Poetas

Poesía de Argentina

Poemas de Gastón Gori

Gastón Gori (Esperanza, 17 de noviembre de 1915 – Santa Fe, 17 de noviembre de 2004) fue un escritor argentino.

LA ROSA BLANCA

He visto morir una rosa blanca;
caía
pétalo a pétalo como lágrimas;
la miraba irse en blancura
y recordaba
gota a gota de agua
sollozada.
¿Porqué?, pregunto ingenuamente
morirán las rosas?

¡Tan inocentes
y hermosas!

Miré cómo el viento
la destrozaba;
moría en el aire
en aire, la rosa blanca.

Dije: -Ayer nacida
y perfumada
hoy pétalo a pétalo
se deshoja en la muerte.
Sólo yo la miraba.

Oh, rosa inmaculada
esparcida muerta en la tierra,
blanca rosa del alma,
eras toda armonía
esplendorosa y vivías…

Pétalo a pétalo caías,
el viento los llevaba,
el triste viento
de la mañana.
Eso he visto.
Como hombre antiguo
yo su suspiraba.
La rosa era blanca.

***

Volví un día
con muchos años
y más recuerdos
por el camino largo
que va a mi pueblo.

¡Mi espalda encorvada,
enjuto mi cuerpo,
arrugada la piel,
duros los miembros!…
¡Nunca me he visto
tan cansado y tan viejo!…
A pasos lentos,
seguía la huella
del camino polvoriento.

Detuve un instante
mis pies cansados
en mitad de la senda
que mudó el tiempo.

¿Qué busco, me dije,
en mi afán de regreso?…

¿Acaso el anhelo
que falta a mi vida
para seguir viviendo?…
¿Acaso un amigo,
acaso la novia
que dejé sonriendo?…
¿Acaso el rincón triste
de mi pueblo
donde mis padres
nacieron?…

¿Acaso la sombra
del duraznero
donde jugaban
mis compañeros?…

Nublados mis ojos
temblándome el pecho,
¡qué busco, dije,
si nada quiero!…

***

Diez peones a sueldo en la industria nueva
manejarán el estiércol.
Abonos harán calderas
para tierras de cultivos viejos.
¡Piedra libre a dólares
color verde podrido!

Un millón de kilos
tragarán las bocas calentadas.
Un millón de kilos de estiércol elaborado
para los pobres campos de hortelanos.
Todo eso es muy industrial;
pero bello, nada bello.

Vosotros mirad lo que vive y crece
hacia el aire puro,
mirad lo que florece.
Habrá sobre la tierra libre,
amor.

El extranjero y su dinero
no vivirán en la flor.

Señor gerente general:
¿qué sabe usted de la mariposa?
¿Qué sabe del río y la sombra armoniosa,
sutil del sauce, llorando sobre el agua?
¡Un cero en poesía señor gerente general
graduado en tanto por ciento mensual!
¿Qué sabe usted de la nube nacarada
del cielo sonrosado, y de regalar imágenes
a novia enamorada?
¿Vio al zorzal peleando a un toro
de oro?
¿Vio sonreír la flor
por amor?
¿Oyó llorar a la paloma
de dolor?
Venga señor gerente general:
¿Oyó hablar de la música sin pentágono
y de violines en el viento?
Límpiese el alma del dinero
de sus amos,
líbrese de la tontería de ser gerente general.
¡Un cero en poesía
un uno en vida hermosa
y el repudio del clavel
y los desaires de una rosa…
Deme la mano, señor, para otra cosa,
sin rencor.
Pero no me diga, por su mal,
que es gerente general
de la Unait Esteit Chemical: que es gerente, ¡y general!
de la ‘Argentine an Unait Esteit Chemical’…

***

¿Recuerdas aquel poema con azahares
cantando tu hermosura?
Hoy otra vez está cubierto
de sus salpicaduras…

Y en la noche, estrellada en primavera,
como entonces perfuman
los naranjos, y cae lluvia lenta
de flores y ternura.

Y todo es bello y suave como antaño:
mi amor que se inaugura
cada día creciendo a mi costado;
tu amor y tu dulzura.

En el aire el aroma renovado;
y estrellas en la altura:
y en mi fiel corazón ha florecido
tu nombre, y hasta el viento lo susurra.

Patria adentro

Aquí estoy, con dos campesinos.
Levanto mi frente al aire y nombro:
Pedroni y Carlino.

Uno, Pedroni, viene del fondo y memoria,
el otro, maduro como el trigo
en noviembre,
es presente argentino
caminando en asfalto porteño.
-¡Párece usted, señor, y mírelo!

Aquí estoy, con dos campesinos.
Uno cantó la epopeya
del barco, del mar, del amor y el olvido;
este es Pedroni,
el que una vez dijo
a hombre con metralleta y uniforme:
-que además era vecino de Esperanza-
-Tu arma es un peligro,
aquí todos somos mansos
se puede escapar un tiro…

El otro es Carlos Carlino,
una racha milagrosa
de inteligencia y lirismo,
un fruto amargo y dulce
a la vez, -desilusión y optimismo-
un fondo ardiente de rosa
y azul angustia de lino.
-¡Párate, hombre de la patria,
párate y míralo!

Aquí estoy con dos campesinos.

De uno tengo la imagen
desde que se ha ido,
junto al mar.

El otro está conmigo,
aquí, con su carta,
con su libro,
con su poema a Santos Vega,
con su vocación de Esquilo.

Siento pena por mi patria
-en su tiempo de olvido-
y recupero el tesón, la fuerza de los vivido,
y de lo que viviremos,
mientras recuerdo dos campesinos,
uno lejano
-que se ha ido-
otro floreciendo sus rosas:
Pedroni, Carlino.

Canto de alegría

¡Viva! ¡Viva la inmensa mar del hombre
sobre el planeta, ocupándolo todo!
Ni una lágrima caiga
por los bosques abatidos;
ni una sola por todos los peces
en las redes.
¡Viva el hombre en el mundo,
dueño poderoso
del aire, de la tierra, del mar!

Si una rosa se abre en la noche,
está en su pulimento
el hombre y su pensamiento.

¡Viva el hombre que rompe los campos,
arranca, destroza, destruye, parte y siembra!
Nadie suspire por la heredad salvaje perdida;
cante y grite de alegría
por su nueva faz imaginada
y construida!