Poetas

Poesía de Cuba

Poemas de Emilio Ballagas

Emilio Ballagas. Camagüey, 1908 – La Habana, 1954. Poeta cubano cuya obra es representativa del vanguardismo de la década de 1930; es uno de los más estimados líricos nacionales de todos los tiempos, por la finura y perfección de su estilo.

Profesor universitario, alternó además literatura y periodismo a lo largo de toda su vida. De personalidad poética contrastada a través de dos direcciones de muy distinta orientación, por un lado se lanzó a la búsqueda de la poesía pura y por otro se adentró en una lírica popular y folclórica. Por ello se le situó siempre a caballo de las dos tendencias que caracterizaron el vanguardismo cubano: la «purista» de D. M. Loynaz, por ejemplo, frente a la tendencia «realista» de N. Guillén.

En cuanto a la dirección más pura de la poesía de Ballagas, fueron frecuentes los diversos recursos temáticos y formales de su expresión, en obras como Júbilo y fuga (1931), Sabor eterno (1939) e incluso en Nuestra Señora del Mar (1943). Sin embargo, en la dirección del «realismo» desarrolló el poeta parte de su obra más significativa, con el cultivo de la «poesía negra» y una brillante interpretación lírica de sentimientos y tradiciones que le eran ajenos (Ballagas era blanco y de extracción burguesa).

Una muestra de estas obras son Elegía de María Belén Chacón, seguramente su obra de carácter más popular, Canción para dormir a un negrito, uno de sus poemas más tiernos, o Cuaderno de poesía negra (1934). También se ocupó de compilar la importante Antología de poesía negra hispanoamericana (1935) que lo convirtió en una de las principales figuras de esta corriente, junto a su máximo representante, N. Guillén.

Víspera

Estarme aquí quieto, germen
De la canción venidera
—íntegro, virgen, futuro.

Estarme dormido —íntimo—
En tierno latir ausente
De honda presencia secreta.

Y éxtasis —alimento—
De ignorante —ausente, puro—
Nonnato de claridades
Con la palabra inicial
Y el dulce mañana intacto.

Sentidos

Que me cierren los ojos con uvas.
(Diáfana, honda plenitud de curvas.)

Que me envuelva un incendio de manzanas.

Que me envuelvan —presagio de pulpa―
En ciruelas de tacto perfumado…

Inundadme
En pleamar de pétalos y trinos.

Que me ciñan —¡Ceñidme― de eclípticas azules.

Canción sin tiempo

I


En la pureza de los círculos concéntricos
Que crecen y se evaden
Desde secretos puntos de armonía.

Tú, en el minuto que conmemora
La dulzura inefable del perfil
Y la inocencia de las manos unidas
En un solo pulso,
En un salto a otro espacio, en una sangre única.

Cielo de aguas de olvido.
Frescor perezoso de palmeras inexistentes.
Fuente recién abierta. Aguasangre
Que a través de las venas de la tierra
Viene del seno de una campesina,
Nace en el corazón de una madre
Que canta una canción de cuna
Y brota en ese punto donde se rompe
La vena más débil y amorosa de la tierra.

Tú, desde el cielo de la frente
Hecha para el vuelo de los más puros pensamientos,
Hasta el rastro de música apagada
Que deja el pie desnudo
En la arena de una playa nocturna, aún
No descubierta.
Las palabras nos separan
Y nos demoran el amanecer de los besos.
La madrugada de los ojos en los ojos.

Por eso el dedo índice sobre mis labios
Te construye el silencio,
Esa atmósfera donde alientas
Y que te crea de nuevo,
Deleitándose en cada forma
Con la pasión de un escultor.

Por mi silencio existes.
No necesitas la realidad de la forma,
Ni la piel, ni el relieve de las venas…
Ni el contorno del labio superior.
Prescindes ya del nombre.
Yo espero otro para nombrarte,
Un nombre que convenga a tu ser nuevo.
El nombre que los ángeles pronuncian en voz baja
Y aún no ha abierto su flor al borde de mi oído.

Nocturno

¿Cómo te llamas, noche de esta noche?
Dime tu nombre. Déjame
Tu santo y seña
Para que yo te reconozca
Siempre
A través de otras noches diferentes.

Tú me ofreces su frente en medialuna
(Medialuna de carne),
Sus labios (pulpa en sombra)
Y su perfil al tacto…
(Mañana mi derecha
Jugará a dibujar su contorno en el aire.)

¿Cómo te llamas, noche de esta noche?
Dime tu nombre, déjame
Tu santo y seña
Para que yo te reconozca
Siempre
A través de otras noches diferentes.
¡Y que pueda llamarte gozoso,
Trémulo,
Por tu nombre!

Poema impaciente

¿Y si llegas tarde,
Cuando mi boca tenga
Sabor seco a cenizas,
A tierras amargas?

¿Y si llegaras cuando
La tierra removida y oscura (ciega,muerta)
Llueva sobre mis ojos,
Y desterrado de la luz del mundo
Te busque en la luz mía,
En la luz interior que yo creyera
Tener fluyendo en mí?

(Cuando tal vez descubra
Que nunca tuve luz
Y marche a tientas dentro de mí mismo,
Como un ciego que tropieza a cada paso
Como recuerdos que hieren como cardos.)

¿Y si llegara cuando ya el hastío
Ata y venda y las manos;
Cuando no pueda abrir los brazos
Y cerrarlos después como las valvas
De una concha amorosa que defiende
Su misterio, su carne, su secreto;
Cuando no pueda oir abrirse
La rosa de tu beso ni tocarla
(Tacto mío marchito entre la tierra yerta)
Ni sentir que me nace otro perfume
Que le responda al tuyo,
Ni enseñar a tus rosas
El color de mis rosas?

¿Y si llegaras tarde
Y encontraras tan sólo)
Las cenizas heladas de la espera?

Cielo en rehenes

Del libro del mismo nombre (1951)
Te miro sin dejar de contemplarte
Copo de sol, espuma conjurada
Y abro mi corazón de parte a parte
Para ofrecerte jubilosa entrada.

Comprendo que del caos fuera arrancada
La esbelta luz; ignoro por qué arte
Puedo en un solo pétalo labrarte
Con dedos leves el primor de un hada.

De nuevo el manantial de la belleza
Echa a correr con sosegado porte
Contando perla a perla su pureza.

Cielo en rehenes, majestad sin corte;
Donde en alto fulgure tu cabeza
Allí está el girasol, allí su norte.