Poetas

Poesía de Chile

Poemas de Floridor Pérez

Floridor Pérez (Yates, Cochamó; 13 de octubre de 1937 – Santiago, 21 de septiembre de 2019) fue un poeta chileno de la llamada «generación literaria de 1960».

London bar

Por olvidarte paso a la taberna

Sobre el mesón tiro los codos
sembrando pánico entre las botellas
decapitadas en mi honor

El recinto lo veo como una embarcación:
lámpara como luna
la noche como el mar
la música como una tempestad
y el hundimiento en la embriaguez

Entonces me aferro a tu recuerdo
como una tabla de salvación
que me permita naufragar a gusto

Natacha

Le han dicho

Con este hombre
no tendrán dónde
caerse muertos.

Le he dicho

tendremos
todo el mundo
donde pararnos vivos.

PRE-EPITAFIO

Aquí ni siquiera yace
pues no ha muerto todavía
un tipo que día a día
cargó la cruz que a Dios pace:
plantó un árbol, hizo clases
le dieron y dio lecciones,
tuvo hijos, publicaciones
y -de serle concedido-
reeditara lo vivido
con dos o tres correcciones.

La victoria

Me pusieron contra la pared, manos arriba.
Me registraron meticulosamente.

Sólo hallaron retratos con tus ojos
y una antología con tus versos.

Noches sobre la piedra.
Días tras la alambrada.

No saben -nos decían- qué les espera.
Pero yo lo sabía:

tras días piedras meses muro,
tú me esperabas a la puerta del cuartel.

Y esa fue mi victoria.

IMITACIÓN DE CATULO

Me preguntas, Natacha, cuántos besos
me harían por fin decirte “¡basta y sobra!”
Cuantas arenas hay en Isla Negra
entre la cabaña de Nicanor
y el locomovil anclado en el patio.
Cuántos astros titilan a lo lejos
contemplando a los amantes que graban
corazones en la casa de Pablo.
Tantos besos bastarían, Natacha,
más nunca sobrarán a este loco.
Ya lo sabes tú, pero los intrusos
no sabrán cuántos besos envidiarnos.

Como un brujo que sale a volar por las islas

Aquella noche
perdí la cabeza
y cada mañana
la encuentro
en tu almohada

AL FINAO DE ROKHA

Aquí donde usted me ve,
en medio del potrero
y en mitad del camino de la vida,
veinte o más años antes de pegarme
como usted un tiro, emberrado, enrabiado
gritándoles ¡carajo!
a los pájaros
que me arrancan el trigo,
cojo un grano pensando en la espiga,
en las trillas de antaño
y en la bien llamada dulce chupilca
que hubiéramos tomado juntos.

Más sabe el diablo por quemao que por tentao

Perdón si no me quedo con la boca abierta
para comerte mejor siquiera con los ojos
ni me doy de cabeza contra un poste
por volver a mirarte cuando pasas
vitrineando el maniquí entre posibles clientes
que se encalillarían con el mayor agrado.

Perdón si no me embruja
el mágico tam-tam de tus tacones
y te dejo pasar
como una oferta de temporada.

Perdón si permanezco inmune frente al
CONSULTORIO
esperando a la flaca de pie plano
que apenas se le pasen sus achaques
me llevará en un tour al paraíso
y encenderá con sus manos fuego para mí el próximo
invierno
y meterá sus manos al fuego por mí el próximo infierno.

Mientras que tú, ricura,
estarás muy ocupada
pintándote las uñas de tus pies perfectos
y mejor no sigamos más arriba
no sea que me tientes, diabla,
que me piques, araña de potito rosado.