Poetas

Poesía de Nicaragua

Poemas de Ernesto Cardenal

Ernesto Cardenal se destacó como uno de los escritores más importantes de la literatura hispanoamericana del siglo XX. Su obra poética, que abarca desde el epigrama hasta el canto cósmico, refleja su compromiso con la realidad social, política y espiritual de Nicaragua, su país natal, y de América Latina en general. Además de su faceta como poeta, Cardenal también fue sacerdote católico, fundador de una comunidad religiosa y artística en las islas Solentiname, ministro de Cultura durante el gobierno sandinista y defensor de la teología de la liberación.

Nacido el 20 de enero de 1925 en Granada, en el seno de una familia acomodada y culta, Ernesto Cardenal demostró desde temprana edad su vocación literaria. A los siete años, escribió su primer poema y, mientras estudiaba filosofía y letras en la Universidad Nacional Autónoma de México, publicó sus primeros versos en revistas mexicanas. Se graduó en 1947 y al año siguiente viajó a Nueva York, donde realizó un posgrado en literatura norteamericana en la Universidad de Columbia. Durante su estancia, tuvo la oportunidad de entrar en contacto con la poesía modernista de Ezra Pound y William Carlos Williams, lo que influiría en gran medida en su estilo coloquial y directo.

En 1950, regresó a Nicaragua y se involucró en la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza. Participó en un fallido intento de asalto al Palacio Presidencial en 1954 y escribió poemas de denuncia social como «Hora cero» y «Con Walker en Nicaragua». No obstante, ese mismo año, sintió el llamado hacia la vida religiosa y se retiró a un monasterio trapense en Kentucky, Estados Unidos, donde tuvo a Thomas Merton, célebre escritor, como su maestro. Después de estudiar teología en México y Colombia, fue ordenado sacerdote en Managua en 1965.

Al año siguiente, fundó una comunidad contemplativa y creativa en el archipiélago de Solentiname, ubicado en el lago Cocibolca. Allí convivió con campesinos, artistas y guerrilleros que compartían su visión cristiana y revolucionaria. Desde Solentiname, escribió algunos de sus libros más emblemáticos, como «Salmos», «Oración por Marilyn Monroe y otros poemas», «El estrecho dudoso» y «Homenaje a los indios americanos». Además, viajó por Cuba, Perú y Chile para conocer las experiencias socialistas de estos países.

En 1977, cuando se inició la insurrección popular contra Somoza, varios jóvenes de Solentiname participaron como combatientes sandinistas. La Guardia Nacional somocista arrasó la comunidad y Cardenal se vio obligado a exiliarse. En 1979, tras el triunfo de la Revolución Sandinista, fue nombrado ministro de Cultura por el presidente Daniel Ortega. Durante su gestión, impulsó numerosos proyectos culturales y educativos para el pueblo nicaragüense.

Sin embargo, su labor ministerial también le acarreó problemas con la jerarquía eclesiástica, que lo suspendió «a divinis» debido a su adhesión al marxismo. Durante su visita a Nicaragua en 1983, el papa Juan Pablo II lo reprendió públicamente. A lo largo de su vida, Cardenal mantuvo una postura crítica hacia el capitalismo y el imperialismo.

La obra poética de Ernesto Cardenal continuó creciendo con títulos como «Telescopio en la noche oscura», «Quetzalcóatl», «Cántico cósmico» y «Vida perdida». Su poesía se caracteriza por un lenguaje sencillo pero profundo, una combinación de ciencia y mística, un sentido del humor e ironía, un amor por la naturaleza y los pueblos originarios, así como una búsqueda de lo sagrado en lo cotidiano.

Ernesto Cardenal falleció el 1 de marzo de 2020 en Managua, a la edad de 95 años. Dejó un legado vasto e influyente que le valió numerosos reconocimientos, como el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda y el Premio Cervantes. Su legado perdura en las generaciones de poetas y lectores que lo admiran y siguen.

Esta será mi venganza

Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta
famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti
y tú no lo sepas.

Al perderte yo a ti

Al perderte yo a ti tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán como te amaba yo.

Amanecer

Ya están cantando los gallos.
Ya ha cantado tu gallo comadre Natalia
ya ha cantado el tuyo compadre Justo.
Levántense de sus tapescos, de tus petates.
Me parece que oigo los congos despiertos in la otra costa.
Podemos ya soplar un tizón – Botar la bacinilla.
Traigan un candil para vernos las caras.
Latió un perro en un rancho
y respondió el de otro rancho.
Será hora de encender el fogón comadre Juana.
La oscurana es más oscura pero porque viene el día.
Levántate Chico, levántate Pancho.
Hay un potro que montar,
hay que canaleatar un bote.
Los sueños nos tenían separados, en tijeras
tapescos y petates (caeda uno en su sueño)
pero el despertar nos reúne.
La noche ya se aleja seguida de sus seguas y cadejos.
Vamos a ver el agua muy azul: ahorita no la vemos.

Y esta tierra con sus frutales, que tampoco vemos.
Levántate Pancho Nigaragua, cogé el machete
hay mucha yerba mala que cortar
cogé el machete y la guitarra.
Hubo una lechuza a medianoche y un tecolote a la una.
Luna no tuvo la noche ni lucero ninguno.
Bramaban tigres en esta isla y contestaban los de la costa.
Ya se ha ido el pocoyo que dice: Jodido, Jodido.
Después el zanate clarinero cantará en la palmera,
cantará: Compañero
Compañera.
Delante de la luz va la sombra volando como un vampiro.
Levántate vos, y vos, y vos.
(Ya están cantando los gallos.)
¡Buenos días les dé Dios!

