Poetas

Poesía de México

Poemas de Gabriel Zaid

Gabriel Zaid Giacoman (1934) emerge como una figura polifacética en el panorama literario mexicano. Ingeniero mecánico administrador por formación, su inusual incursión en la industria del libro se materializó en una tesis seminal, «Organización de la manufactura en talleres de impresión para la industria del libro en México», que reveló su profundo entendimiento de la maquinaria editorial.

A lo largo de su carrera, Zaid desplegó una aguda habilidad para la ironía y el humor en sus ensayos, publicados por primera vez en el suplemento La Cultura en México en 1967. Su participación en el grupo editorial Vuelta y su compromiso con la difusión de la obra de Octavio Paz lo consolidaron como un crítico y promotor literario de renombre.

La faceta poética de Zaid se cristaliza en obras como «Seguimiento» y «Reloj de Sol», esta última celebrada como una de las colecciones más destacadas de su poesía. Como ensayista, su alcance es vasto, abordando desde la crítica literaria hasta la nomenclatura urbana de la Ciudad de México. Su aguda mirada desentraña los entresijos políticos, sociales y culturales de México, desafiando prejuicios arraigados y cuestionando las prioridades de la vida contemporánea.

Colaborador prolífico en diversas publicaciones, desde Revista de Bellas Artes hasta Letras Libres, Zaid destaca por su aguda perspicacia y estilo incisivo. Su inmersión en el mundo digital también lo ha llevado a analizar y apreciar la naturaleza colaborativa y horizontal de Wikipedia.

Reconocido con premios como el Banamex de Economía y el Xavier Villaurrutia, y miembro de instituciones académicas de renombre, la influencia de Gabriel Zaid en la literatura y el pensamiento contemporáneo de México perdura como un legado invaluable.

Alabando su manera de hacerlo

¡Qué bien se hace contigo, vida mía!

Muchas mujeres lo hacen bien
pero ninguna como tú.

La Sulanita, en la gloria,
se asoma a verte hacerlo.

Y yo le digo que no,
que nos deje, que ya lo escribiré.

Pero si lo escribiese
te velverías legendaria.

Y no creo en la poesía autobiográfica
ni me conviene hacerte propaganda.

La ofrenda

Mi amada es una tierra agradecida.
Jamás se pierde lo que en ella se siembra.
Toda fe puesta en ella fructifica.
Aun la menor palabra en ella da su fruto.
Todo en ella se cumple, todo llega al verano.
Cargada está de dádivas, pródiga
y en sazón.
En sus labios la gracia se siente agradecida.
En sus ojos, su pecho, sus actos, su silencio.
Le he dado lo que es suyo, por eso me lo entrega.
Es el altar, la diosa y el cuerpo de la ofrenda.

Alba de proa

Navegar,
                navegar.
Ir es encontrar.
Todo ha nacido a ver.
Todo está por llegar.
Todo está por romper
a cantar.

Nacimiento de Venus

Así surges del agua,
blanquísima,
y tus largos cabellos son del mar todavía,
y los vientos te empujan, las olas te conducen,
como el amanecer, por olas, serenísima.
Así llegas helada como el amanecer.
Así la dicha abriga como un manto.

Nocturno

Manantiales del agua 
ya perenne, profunda vida 
abierta en tus ojos.

Convive en ti la tierra
Poblada, su verdad
numerosa y sencilla.

Abre su plenitud
callada, su misterio,
la fábula del mundo.

Hallan su vocación 
del Huerto, su quehacer, 
manos contemplativas.

Estalla un mediodía 
nocturno, arde en gracia
la noche, calla el cielo. 

Tenue viento de pájaros
de recóndito fuego
habla en bocas y manos. 

Viñas, las del silencio.
Viñas, las de las palabras
cargadas de sielncio.

Canción de seguimiento

No soy el viento ni la vela 
sino el timón que vela.

No soy el agua ni el timón
sino el que canta esta canción.

No soy la voz ni la garganta
sono lo que se canta.

No sé quien soy ni lo que digo
pero voy y te sigo.

Pastoral

Una tarde con árboles, 
callada y encendida.

Las cosas su silencio
llevan como su esquila.

Tienen sombra: la aceptan.
Tienen nombre: lo olvidan.