Poetas

Poesía de España

Poemas de Garci Sánchez de Badajoz

Garci Sánchez de Badajoz (1460-1526) fue un destacado poeta español del Renacimiento, reconocido por su obra dentro de la lírica cancioneril y la Escuela alegórico-dantesca. Nació en Écija, provincia de Sevilla, en el seno de una familia de baja nobleza extremeña.

Su obra poética está presente en el Cancionero General de 1511, donde se recopilan la mayoría de sus composiciones, y en el Cancionero de romances, además de en numerosos pliegos sueltos. Garci Sánchez destacó como músico tañedor de vihuela y fue famoso por su gran pasión amorosa, que algunos dicen le llevó a perder el juicio.

Entre sus obras más destacadas, encontramos Liçiones de Job apropiadas a las pasiones de amor, una parodia del famoso libro bíblico que fue muy perseguida por la Inquisición; Claro escuro; El sueño, donde se describe su propio entierro; El infierno del amor, un poema alegórico al estilo de Dante Alighieri; el romance Caminando por mis males, donde se aprecia un sentimentalismo subjetivo y enfermizo que adelanta su tiempo con características propias del Romanticismo, y las Lamentaciones de amores, elogiadas por Fernando de Herrera.

La habilidad poética de Garci Sánchez fue elogiada por sus contemporáneos, como Juan de Valdés y Lope de Vega. El Diálogo de la lengua de Juan de Valdés destaca el estilo de sus coplas, mientras que Lope de Vega se refiere a Garci Sánchez como uno de los más destacados poetas de su época.

En resumen, la obra poética de Garci Sánchez de Badajoz es una contribución significativa a la literatura española del Renacimiento. Su estilo poético, su habilidad musical y su gran pasión amorosa lo convierten en una figura destacada de la lírica cancioneril y la Escuela alegórico-dantesca.

Copla

En dos prisiones estoy
que me atormentan aquí:
la una me tiene a mí,
y a la otra la tengo yo.

Y aunque de la una pueda,
que me tiene, libertarme,
de la otra que me queda
jamás espero soltarme.
Ya no espero, triste, no,
verme libre cual nací,
que aunque me suelten a mí,
no puedo soltarme yo.

Infierno de amor

Caminando en las honduras
de mis tristes pensamientos,
tanto anduve en mis tristuras,
que me hallé en los tormentos
de las tinieblas escuras;
vime entre los amadores
en el Infierno de amores
de quien escribe Guevara;
vime donde me quedara
si alguno con mis dolores
en ser penado igualara.

Vilo todo torreado
de estraña labor de nuevo,
en el cual después de entrado,
vi estar solo un mancebo
en una silla asentado;
hízele la cortesía
que a su estado requería,
que bien vi que era el Amor,
al cual le dixe: -«Señor,
yo vengo en busca mía,
que me perdí de amador’.

Respondiome:-«Pues que vienes
a ver mi casa real,
quiero mostrarte los bienes,
pues que has visto mi mal
y lo sientes y lo tienes’.
Levantose y luego entramos
a otra casa do hallamos
penando los amadores
entre los grandes señores,
en las manos sendos ramos,
todos cubiertos de flores.

Díxome: -«Si en una renta
vieres andar mis cativos,
no te ponga sobrevienta,
que de muertos y de vivos
de todos hago una cuenta;
todos los tengo encantados,
los vivos y los finados,
con las penas que tovieron,
de la misma edad que fileron,
cuando más enamorados
en este mundo se vieron’.
En entrando vi asentado
en una silla a Macías
de las hendas llagado
que dieron fin a sus días,
y de flores coronado;
en son de triste amador
diciendo con gran dolor,
una cadena al pescuezo,
de su canción el empiezo:
Loado seas amor
por cuantas penas padezo.

Vi también a Juan Rodríguez
del Parón decir penado:
Amor, ¿por qué me persigues,
no basta ser desterrado
aun et alcance me sigues?
Este estaba un poco atrás,
pero no mucho compás
de Macías padeciendo,
su misma canción diciendo:
Vive leda si podrás
y no penes atendiendo.

Vide luego a una ventana
de una rexa estar parado
al Marqués de Santillana,
preso y muy bien recabdado,
porque estaba de su gana:
y diciendo: Mi penar,
aunque no fue a mi pesar
ni son de oro mis cadenas,
siempre las temé por buenas;
mas no puedo comportar
el gran dolor de mis penas.

A guevar vi quexarse
tal que me puso en manzilla,
y en vivas llamas quemarse,
como quien hizo capilla
para en ella sepultarse;
y el secreto mal de amores,
de penas y disfavores
no podiendo más sofrir,
comienza luego a decir:
Livianos son los dolores
que el seso puede encobrir.

Y vi luego a Juan de Mena
de la edad que amor sintió,
con aquella misma pena,
como cuando lo encantó
el Amor en su cadena,
y de tal llaga herido
que le privaba el sentido;
y así estaba trasportado,
diciendo como olvidado:
¡Ay dolor del dolorido
que non olvida cuidado!

Don jorge Manrique andaba
con gran congoxa y tormento,
de pensar no se hartaba
pensando en el pensamiento
que pensar más le agradaba,
diciendo entre sí consigo:
Siempre seré mi enemigo,
pues en darme me perdí,
mas si yo mismo me di,
no sé por qué me fatigo
pues con razón me vencí.
A Sant Pedro preso vi,
que dezía muy sin pena:

Manzilla no hayáis de mi,
que aquesta gruesa cadena
yo mismo me la texi.
Y tornaba con dolor:
¡Oh cruel, ingrato amor,
lleno de rabia mortal!
¡Oh viva muerte y gran mal,
tenémoste por señor,
y tu galardón es tal! (…)

Vi venir a Cartagena,
diciendo con pena fuerte:
Ved qué tanto amor condena,
que aun no me pudo la muerte
libertar de su cadena.
Y dezía con pasión:
Para mi hobo conclusión,
mas no para mis dotores;
ved cuánd fuera de razón
va la ley de los amores:
ser los ojos causadores
y que pene el corazón.

Vi también andar penando
el Vizconde de Altamira,
en amores contemplando;
de rato en rato sospira,
muy a menudo hablando,
diciendo con tran tristura:
Habed un poco mesura,
no me deis ya más cuidados,
que bien bastan los pasados,
señora de hermosura,
guia de los desdichados.

Vi a don Luis arder,
su hermano, en llamas de amores,
que sus gracias y saber,
ni sus muy altos primores,
le pudieron socorrer;
del todo desesperado
pero no desamparado,
segúnd su dicho se esmera,
diciendo desta manera:
Si no os hobiera mirado,
pluguiera Dios que no os viera…