Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Francisco Madariaga

Francisco Madariaga (9 de septiembre de 1927 -24 de septiembre del 2000) fue un poeta argentino. Se le relaciona en sus inicios con El grupo de Pellegrini, grupo poético surrealista que surge alrededor de la revista literaria A partir de cero, fundada por Enrique Molina y el propio Aldo Pellegrini. La poesía de Francisco Madariaga destaca por su lenguaje simbolista y su notable riqueza y concisión de imágenes, con que el autor describe el paisaje natal en términos de memoria. En la producción poética de Francisco Madariaga, confluyen líneas diversas, surrealista, el barroco americano y las constelaciones de Oliverio Girondo.

Tembladerales de oro

In memoriam Alfredo Martínez Howard

El dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro que
arde contra el oro el oro de los ocultos tembladerales
que largan el aire de oro hacia los rojos destinos
pulmonares con el acuerdo de los fantasmas de oro
coronados por los juncos de oro bebiendo los
caballos de oro los troperos de oro envueltos en los
ponchos de oro -a veces negro a veces colorado
celeste verde- y el caballero que repasa las lagunas de
los oros naturalmente populares el que se embarca
en las balsas de oro con todos los excesos de
pasajeros de oro que manejan los caballos de oro con
los rebenques de oro bebiendo en la limetilla de oro
del barro de oro de los sueños de los frescos del
oro entre la majestad de las palmeras de oro y de los
ajusticiados y degollados en las isletas de oro bajo de
yacarés de oro del oro del Amor

Rehén de la colina

Oh candoroso embriagado entre loros,
entre isletas subiendo hasta el nivel de la colina,
canta en tu boca el canto ardiente de otra boca,
y cuando la sangre sube hasta tus ojos es
porque están quebradas todas las fulguraciones
del sollozo en tu pecho.
Canta, viejo rehén de la colina.
Arde, candoroso de alcohol negro, que con palmas
salvajes tienen hijos que retornan al viento,
al gemido del clima en el olor áspero y cruel
de las arañas del estero,
en aquel paisaje de cristal desprendido del fuego.
Asombra al mundo en un paisaje de enero,
oh demente,
oh luz de la humedad.
Ah colgado sediento de unos ojos,
duerme, duerme bajo la luz del padre al otro
extremo del poder y la delicadeza.
En tus ojos la berlina del viaje amarillo arde
helada.
Beso tras beso el pasajero toca la raya de ácido
caliente del retorno.
Sé piadoso con el otro limite de tu fragilidad,
padre aletargado por el sol,
presión de la locura de una tierra suspendida en
la tela del agua y del fuego.

Lagrimas de un mono

Yo quiero cautivar tu desesperación, oh mono
adiós.
Tiemblas tanto en tus islas negras, oh mono
adiós.
En los embarcaderos el color encendido en tus
ojos tiene tanta fe.
Oh mono, retén el equilibrio de tu asombro.
Yo ya tiemblo en tus islas, mono adiós.
Tu odio virginal es idéntico a cuando se cruza
mi alma con el mundo.

Arazá-ti rincón

¡Pleamar de loros y de tigres
enterrados…

Algún potro alguna vez,
algún jinete
que ya tiraba lazos de salvación
invadieron esta zona sagrada.

Yo no le pedí apoyo al eucalipto
extranjero,
me co-alumbré debajo de las
palmas.

El gato montés
orinaba
verdes tecitos
sobre mi alma

Pasajera mulata

Mulata, lo radioso está totalmente entregado al
movimiento.
Amor es tu piel de pus de vidrio repartiendo
los dones calientes de la vida,
Dando a cada mundo su parte,
a cada hombre su parte.

Empalme de caminos

Suave como las moscas o las ratas de la colina,
así cantaba el leproso Hilarión contra su sangre.
Una avispa alazana le bordeaba el vino
y el hurón de un gitano le rondaba la carne.

¡Ah tiempos, en Julio!
Un mendigo en la helada forastera.

Su ataúd es la alborada

El tiempo arrasará todas las rosas:
las florecidas,
las heridas,
las que tienen los labios del verano
como cortaderas carmesíes,
pero volverá el amor de las recolectoras de las rosas,
y la caridad encendida del color del horizonte,
donde se prenden las lámparas de las palmeras al paso del ferrocarril,
oloroso de ciudades y de esteros.
Pasa el entierro del cuerpo de un sueño,
pero su ataúd es la alborada.

Lluvia en Las Pirquitas

a Leonardo Martínez

Va a seguir siendo mía la lluvia cuando yo muera,
todo va a seguir siendo mío,
el trueno conservará intacto su sonido casi negro
y el árbol a orillas del corral gozará con ese trueno,
mientras el olor a presencia de la tierra en la lluvia
será el mismo olor de mi ausencia.
Así le sucede y le sucederá a todo lo que es pertenencia del planeta.
Entonces, a no gemir, mi lejano palmar cuando yo muera,
porque somos un pormenor de presencia de lo inmortal.