrata,
que está callado el mar por tanta muerte.

Devaneo en los infiernos…

Devaneo en los infiernos
sobre el acantilado de los suicidas,
mientras miro el mar excelso y laminado
de desdichas y poemas,
de despedidas y recuerdos.
Un mar que es calendario de una vida,
de muchas vidas,
y que pasa las hojas,
como pasan las horas,
como pasan los días,
como pasan las olas
ondulando el horizonte.
Y se ríe, ronco, como un demonio escarlata
que adivinara el salto del Último Adagio
en el hundimiento de cada Titanic.
Y se ríe, tierno, como un ángel azul
que se sabe acogedor de los que huyen
del país de las decepciones.

Es un mar que pierde esperanza por algún desagüe
que llega al infierno del miedo.