Anoche soñé con un coito…

Anoche soñé con un coito, un sueño realista, hiperrealista.
Me martirizás con la carne
para que te quiera más
mas no carnalmente.

La mañanita

Hermano, amaneció. Mirá.
Ahora podemos ver ya el volcán Masaya
y su humo
saliendo del cráter, y la laguna, verde, de Masaya,
más allá la laguna de Apoyo, muy azul,
las Sierras, y serranías de color cielo
hasta la lejanía, la verdad es
que nuestra tierra es de color de cielo,
más lejos, ¿lo ves? el Pacífico,
casi puro cielo bajo el cielo, la verdad es
que estamos en el cielo y no lo sabemos,
mirá, del otro lado el lago de Managua y el Momotombo
junto al agua como
un triángulo de lago levantado o
una pirámide de cielo.
Todo esto desde antes estaba allí
pero una oscura noche lo cubría,
y no se veía. La noche de las tentaciones.
Cada uno tenía su tentación.
La tentación del falso amanecer que aún no podía ser.
El yacer en una cama en plena noche soñando que es el amanecer.
Ahora sí fue el amanecer, Pancho Nicaragua,
todo está iluminado
alrededor de este rancho.
La tierra y el agua. Lo podés ver.
Y en aquella casita oigo cantar:
«Qué alegre y fresca
la mañanita».

Aquí pasaba a pie por estas calles

Aquí pasaba a pie por estas calles,
sin empleo ni puesto y sin un peso.
Sólo poetas, putas y picados
conocieron sus versos.

Nunca estuvo en el extranjero.
Estuvo preso.
Ahora está muerto.
No tiene ningún monumento…

Pero
recordadle cuando tengáis puentes de concreto,
grandes turbinas, tractores, plateados graneros,
buenos gobiernos.

Porque él purificó en sus poemas el lenguaje de su pueblo,
en el que un día se escribirán los tratados de comercio,
la Constitución, las cartas de amor,
y los decretos.

Como latas de cerveza vacías

Como latas de cerveza vacías y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
con risas de muchachas y músicas de radios…
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
y las canciones de los radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.

Muchachas que algún día

Muchachas que algún día leáis emocionadas
estos versos
y soñéis con un poeta:
sabed que yo los hice para una como vosotras
y que fue en vano.

Sobre el mojado camino

Sobre el mojado camino en el que las muchachas con sus cantaros
van y vienen,
cortado en gradas en la roca,
colgaban como cabelleras o como culebras
las lianas de los arboles.
Y una especie de supersticion flotaba en todas partes.
Y abajo:
la laguna de color de limon,
pulida como jade.
Subian los gritos del agua
y el ruido de los cuerpos de color de barro contra el agua.
Una especiede supersticion…
Las muchachas iban y venian con sus cantaros
cantando un antigua canto de amor.
Las que subian iban rectas como estatuas,
bajo sus frescas ancoras rojas con dibujos
los cuerpos frescos de figura de anfora.
Y las que bajaban
iban saltando y corriendo como ciervas
y en el viento se abrian sus faldas como flores

El Oficio Nocturno

2 AM. Es la hora del Oficio Nocturno, y la iglesia
en penumbra parece que está llena de demonios.
Esta es la hora de las tinieblas y de las fiestas.
La hora de mis parrandas. Y regresa mi pasado.
‘Y mi pecado está siempre delante de mí’

Y mientras recitamos los salmos, mis recuerdos
interfieren el rezo como radios y como roconolas.
Vuelven viejas escenas de cine, pesadillas, horas
solas en hoteles, bailes, viajes, besos, bares.
Y surgen rostros olvidados. Cosas siniestras.
Somoza asesinado sale de su mausoleo. (Con
Sehón, rey de lo amorreos, y Org, rey de Basán).
Las luces del ‘Copacabana’ rielando en el agua negra
del malecón, que mana de las cloacas de Managua.
Conversaciones absurdas de noches de borrachera
que se repiten y se repiten como un disco rayado.
Y los gritos de las ruletas, y las roconolas.
‘Y mi pecado está siempre delante de mí’

Es la hora en que brillan las luces de los burdeles
y las cantinas. La casa de Caifás está llena de gente.
Las luces del palacio de Somoza están prendidas.
Es la hora en que se reúnen los Consejos de Guerra
y los técnicos en torturas bajan a las prisiones.
La hora de los policías secretos y de los espías,
cuando los ladrones y los adúlteros rondan las casas
y se ocultan los cadáveres. Un bulto cae al agua.
Es la hora en que los moribundos entran en agonía
La hora del sudor en el huerto, y de las tentaciones.
Afuera los primeros pájaros cantan tristes,
llamando al sol. Es la hora de las tinieblas.
Y la iglesia está helada, como llena de demonios,
mientras seguimos en la noche recitando los salmos.

Detrás del monasterio

Detrás del monasterio, junto al camino,
existe un cementerio de cosas gastadas,
en donde yacen el hierro sarroso, pedazos
de loza, tubos quebrados, alambres retorcidos,
cajetillas de cigarrillos vacías, aserrín
y cinc, plástico envejecido, llantas rotas,
esperando como nosotros la resurrección.

Vi hace muchos años

Vi hace muchos años desde un bus en Virginia
o Alabama
una muchacha rosada, con pantalones azules
subida a una escalera, cortando manzanas
(la madre llamando desde adentro)
y otra muchacha, la hermana, pantalones azules
pintando de blanco el porche de la casa
-Y miraron hacia el bus que pasaba y aceleraba.
El tiempo ha pasado como el bus de la Greyhound
pero quedaron, a pesar de los años, la pintura
fresca en el porche
la brocha chorreando
la mano en la manzana, las miradas
hace años, una mañana, Virginia o Alabama
el estado está olvidado.